Recuerdo que cuando estaba en casa
de mi madre, en mitad de la llanura,
tenía una ventana que se abría
a los prados; al fondo, una frondosa barrera
escondía el Ticino y, todavía más al fondo,
aparecía una oscura franja de colinas.
Yo, entonces, solo había visto
una vez el mar, pero mantenía
una amarga nostalgia de enamorada.
Hacia la tarde, miraba el horizonte
entrecerraba un poco los ojos, acariciaba
los contornos y los colores en las pestañas
y la línea de colinas se alisaba
trémula, azul. Me parecía el mar
y me gustaba más aún que el verdadero.
Autor: Antonia Pozzi
Ilustración: Friedrich, “Moonrise over the Sea” (1820)
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