Sentada a la mesa del desayuno leyendo el periódico matutino está la esposa del artista, Sigrid Kähler. La luz entra a raudales por la puerta abierta, y afuera podemos distinguir el exuberante verde del verano. Es el año 1898 y la pareja de artistas daneses lleva dos años casados.
Esta sencilla escena plasma la serenidad de un desayuno tomado en una estancia bañada por la luz de la mañana. También refleja una de las principales preocupaciones de los artistas de fin de siglo: el equilibrio entre plasmar algo de forma naturalista y transmitir una verdad profunda.
Esta imagen es un retrato convincente de una mujer desayunando, pero pintada de una forma que transmite un gran realismo. La modelo nos da la espalda, lo que subraya el hecho de que su postura es de lo más cotidiana. Inclinada hacía delante para leer el periódico. La mesa sobre la cual se inclina queda cortada bruscamente por la izquierda y forma un objeto en primer plano contundente, una reminiscencia de los grabados japoneses que tanto influyeron en muchos artistas de la época. La luz brillante se refleja en toda la superficie, como sucede en las mañanas soleadas.
El efecto global es el de un momento privado capturado al pasar, pero que el espectador reconoce además de sentir la placidez del momento con intensidad.
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