sillón (Domenico Gnoli, 1967)

31 Març 2016

Domenico Gnoli - sillón (1967)
“Sola. Estoy sola.
Siempre he estado sola,
pero hoy
ni siquiera me tengo a mí misma
para hacerme compañía.”

(Marilyn Monroe, poema “Sola”)

Domenico Gnoli (1933-1970), pintor y dibujante italiano, fue una figura peculiar dentro del panorama artístico de la segunda mitad del siglo XX. Su pintura se caracteriza por los grandes planos de objetos o de detalles banales de la vida cotidiana, tratados con frialdad y de forma minuciosa.

Sus imágenes pictóricas, perfeccionistas e inquietantes, a medio camino entre la abstracción y la figuración, entre el realismo y el pop art, nos descubren pequeños detalles de objetos agrandados, como si hubieran sido aumentados con una lupa. Tanto da que sea un botón, un mechón de pelo, el nudo de una corbata o un trozo de tela, lo esencial es que su ojo patológico les confiere una presencia casi mágica y un nuevo simbolismo que evoca la identidad de lo insignificante y testimonia nuestra soledad.

Gnoli manifestó en ocasiones que su intención era enlazar con la tradición del Quattrocento italiano a través de la representación de una realidad intacta.

En este Sillón, pintado en Mallorca en el verano de 1967, Gnoli aplastó contra el plano pictórico la trasera de una butaca sobre la que asoma una parte de la cabeza de una figura femenina sentada. El motivo se inspira en una escultura decimonónica que le llamó la atención en la Galleria Nazionale de Roma del académico Giovanni Focardi titulada Dulce reposo: una mujer joven descansa en un sillón.

En la pintura, el sillón ocupa la mayor parte de la superficie del lienzo y el enorme formato le permite agrandar sus proporciones por encima de la escala real, lo que confiere un cierto aire abstracto a la composición.


mientras viva

30 Març 2016

11247808_1619607061620288_2685423504011336949_n
Vuestro odio me inyecta nueva vida.
Vuestro miedo afianza mi sendero.
Vida de muchos puesta en el tablero
de la paz, combatida, defendida.
(Ira y miedo apostaron la partida,
quejándose los dos con el dinero.
Qué hacer, hombre de dios, si hay un ratero
que confunde la Bolsa con la vida).
Vuestro odio me ayuda a rebelarme.
A ver más claro y a pisar más firme.
(Mientras viva, habrá noche y habrá día).
Podrán herirme, pero no dañarme.
Podrán matarme pero no morirme.
Mientras viva la inmensa mayoría.

Autor: Blas de Otero


clasificado

29 Març 2016

Anna Margit - 02
Se vende complejo de culpa en buen estado,
con incrustaciones de brillantes en el vello púbico.
Ideal para tímidos, borrachos, cantantes de boleros,
delfines amaestrados, concursantes televisivos
y oficinistas de natural bondadoso
(absténganse niños, filósofos epicúreos y amantes
de la velocidad).
Se adapta con facilidad a rostros tristes
y a bolsillos de poetas sin oficio.

Varios tamaños y texturas, regulables
según el grosor de los pecados.
Se añade proyector de remordimientos
a medida de las fantasías incautadas.

Utilícese en noches de luna llena
y después de fiestas con carmín abundante;
jamás lo muestre en presencia de una mujer hermosa,
de sus ojos infinitos,
de sus pechos venenosos:
podría perjudicar seriamente el mecanismo.
Espere a estar solo,
a estar borracho,
a llorar sin motivo,
a reír sin motivo,
a vivir sin motivo.

Urge venta por traslado
al país de los fruteros indecentes
y las putas sin necesidades pecuniarias.

A pagar en cómodos plazos
hasta la negra noche del juicio,
o a cambiar por objetos inservibles:
una duda por resolver,
una duda irresoluble,
un espejo sin marco opresor.

Sólo deseo despertar mañana
y respirar el olvidado aroma
de su ausencia.

Autor: Ernesto Frattarola

Ilustración de Margit Anna


encierro

28 Març 2016

encierro

“Cada cosa, en cuanto está en ella, se esfuerza por perseverar en su ser”

(Baruch Spinoza)

Hay que estar aquí.
No en otro lugar.
Aquí. Donde el cuerpo
sin mancha abastece.
Donde basta una mano,
un ojo, para medir
la distancia que separa
la pared del suelo.
Aquí. Donde cae la tinta,
donde riega el sudor
y se encogen los pies
como pequeños animales
malolientes. Hay que estar aquí.
De pie. Encasillada, sin memoria,
en el caudal barroso.
Es decir, aséptico.
Aquí. Donde no hay sitio
para las voces.
Donde percute la espera
como una gota recia sobre el cráneo.
Donde todo amago de vida
se parece
a un ascensor que sube y baja
y a los contornos marrones
y al aire llagado
y a inscripciones hechas hechas con llaves
en la puerta.
Hay que estar aquí
y repetir como un conjuro absurdo
estas palabras, sin olvidar
que cada una de ellas
podría ser la última.

Autor: Laia López Manrique


Condenados por la Inquisición (Eugenio Lucas Velázquez, 1870)

27 Març 2016

“No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo” (Voltaire)

“La Inquisición generalmente condenaba al culpable a ser “azotado mientras recorría las calles”, en cuyo caso (si se trataba de un varón) tenía que aparecer desnudo hasta la cintura, a menudo montado sobre un asno para que sufriera una mayor deshonra, siendo debidamente azotado por el verdugo con el número señalado de latigazos. Durante este recorrido por las calles, los transeúntes y los chiquillos mostraban su odio por la herejía tirando piedras a la víctima”

Partiendo de la temática y la estética de Goya, Eugenio Lucas realiza este tipo de obras siempre con un espíritu claramente crítico. La posición de espaldas de las víctimas, que impide al espectador contemplar su rostro, es la mejor prueba de la condescendencia del pintor hacia los condenados.

A lomo de burros y tocados de los famosos capirotes, los acusados por el Tribunal de la Inquisición son paseados para escarnio público. A su alrededor, el pueblo les lanza improperios cuando no les golpea, como el personaje que en el centro de la composición porta un objeto.

El uso tenebrista de la luz, así como la pincelada pastosa y muy vibrante, dan un resultado claramente expresionista, que choca abiertamente con el academicismo imperante en el momento en que fue pintado el cuadro. De igual manera, el uso extremo del negro para la tonalidad general, hace que los colores resalten dramáticamente, logrando un efectismo visual muy común en todas sus obras.

 

 

En Condenado por la inquisición (1862) este cuadro el hombre, cubierto con una coroza y vestido con un sayón y el sambenito colgado al cuello, sujeta un crucifijo en la mano izquierda, mientras el gentío grita y se arrodilla burlescamente, mofándose de su desgracia.

Formando pareja con este lienzo, Condenada por la Inquisición (1860), con una mujer como protagonista del mismo tema, con la condenada -falda azul, cabello suelto y revuelto y rostro compungido- desfilando a lomos de un burro y marcada con un capirote sobre su cabeza, y la cruz en su pecho, que aguanta resignada su paseo entre las gentes, que parecen asistir a un espectáculo callejero. Conduce el asno que la carga un mulero que la increpa con su gesto, mientras es vigilada a lo lejos por la negra sombra de un alguacil y una anciana se arrodilla implorante a su paso.

En ambas escenas, el artista ilumina hábilmente las figuras que se desenvuelven en un constreñido e indefinido ámbito espacial, sugerido tan sólo por las tenues y desdibujadas siluetas de los edificios de la calle y fogonazos de luz, dispuestos con un indudable instinto efectista para intensificar la atmósfera agobiante y dramática de las escenas.


evidencias

26 Març 2016

Ben Shahn - 01
No.
No está en el cielo.
Yo vi
con mis propios ojos
como metían
su cuerpo
en un féretro de madera
y el sarcófago
en un nicho oscuro en concesión
de un cementerio
que visita algunas tardes el tío Antonio.

No.
No está en cielo
aunque diga una doctora
cuando extiende
el parte médico de baja
por depresión
que un angelito
ha subido al cielo.

Inconcebible
que algunos científicos
sigan cegados
creyendo en divinidades
que inventaron
unos hombres medio monos
hace dos mil años.

Autor: Javier Solé

Ilustración de Ben Shahn

Del libro “Bombyx mori” (ISBN 978-84-9095-196-5)

En la edición del vídeo la colaboración de Meri Pas Blanquer:


mentre tu dorms

25 Març 2016

lluvia - RuiPalh
En la plaça sotmesa per la pluja,
miro l’alta finestra il•luminada
que no vull perdre mai: no vull rendir-me
a la condemna de la vida.
Aquest ja no és ni un lloc de la ciutat,
ningú no seu als bancs: damunt la sorra
s’hi fan tolls que emmirallen
el rètol lluminós de l’hospital.
De tard en tard les portes automàtiques
de vidre il•luminades pel vestíbul
s’obren per cedir el pas
a una fosca figura rutinària.
Unes crosses travessen el carrer,
invisibles s’acosten a un dels cotxes,
el nostre, que ens durà sota la pluja
cap al silenciós dolor futur.
La teva calidesa ha estat efímera.
Trista felicitat d’aquesta calma
mentre recordo quan tu i jo teníem
uns matins que ens guardaven les mirades.
Em feia tanta por deixar-te sola.
Per dèbil i petita
que en la nit sigui la finestra encesa,
aquest és el consol: ja no hi haurà
cap més desemparança que la meva.

Autor: Joan Margarit

MIENTRAS TÚ DUERMES

En la plaza tomada por la lluvia
miro la alta ventana iluminada
que no quiero perder: no he de rendirme
a la condena de la vida.
Este lugar ya no es de la ciudad:
una plaza sin nadie con un rótulo
de hospital reflejándose en los charcos.
Las puertas automáticas
de cristal que el vestíbulo ilumina
se abren de vez en cuando y dejan paso
a una oscura figura rutinaria.
Unas muletas cruzan,
invisibles, la calle y se aproximan
a uno de los coches aparcados,
el nuestro, en el que iremos en silencio,
bajo la lluvia, hacia el dolor futuro.
Tu calidez ha sido tan efímera.
Triste felicidad la de esta calma
mientras recuerdo que tú y yo teníamos
mañanas que guardaban las miradas.
Tenía tanto miedo
a tener que dejarte sola un día.
Por débil y pequeña que en la noche
llegue a ser la ventana iluminada,
este es mi consuelo:
no habrá más desamparo ya que el mío.


luces en la habitación del hospital

24 Març 2016

Diane Tisseur
Este sábado noche
circulando por la Ronda
la silueta del hospital,
con algunas ventanas iluminadas,
se alza amenazadora
por enésima vez.

Me ha parecido
vislumbrar una silueta
en el interior de la habitación,
es probable
que al chico o a la chica
no le hayan dado permiso
para ir a casa el fin de semana.

Durante el resto del trayecto
escuchaba el silencio aterrador
de unos padres noqueados
su tristeza mientras miran por la ventana
el bullicio de una cena sin apetito en la cafetería
el dolor eterno con el que vivirán mañana.

O tal vez no.

Alguien tiene que salvarse.
No todos los poemas tienen siempre
que terminar mal.

De regreso,
las luces de la habitación
no estaban encendidas.

Estoy por completo convencido
que sus moradores
descansan unas horas
antes de afrontar
un nuevo día de vida.

Autor: Javier Solé

Ilustración: Maja Topcagic

Del libro de poemas “La casa del silencio” (ISBN 978-84-9095-522-2)


em declaro vençut

23 Març 2016

Alicia Besada - El linyera
Em declaro vençut. Els anys que em resten
els malviuré en somort. Cada matí
esfullaré una rosa —la mateixa—
i amb tinta evanescent escriuré un vers
decadent i enyorós a cada pètal.
Us llego la meva ombra en testament:
és el que tinc més perdurable i sòlid,
i els quatre pams de món sense neguit
que invento cada dia amb la mirada.
Quan em mori, caveu un clot profund
i enterreu-m’hi dempeus, cara a migdia,
que el sol, quan surt, m’encengui el fons dels ulls.
Així la gent que em vegi exclamarà:
—Mireu, un mort amb la mirada viva.

Autor: Miquel Martí i Pol

Ilustración: Alicia Besada, “El linyera”

Me declaro vencido. Los años que me queden
los malviviré mortecino. Cada mañana
deshojaré una rosa —la misma—
y con tinta evanescente escribiré un verso
decadente y nostálgico cada pétalo.
Os lego mi sombra en testamento:
es lo que tengo más perdurable y sólido,
y los cuatro palmos de mundo sin desazón
que invento cada día con la mirada.
Cuando muera, cavad un hoyo hondo
y enterradme de pie, cara al mediodía,
que el sol, cuando salga, encienda el fondo de mis ojos.
Así la gente, al verme, exclamará:
— Mirad, un muerto con la mirada viva.


el manuscrito

22 Març 2016

piano violín y partitura
En la casa natal de Beethoven
puede verse, expuesto en una vitrina, un autógrafo del compositor
repleto de tachaduras y correcciones.
Es la carta en la que pide a un poderoso príncipe que acepte
la sinfonía que acaba de concluir.
Ninguna composición de este genio
muestra sobre el papel huellas de un esfuerzo como el que trasluce esta carta,
dirigida al soberano de un pequeño Estado a quien hoy ya nadie recuerda.

Autor: Julia Hartwig


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