La mayoría de los cuadros de la etapa rosa de Picasso representan a gente del circo. Su fuente de inspiración era el Circo Fernando, que para entonces había cambiado de dueño y se llamaba Circo Medrano, y que estaba muy cerca de su estudio de Montmartre. Picasso trata el tema de forma muy diferente a Degas o Toulouse-Lautrec. Mientras que ellos representaban el circo como espectáculo, desde el punto de vista del público que pagaba para entretenerse, Picasso se centra en la vida de estos artistas errantes, que pasaban penurias y vivían al margen de la sociedad. De algún modo, se sentía identificado con ellos.
En esta pintura, una de las más conocidas de esta etapa, representa a una familia de saltimbanquis, aunque la relación de parentesco entre ellos queda poco clara. La pintura de esta época, en la que predominan los tonos rosas, rojos y marrones cálidos, no es tan depresiva como la del periodo azul, pero sigue teniendo un aire melancólico. Las figuras de los saltimbanquis están aisladas en medio de un paisaje vacío, sin nada a su alrededor que les permita echar raíces. Al igual que les sucedía a Picasso y a sus amigos expatriados, solo se tienen los unos a los otros.
El motivo principal de este cuadro son los cuatro juglares masculinos, siendo uno de ellos el niño juglar, aunque ahora fuertemente modificado en la figura de una niña pequeña. Vemos el cuadro claramente dividido en dos partes: por un lado, la unidad familiar representada en los cinco miembros de la izquierda, y por otro, la solitaria joven de la derecha.
La aparente lógica de la composición queda totalmente desmontada en un primer análisis; los personajes se encuentran unos contra otros, en una composición equilibrada, donde cada personaje pareciera psicológicamente aislado de los demás y del espectador. De hecho las miradas no conversan ni convergen y parecen pensativos y absortos. El espíritu dominante es el de la introspección y la triste contemplación.
El arlequín y los dos niños del centro observan a la mujer sentada sola, mientras que este arlequín le da la mano a la niña del cesto de flores que mira hacia el suelo. En esas representaciones mudas, Picasso logra traducir el estilo de vida de los verdaderos saltimbanquis, pero también su melancolía aparente y la alienación colectiva del grupo.
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