Los turistas que llegan a Ushuaia
suben al Tren del Fin del Mundo,
se ajustan los auriculares
y pulsan un botón hasta dar con su lengua.
El folleto promete que quien pague su tique
escuchará la historia de los presos
que construyeron la ciudad
y podrá deleitarse con paisajes bellísimos.
Nadie hablará de trabajo forzado,
mencionará cadenas, dictadura, represión.
Al final del recorrido
los pasajeros podrán comprar una postal
donde se ve a los reclusos,
con su uniforme a rayas,
cavando entre la nieve.
Al fondo habrá un quiosco en el que vendan
café con chocolate y doraditas.
Autor: Olalla Castro
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