A eso de las ocho
se metió desnuda
en la bañera
-el agua hasta el borde-.
Antes había saqueado
por completo
el frasco de las pastillas
engullidas como si fueran lacasitos.
No tuvo dificultad
en rasgar los brazos
-los dos-
con la navaja.
Es un misterio saber
en quien o en qué pensaba
en el último minuto de su vida.
Cuando descubrieron el cuerpo
el agua no estaba teñida de rojo
todavía la espuma anclada en la superficie
como un iceberg de viento.
Dijeron que fue el corazón
-su familia católica ocultó la verdad-
el deseo de ser enterrada
junto al joven delincuente
al que la noche antes
había matado
a palos
la policía
en una manifestación
contra
la pobreza
en el mundo.
Autor: Javier Solé
Fotografía de Anatoly Toor
Poema incluido en la versión impresa de “Golondrinas suicidas” (ISBN 978-84-9115-967-4)
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