chubasco en Granada (A. Muñoz Degrain, 1881)

Antonio Muñoz Degrain - chubasco en Granada (1881)

De todos los paisajes que realizó Antonio Muñoz Degrain a lo largo de su carrera, posiblemente sea éste, también conocido como Recuerdos de Granada, el más famoso, y sin duda uno de los más interesantes de toda la pintura española de paisaje del siglo XIX.

Granada fue una de sus ciudades favoritas; al fin y al cabo la ciudad del Darro, gracias a su pasado nazarí, se erigió en santuario de peregrinación de los orientalistas, es decir, de todos aquellos espíritus románticos interesados en el Oriente y en las culturas no europeas. Podemos decir que Muñoz Degrain participó de los intereses de los orientalistas e incluso viajó por el Mediterráneo oriental, visitando Siria y Palestina. Gracias a su continua presencia en Málaga, desde que en 1870 fuera llamado para decorar el Teatro Cervantes, Muñoz Degrain viajó en numerosas ocasiones a Granada, y la pintó una y otra vez. Rincones de la ciudad, y por supuesto la propia Alhambra, se convirtieron en fuente de inspiración de pintores, arquitectos y poetas, aunque su mirada de ensoñación terminó por distorsionar, a la postre, la verdadera dimensión histórica del monumento nazarí por excelencia, transformado ahora en el palacio encantado del primer parque temático de España.

A pesar de su aparente veracidad, es una vista irreal, que solo existe en la imaginación del pintor. Es indudable la maestría del artista a la hora de presentar el celaje que se descompone ante las cortinas de lluvia, por la manera en que el agua es escupida por los canalones, por cómo resbala ésta por los tejados, por cómo rebota en la barandilla del palacio, o por esa luz tornasolada del atardecer que preludia la noche, al igual que el farolillo refulgente del callejón.

Una tormenta cae torrencialmente sobre uno de los espacios más pintorescos de la ciudad granadina, donde el río Darro discurre junto a la calle que sube al barrio del Generalife.

Por muy irreal que sea la imagen nadie dudaría de que se trata de Granada. Vemos el palacio renacentista del Castril a la izquierda, el río Darro encajado en el centro con el característico puente que une dos orillas a diferente nivel, tal como hoy se conserva entre el barrio de Santa Ana y el Albaicín. El callejón, o las casas enjalbegadas con mirador y ajimez que vuelan sobre jabalcones por encima del cauce del río también existen. La torre cuadrada que se adivina tras los cipreses recuerda a la de los Picos que se yergue sobre la cuesta de los Chinos.

La soledad presente en el cuadro con tanto protagonismo hace que éste adquiera cierto carácter enigmático e, incluso, inquietante.

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