“Sola. Estoy sola.
Siempre he estado sola,
pero hoy
ni siquiera me tengo a mí misma
para hacerme compañía.”
(Marilyn Monroe, poema “Sola”)
Domenico Gnoli (1933-1970), pintor y dibujante italiano, fue una figura peculiar dentro del panorama artístico de la segunda mitad del siglo XX. Su pintura se caracteriza por los grandes planos de objetos o de detalles banales de la vida cotidiana, tratados con frialdad y de forma minuciosa.
Sus imágenes pictóricas, perfeccionistas e inquietantes, a medio camino entre la abstracción y la figuración, entre el realismo y el pop art, nos descubren pequeños detalles de objetos agrandados, como si hubieran sido aumentados con una lupa. Tanto da que sea un botón, un mechón de pelo, el nudo de una corbata o un trozo de tela, lo esencial es que su ojo patológico les confiere una presencia casi mágica y un nuevo simbolismo que evoca la identidad de lo insignificante y testimonia nuestra soledad.
Gnoli manifestó en ocasiones que su intención era enlazar con la tradición del Quattrocento italiano a través de la representación de una realidad intacta.
En este Sillón, pintado en Mallorca en el verano de 1967, Gnoli aplastó contra el plano pictórico la trasera de una butaca sobre la que asoma una parte de la cabeza de una figura femenina sentada. El motivo se inspira en una escultura decimonónica que le llamó la atención en la Galleria Nazionale de Roma del académico Giovanni Focardi titulada Dulce reposo: una mujer joven descansa en un sillón.
En la pintura, el sillón ocupa la mayor parte de la superficie del lienzo y el enorme formato le permite agrandar sus proporciones por encima de la escala real, lo que confiere un cierto aire abstracto a la composición.
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