la espera del marinero (Berrueta, 1901)


Berrueta pinta “La espera del marinero” (1901), cuadro en que una madre con sus hijos, a la orilla del mar, aguarda el regreso de su marido “arrantzale”. La prolongada separación del ser querido se acentúa por medio de una cuidadosa planificación con intención de reforzar la sensación de alejamiento.

En la orilla del río -parece la desembocadura del Bidasoa al mar- y de espaldas a un dique de piedra, se han representado al lado izquierdo de la imagen una madre con su niño en brazos y su hija junto un cesto, situadas en primer plano. Cerca de ellas hay una lancha con un remo medio caído, en parte varada en la orilla y en parte flotante en el agua, vista en posición lateral. Al pie un pozal. La orilla profundiza en el espacio y en planos intermedios se representan cuatro botes más, dispersos. La bahía se ensancha y cierra al fondo por un cabo montuoso. El espacio de la derecha muestra la infinitud del mar. El cielo presenta nubes de diferente densidad y coloración. Es un cielo con luz de amanecer, sombrío y triste. La vestimenta de los personajes es negra y sus miradas se han sabido dirigir con hondo sentimiento: la mirada de la madre hacia la lejanía del mar; a del bebé hacia el espectador, ajeno a la circunstancia que se relata; la de la niña hacia el suelo, vuelta la cara al espectador. La tensión entre un espacio y otro (el mar como separación, la tierra como espera impaciente) se han planteado como poesía no exenta de preocupación, de dolor. De esta tensión dimana una conclusión, la dureza en que vive la familia pescadora.

Se advierte una espiritualización a lo Puvis de Chavannes. Paleta de verde, negro, azul y blanco. Se obtienen grises amarillentos y oscuros en el cielo y azules malvas en el mar, con sensibilidad visual. Pincelada menor, fundente, de gran precisión. El ambiente es de gran quietud.

La planitud del mar infunde lejanía pero la introducción en primer término de una barca varada, con su interior vacío y oscuro, con su remo caído, inquieta al espectador. Es como un mal presagio.


En “Joven pescador” (1901) la tristeza impregna el lienzo. Desde el interior de una embarcación, un muchacho pesca en la ría con un sedal. Se halla sentado en un banco y en postura escorzada lateral izquierda. Apoya su mano derecha en la borda del barco y la izquierda sostiene el sedal, con el brazo relajado a lo largo del costado. Ante sí tiene una cesta de avellano y una caja de madera. Dos maromas caen de la parte superior en el lado izquierdo, una de ellas engarzada en un montón, y se anudan al costado de la embarcación. El muchacho es un grumete, de familia de pescadores. Viste pantalón grueso a cuadros, camisa blanca arremangada, faja en la cintura y boina. En plano posterior queda el agua remansada de la ría del Bidasoa, con débil cabrilleo y una lancha velera vista de costado a la derecha. En tercer plano las casas de la población tras la playa y una fila de montes a continuación. Cielo escaso y nublado. Luz tenue.

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