la Fragua de Vulcano (Velázquez, 1630)

15 Març 2021


Apolo, coronado de laurel y rodeado por un halo luminoso, irrumpe en la fragua donde trabaja Vulcano para anunciarle el adulterio de su esposa Venus con Marte, dios de la guerra.

El asunto elegido para este lienzo es una escena sacada de la mitología, interpretada por Velázquez en una versión estrictamente humana, con personajes contemporáneos. Apolo se ve envuelto en un manto que deja al descubierto su torso desnudo. Vulcano, en este caso, es simplemente un herrero, al igual que los cíclopes que le ayudan, que son hombres del pueblo que conocen el oficio. Vulcano le contempla con ojos atónitos después de haber escuchado la mala noticia sobre el adulterio de su esposa con el dios Marte a quien le estaba forjando en esos momentos una armadura. La caverna donde el dios herrero forja las armas de los demás dioses es en el cuadro una herrería de tantas como Velázquez pudo ver en España o en Roma.

Apolo está a la izquierda, ataviado con un vistoso manto naranja y con la cabeza resplandeciente -es el dios del sol-. Levanta el dedo índice de la mano derecha, solemne y acusador. Vulcano y sus ayudantes le miran sorprendidos, con los ojos muy abiertos. Utilizando la fuerza de estas miradas, Velázquez consigue algo que parece imposible: detener el tiempo durante un instante. Por las posturas de sus cuerpos sabemos que estaban trabajando, pero que en este preciso momento han dejado de hacerlo. Se han quedado quietos, impactados por la noticia que acaban de recibir. En la pintura barroca, es habitual ver escenas en las que los artistas congelan una imagen en movimiento.

También es importante debido a los estudios al detalle de la anatomía humana, los refinados juegos de luces evidenciados en la fragua, el yunque, la cabeza de Apolo y el vano del fondo. Fue capaz de crear un conjunto de actitudes entre la autenticidad de los gestos de cada personaje y la armonía en la composición de las formas en dicho cuadro.

Los cuerpos desnudos, hacen honor a sus conocimientos sobre la anatomía humana, y ponen una vez más de manifiesto su dominio en los refinados juegos de luces evidenciados en la fragua, el yunque, la cabeza de Apolo y el vano del fondo. Fue capaz de crear un conjunto de actitudes entre la autenticidad de los gestos de cada personaje y la armonía clasicista en la composición. Es una obra donde conjuga perfectamente lo mágico y fabuloso con la realidad.

La magia de Velázquez está en haber sabido combinar este clasicismo irreal con el ambiente sucio, caluroso y agobiante de una fragua auténtica. Anatómicamente, los cuerpos son perfectos, pero su piel no es de mármol como la de las estatuas, es piel de verdad, con sus rojeces y sus imperfecciones, y sus rostros tampoco están idealizados. El polvo del suelo es de verdad, tan de verdad que podemos sentir la arenilla rascándonos las plantas de los pies, y los objetos que vemos por la fragua son de verdad, pintados con la maestría de un bodegonista de primera.


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