paisaje al atardecer (Van Gogh, 1885)

18 gener 2023

Este pequeño paisaje fue pintado en Neunen, donde Van Gogh vivió en la casa familiar, ya que su padre se hizo cargo de la parroquia del pueblo desde finales de 1883 hasta 1885. Las obras ejecutadas durante ese período son principalmente de dos temas: retratos de campesinos y paisajes. El artista amaba el campo y se inspiraba en la gloriosa tradición holandesa de la pintura de paisaje, pero también la interpretación modernizada que hacían de ella los artistas de la “Escuela de La Haya”, siguiendo el ejemplo de lo logrado en Francia por los pintores de Barbizon. En el cuadro de Madrid, Van Gogh se remite explícitamente a esas obras. El tema tiene un aire informal, incluso trivial, sin que aparezca ningún edificio representativo. Como el paisajista del siglo XVII Jacob van Ruysdael, especialmente admirado por él, no opta por un escorzo particular sino por una simple vista campestre. En la “Escuela de La Haya”, uno de sus exponentes más destacados, Anton Mauve, fue durante un breve período maestro del artista, que se inspiró en él en lo referente al acorde tonal, en armonía con los colores locales, y a la superficie nítida, sin ningún efecto ni “pasaje de bravura”.

La composición se organiza con gran sencillez: el espacio es dividido en dos por la línea del horizonte, subrayada por la franja marrón del campo. La parte inferior, más oscura, está dominada por la presencia central de la zanja nevada, que introduce una nota luminosa; la superior, por el contrario, está protagonizada por el tono claro del cielo, cuya masa vacía equilibran las sutiles y esbeltas siluetas de los árboles. Estos últimos se distribuyen asimétricamente a los lados de la zanja; de ello resulta una organización de los espacios, llenos y vacíos, calibrada con esmero. Precisamente de su extrema simplicidad se deriva el poder de sugestión de la obra.

Las tonalidades otoñales de una puesta de sol serán las protagonistas absolutas de este trabajo en el que el astro rey domina con sus rayos radiales la composición, tomando un cierto aspecto infantil. Los sauces sin hojas y los matorrales de primer plano han sido conseguidos con trazos de pintura sin una organización aparente, tendiendo a la abstracción en primer plano mientras en el fondo encontramos mayores referencias espaciales, especialmente por el sol. El color anaranjado y rojizo se mezcla con el azul y el verde para expresar la alegría que corresponde al estado de ánimo del pintor, eufórico antes de la llegada de Gauguin.

Sauces a la puesta de sol fue pintado por Van Gogh en Provenza en el otoño de 1888. El pintor realiza aquí una imagen de una fuerza extraordinaria, dotada de un gran impacto emotivo. Una franja azul central, ante la que se recortan las siluetas simplificadas de los sauces, sintetizadas en pocas líneas marrones, hace de línea divisoria entre el cielo y el campo, dos zonas de color cálido, cargadas de rojos, anaranjados, amarillos. El sol es un disco del cual parten largas estrías de color que transforman el astro en un verdadero centro de irradiación de energía. Para equilibrar la potencia de semejante cielo, Van Gogh ha concedido un amplio espacio a la hierba alta y seca del campo, encuadrada en primerísimo plano. Da casi la impresión de que estamos tendidos en el prado, mirando hacia el horizonte. Entre tierra y cielo se interponen los perfiles de tres sauces pelados, dispuestos en una línea diagonal, que dividen rítmicamente la imagen. Sus ramas desnudas se alargan hacia arriba y quedan cortadas por el propio margen del soporte. Mediante el juego de claroscuros y la alternancia de tonos cálidos y fríos, todos ellos cargados de color, Vincent da cuerpo a una visión poderosa.


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