Tribunal de la Inquisición (Goya, 1819)

Auto de fe de la Inquisición (también llamado Tribunal de la Inquisición) representa un Auto de fe, o acusación por delitos contra la religión católica, del tribunal de la Inquisición española que se celebra en el interior de una iglesia.

El Santo Oficio venía condenando a los infieles desde la Edad Media. Aunque fue abolido por las Cortes de Cádiz, quedó restituido con la llegada de Fernando VII y emprendió su particular persecución contra los liberales y los afrancesados, mezclando motivos políticos y religiosos.

En una sala de arquitectura medieval, con enormes arcos conopiales típicos de los edificios civiles, se reúnen alrededor del estrado los numerosos asistentes, cuyas cabezas se pierden en la oscuridad del fondo de la sala. Elevado sobre una tribuna un clérigo lee la sentencia, y a la misma altura, en la parte izquierda, se distinguen las mujeres cubiertas con mantilla. Presidiendo la escena encontramos al corregidor, perfectamente identificado por su atuendo. Está cómodamente sentado a la izquierda como si asistiera a un recital de poesía, y dirige su atenta mirada a uno de los cuatro condenados. Sus cuerpos se retuercen de pánico al escuchar las palabras condenatorias. Llevan el sambenito y el capirote decorados con llamas como anticipo de la muerte que recibirán en la hoguera. Tras ellos se sientan los religiosos de diversas órdenes distinguidos gracias a sus hábitos: dominicos, franciscanos, cartujos… En el centro mismo de la composición, el gran inquisidor realiza un gesto de implacable, como si fuese un emperador romano en cuyas manos tiene la vida de un esclavo.

Todos los personajes del primer término aparecen individualizados, bien caracterizados en el desempeño de su papel, mientras que el fondo lo ocupa una masa anónima encuadrada por una arquitectura gótica y una atmósfera claustrofóbica.

El cuadro pertenece a una serie en la que figuran Corrida de torosCasa de locos y Procesión de disciplinantes. Se trata de un conjunto que representa algunos de los aspectos más terribles de la realidad española de comienzos del siglo XIX. Todos ellos reflejan motivos de costumbres que la ilustración y las ideas liberales (a las que por esta época se adscribía Goya) pretendían reformar, aunque encontraban la oposición de la política absolutista de Fernando VII.

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