dos ancianos

31 Mai 2021


“perquè estimar no és enamorar-se”

(Joan Margarit, fragmento del poema “Treballs d’amor”)

Por la puerta entreabierta
del vestidor
veo tus pechos caídos.

No son las cicatrices de tu rostro inapetente
ni los cabellos blancos
o tu aspecto desaliñado y sucio,
ni tu falta de ganas para cualquier cosa
lo que anula mi deseo
más bien
las manos vencidas con las que no te abrazo
los años arando un rostro inexpresivo
mi pelo albino
mi presencia desabrida y descuidada
mi falta de ganas para iniciar o continuar cualquier proyecto

y,
muy especialmente,
todo el futuro enterrado de antemano,
la historia que nos ha tratado mal,
tanto
que parecemos dos ancianos
esperando
con indisimulada indiferencia
la muerte.

Unas viejas fotografías
certifican,
en esta casa triste
donde habitamos,
que nuestra infelicidad
fue sobrevenida.

Autor: Javier Solé

Del libro de poemas “El exilio interior” (ISBN 978-84-1304-853-6)

Ilustración: Picasso, “la tragedia -los pobres a la orilla del mar” (1903)

Es muy probable que “La vida” -un cuadro similar a éste- sea más popular y representativo de la época azul de Picasso pero en “La tragedia” -o “Los pobres a la orilla del mar”, como también se le conoce- es una pintura que cuando la ves no deja de perseguirte toda la vida. La tristeza que desprende deja una huella tan profunda que es ya imposible que el tiempo u otras pinturas la borren.

Son las tres figuras estilizadas de personas elegantes, venidas a menos, las encargadas de conmover las entrañas del espectador, de hacerle pensar y de sumirle en la misma incógnita que probablemente atormentaba a su creador para ser capaz de generar tanto desasosiego con un trazo tan preciso de los pinceles.

Estos tres personajes son extremadamente pobres, como lo evidencia el hecho de que estén descalzos y quizás también su delgadez. El significado de la pintura, sin embargo, radica en las actitudes y el entorno. Los mayores, el hombre y la mujer, cabizbajos y desesperanzados, entienden que su condición de pobreza y posiblemente la del niño son irreversibles. El niño, por el contrario, con la posición de la mano, los ojos abiertos y una actitud que tiene como propósito calmar, tiene otra visión. El niño es el futuro (donde siempre hay esperanza), pero también hay inocencia y desconocimiento de la realidad.

Los pobres de azul son ciegos sin serlo por voluntad del pintor, que además inclina sus rostros para que la sumisión de las circunstancias atormente a los protagonistas y, a través de ellos, al observador.

La playa y el mar representan la profunda desolación del pobre y la permanente falta de recursos.


tú eliges

30 Mai 2021

ir contra la iglesia
es ir contra dios

se nos inculca
como un mantra
en el sicario de dios:

ir contra la iglesia
es ir contra dios

y estoy de acuerdo:

ir contra la iglesia
qué duda cabe
es ir contra dios

pero a favor

del hombre

Autor: David González

Ilustración: José Gallegos y Arnosa, “los cardenales”


la muerte de Pablo Escobar (Botero, 1996)

29 Mai 2021


Pablo Escobar Gaviria fue un reconocido narcotraficante colombiano, máximo líder del cártel de Medellín, murió el 2 de diciembre de 1993, a los 44 años. El pintor Fernando Botero le dedicó dos obras, una en 1996 titulada La muerte de Escobar y otra en 2006 titulada Pablo Escobar muerto. Hoy hablaremos de la primera que realizó.

En la primera pintura, “La muerte de Escobar”, Botero ofrece su versión de la muerte de Escobar después de haber estado durante meses en busca y captura por haber huido de la prisión. La escena se sitúa en el barrio de Los Olivos de Medellín y aparece representado el narcotraficante, con la camisa abierta, sobre los tejados de la ciudad mientras es atravesado por varias balas que lo rodean. Él también va armado y lo vemos herido a punto de caerse.

La obra lleva el indiscutible sello de Botero, con su estilo entre naïf y renacentista, aporta su visión de un momento histórico, la desmesurada figura de Pablo Escobar (tan característica de la escultura y la pintura de Botero) ocupando prácticamente todo el espacio nos hace pensar en la importancia que tenía el personaje. Los colores son vivos y un cielo nublado hace de fondo del cuadro.

“Los tamaños de las figuras en los cuadros de Escobar muestran su dimensión prácticamente mítica que llegó a tener”

El artista más famoso de Colombia retrata al criminal más famoso de Colombia.

Era cuestión de tiempo, ya que Botero era un pintor que en esos años se sentía obligado a retratar, con su particular estilo, la reciente historia colombiana e internacional. Y un hecho histórico incontestable de los años 90 del siglo XX fue sin duda alguna la muerte de Pablo Escobar en 1993.

El narco llevaba meses en busca y captura y fue finalmente localizado. Huía de la policía por los tejados de la ciudad de Medellín, estaba descalzo y pesaba 100 kilos. No tardaron en abatirlo.

Años después, Botero, paisano suyo de Medellín, lo representa en esta obra con aspecto gigantesco, un Godzilla colombiano. El cielo está cubierto de nubes, denso

Los dos cuadros muestran a un Pablo Escobar enorme sobre un tejado.

En el primero es abatido por varias balas y en el segundo ya aparece derrumbado sobre ese techo que fue el sitio de su muerte, tanto en la pintura como en la vida real, hace un cuarto de siglo.

El segundo cuadro, en el que Escobar ya aparece muerto, forma parte de otra serie donde también se reflejan episodios violentos en Colombia y el mundo.


sin final

28 Mai 2021


Ahora estás en una residencia
Y nadie toca el piano en nuestra casa.

La enfermedad
se ha convertido en música,
fluye sin que ninguno la veamos.

Tú la puedes sentir.
Tocas la partitura del olvido.

Quisiera abrirme paso entre ese olvido
y hablarte como tú me hablabas antes.

¿Cómo no desear que todo cambie?

Ya solo el sinsentido logra que recupere
la raíz de unos años muy felices.
Ya solo hay sinsentido entre mi madre y yo.

Cuando llega la noche
descanso en el ayer.
El silencio es salvaje.

Autor: Lorenzo Plana

Ilustración: Erhard Gutmann, “girl at piano”


com les gavines

27 Mai 2021


Creuant els temporals
s’aprèn a planejar
sobrevolant la vida.
A avançar fent servir
la violència del vent.
Com les gavines.

Autor: Joan Margarit

COMO LAS GAVIOTAS

Cruzando temporales
se aprende a planear.
Sobrevolar la vida
para avanzar usando
la violencia del viento.
Igual que las gaviotas.

Autor: Joan Margarit

Ilustraciones de Eliseo Meifrén y Roig


el soldado y la niña de la Chanca

26 Mai 2021

Era morena, de ojos claros.
Mil razones para amarla.

Fui recluta de remplazo
en la garita del polvorín.

Ella, mi niña gitana
a los pies de la Alcazaba
—páramo sin esperanza—
trepa
con la tinaja
por la pendiente
cada mañana
hasta el último chamizo blanco.

Era morena, de ojos claros.
No la amé lo suficiente.

Pusilánime pené
en una oficina sin ventanas
de la ciudad sin bahía.
La teneduría es quehacer de jubilados.

Para ella imaginé
una vida palpitante.
El temblor de dos cuerpos
en la sierra de Filabres.

Ahora, cuando la noche
es presagio y certeza
—ébano de mármol—
le preguntó a mi pasado:

¿en qué mar naufragaron
sus verdes ojos
para vivir solo
esta quimera?

¿en qué hogar sucumbirá
a la sombra mi corazón?

En el último chamizo blanco.

Autor: Javier Solé

Fotografía: Carlos Perez Siquier, “la niña blanca de la chanca” (1957)

Carlos Pérez Siquier era entonces, cuando apareció esa niña en la puerta, un muchacho sin arrugas y sin pelo blanco cayéndole por la nuca como a un Arapajoe; era entonces, en ese lejano 1957 almeriense, un atildado oficinista del Banco Santander perito en arqueos de caja, en canjes de cheques y en dar los buenos días a los clientes habituales que entraban por la puerta giratoria del Paseo, pero que soñaba con que pasaran las horas macilentas de despacho y con que arribara el fin de semana para hacer lo que más le emocionaba.

Era como aquel Kafka, que en la Praga de hace un siglo se calzaba los manguitos y se pasaba horas encarcelado, tramitando seguros Generali, soñando con que llegaran las siete de la tarde para llegar a casa, preparar una tetera, abrir el escritorio y empezar a ungir historias en cuartillas holandesas. Solo que el empleado de banca almeriense no agarraba pluma y tintero como el escritor checo, sino una cámara Rolleliflex para construir historias con imágenes.

Le dio a Carlos, entonces, por subir a los arrabales de La Chanca, a retratar niños desnudos, a mujeres dando de mamar haciendo la cruz de la maldición, a niñas con cántaros de arcilla apoyados en la cadera como samaritanas, a vecinas barriendo la puerta o tendiendo la ropa o peinando a los hijos en la puerta sobre una silla de anea o a pescadores haciendo hilo con la rueca bajo el cerro de Las Mellizas. 

Aún no había aparecido Goytisolo con su libreta, ni Valente con sus versos, ni Sensi con sus suspiros, ni Pepillo con La Traiña, ni Ceba con la tiza. Ahí aún estaba solo Carlos, al que las gentes del barrio llamaban El Americano, apareciendo como un fantasma urbano por entre esos cerros empinados y esas calles de arena, con la cámara al hombro, fotografiando a los desheredados de la ciudad.

Una de aquellas mañanas soleadas, junto al Barranco Caballar, se le apareció al fotógrafo una niña en el dintel de la puerta de una casa-cueva. Era una niña humilde, que acababa de salir a la puerta, con los ojos heridos por el sol tras abandonar la penumbra. Iba vestida con una saya blanca que se agarraba con la mano derecha, mientras apoyaba en el quicio de cal blanca la izquierda. Calzaba unas pobres alpargatas y sostenía con altivez la mirada al hombre que armaba la cámara como si fuera un arcabuz para atrapar el instante, sin imaginar que esa imagen de “niña blanca” se acabaría convirtiendo en un icono de ese barrio donde empezó todo lo que ha venido después en la ciudad.

Fue como un flechazo- como el de un Nabokov con su Lolita– ese fogonazo de bromuro de plata, en el que el fotógrafo y la modelo no intercambiaron palabras. Ambos se miraron a los ojos y decidieron hacerlo rápido, en un segundo: posar y disparar, en un encuadre de geometría perfecta, convirtiendo lo ordinario en extraordinario. Un segundo después de la toma, le dijo a la madre: “Mama, el americano”, y se oyó la voz de la madre desde la cocina: “Niña, métete para dentro”. Y la niña: “Creo que me va a hacer una foto”. Y la madre: “Te he dicho que pases”. Y la niña: “Pues ya está hecha”.

Un domingo del año 2006, casi medio siglo después de aquel hechizo chanqueño, una mujer rubia llamada Elena -que preparaba un álbum de fotos para regalar a su madre residente en Londres por su 60 cumpleaños- se encontraba desayunando en Aguadulce y hojeando el periódico del día se dio de bruces con una foto de una exposición de Pérez Siquier organizada por el Foro La Chanca. Y tuvo un pálpito y cogió el coche y se fue a buscar a su tía Fina a la calle Pedro Jover, quien le confirmó que esa de la foto del periódico era su madre. Y Elena emocionada localizó a Carlos que desayunaba en el Colón y se presentó: “Yo soy la hija de la Niña blanca”. Y a partir de entonces, se obró el milagro de la vida después de aquella imagen remota, que ha sido punta de lanza en exposiciones del Premio Nacional de Fotografía y Medalla de Oro de las Bellas Artes, y todas las piezas del tiempo empezaron a encajar.

La niña que fotografió aquella mañana lejana el entonces joven empleado de Botín se llamaba Ángeles Hernández Domínguez, hija de José, un pescador de traíña del barrio, y de Josefa, que parió también a Fina y a Paquita en esos humildes andurriales bajo La Alcazaba, en una casa sin luz ni agua. Tenía Ángeles entonces, cuando quedó inmortalizada para los restos, once años y toda una vida por delante. Por eso, a los 17, se fue a trabajar de camarera a un camping de Palma de Mallorca, como otras muchachas de La Chanca, por recomendación del propietario del bar Los Mariscos, en Méndez Núñez, que tenía amistades en la isla.

Con su cofia y su uniforme negro, laboró varios años Ángeles en ese complejo de bungalows, hasta que un cliente inglés llamado David Hepburn empezó a rondarla. Ella no sabía una palabra de inglés ni él de español, pero no fue impedimento para que fuera meses después a visitarla a su casa de La Chanca, con un diccionario Collins en la mano. La suegra le preguntó que en qué trabajaba y él le dijo que en la Bolsa. Y madre e hija creyeron que era basurero. Terminaron casándose en la Iglesia de San Roque en 1967, con don Marino oficiando la ceremonia del bróker y la camarera, quienes salieron rumbo a Londres donde se establecieron. Al mes llamó Ángeles a su madre, a un bar de la Plaza Moscú y ésta le preguntó: “Nena, cómo estás”. Y ella: “Bien, aquí son muy limpios madre, mi marido va todos los días al trabajo de basurero con traje y corbata”. 

David y Ángeles vivieron también años en Canadá, Luxemburgo, Bélgica, para volver de nuevo a Londres, donde tuvieron dos hijas: Elena y Molly.

Tras el encuentro de la hija con Carlos, se produjo a los pocos meses el de la musa con el artista, en la antigua Cafetería Gladys, rememorando aquel día azul y luminoso en la cresta de la ciudad antigua, cuando ella posó como una virgen blanca del Renacimiento y el la capturó para la eternidad como un Leonardo. Y ahora su historia, la historia de los dos, ha quedado reflejada en un delicioso documental de la 2 de Televisión Española, titulado ‘Detrás del instante’, dirigido por Xavier Baig y Jordi Rovira, en el que se rememora ese encuentro y dónde los protagonistas –Carlos y Ángeles- vuelven al mismo barrio y al mismo quicio de la puerta donde la Niña blanca (hoy con 74 años y residente en Londres) decidió ese día, rebelándose a su madre, que no había por qué temerle a los disparos del Americano ( hoy con 90 años bien llevados en su terraza de El Palmeral, donde cada tarde a las 8 se prepara un gin-tonic con dos tortas de Inés Rosales mirando el Azul Siquier del mar de enfrente).

Fuente original:

https://www.laopiniondealmeria.com/2020/01/la-historia-de-la-nina-blanca-de-la.html


todos los pájaros regresan a tus ojos

25 Mai 2021

Tu luz barre las sombras
y vuelan con tu voz.
Te beso
y se queda cada poro
con tus labios.
La sal de los ahogados,
el sol de los proscritos en la boca.
El tiempo al otro lado de mis ojos.
Vuelvo a iniciar el viaje donde habito.

Autor: Domingo Acosta Felipe

Ilustración de Evelina Oliveira


desaliento

24 Mai 2021

Tal vez fuera
un brote persistente de tristeza
la soledad áspera larvada desde la niñez
la senda diaria jalonada con mojones de desidia.

En esta travesía hacia la No-Vida
hablo solo con mi hija muerta.
Sobrecoge oír su voz,
trémula y cálida.
Mi llanto cubre su canto.

Autor: Javier Solé

Fotografía de Leonard Misonne

Del libro de poemas “En el umbral del eclipse” (ISBN 978-84-1398-333-2)


la llibertat

23 Mai 2021

La llibertat és la raó de viure,
dèiem, somniadors, d’estudiants.
És la raó dels vells, matisem ara,
la seva única esperança escèptica.
La llibertat és un estrany viatge.
Va començar en les places
de toros amb cadires a la sorra
en les primeres eleccions.
És el perill, de matinada, al metro,
són els diaris al final del dia.
La llibertat és fer l’amor als parcs.
La llibertat és quan comença l’alba
en un dia de vaga general.
És morir lliure. Són les guerres mèdiques.
Les paraules República i Civil.
Un rei sortint en tren cap a l’exili.
La llibertat és una llibreria.
Anar indocumentat.
Les cançons prohibides.
Una forma d’amor, la llibertat.

Autor: Joan Margarit

 Fotografía de Manel Esclusa

LA LIBERTAD

Es la razón de nuestra vida,
dijimos, estudiantes soñadores.
La razón de los viejos, matizamos ahora,
su única y escéptica esperanza.
La libertad es un extraño viaje.
Son las plazas de toros con las sillas
sobre la arena en las primeras elecciones.
Es el peligro que, de madrugada,
nos acecha en el metro,
son los periódicos al fin de la jornada.
La libertad es hacer el amor en los parques.
Es el alba de un día de huelga general.
Es morir libre. Son las guerras médicas.
Las palabras República y Civil.
Un rey saliendo en tren hacia el exilio.
La libertad es una librería.
Ir indocumentado.
Las canciones prohibidas.
Una forma de amor, la libertad.

Autor: Joan Margarit

Fotografía: Agentes de la Policía franquista vigilan, porra en mano, las protestas estudiantiles en la Universidad Complutense de Madrid. 


blancanieves y su madrastra (Paula Rego, 1995)

22 Mai 2021


La obra de Rego rehace los cuentos de hadas para corregir las desigualdades sociales y de género. Como muchas ya sabemos, las ilustraciones tradicionales de los cuentos de princesas contribuyen a reforzar la ideología y los deseos de la cultura patriarcal. La artista, por el contrario, inserta a las idealizadas princesas en historias vulgares alejadas del previsible final feliz. De este modo, Rego reinterpreta el cuento de Blancanieves desechando el sentimentalismo de Disney para mostrar el conflicto psicológico entre dos generaciones de mujeres.

En Blancanieves y su madrastra (1995), vemos a la joven representada con rasgos masculinos y levantándose el vestido para que la madrastra le ponga la ropa interior. La tradicional pasividad de la princesa es llevada aquí hasta su extremo más sarcástico.

Paula Rego se apropia de un popular cuento infantil, ese de la pobre chica con familia disfuncional que sólo puede ser salvada por un príncipe azul, para actualizarlo y darle un nuevo significado. Blancanieves se muestra muy masculinizada, algo típico de la obra de Rego, y muy alejada de ese ideal de belleza al que nos tenía acostumbrados Disney, aunque la artista mantiene el icónico vestido de la película para hacer al personaje más reconocible.

El mito de Blancanieves le sirve a Rego para retratar las desigualdades sociales y de género, y sobre todo las relaciones familiares, en este caso entre mujeres de distintas generaciones. Blancanieves, pasiva ante su madrastra, es casi humillada mientras supervisan su higiene sexual, pero no lo demuestra.

En Gepetto Washing Pinocchio (1996) un hombre sentado con un delantal arrugado de carpintero mira el cuerpo propenso de un niño delgado que yace boca abajo, rígido como una losa del forense, sobre sus rodillas. ¿Está vivo el niño o es simplemente un tablón inerte de madera tallada? Agarrando un trapo rojo sangre, el creador de Pinocho frota la piel ambigua del niño con la fría concentración de un carnicero puliendo sus cuchillos.

Esta limpieza ritual cruda se lleva a cabo en un escenario que podría ser ayer, hace un milenio o dentro de cien años. Detrás de la pareja, nada más que misteriosa oscuridad. Frente a ellos, uno cubo negro perturba el espacio intemporal en el que los dos están íntimamente entrelazados.


Fascinada por las películas de Disney desde su infancia, Rego decidió crear una escena de Fantasía grabada en su memoria: la danza de los avestruces en la serie Dancing Ostriches (1995). En realidad, más allá de este trabajo, Disney ha sido una de sus mayores influencias: la artista reconoce en este tipo de cine el equivalente fílmico, o contemporáneo, a los cuentos de hadas tradicionales que los niños han escuchado durante generaciones.

Dibujando a partir de su memoria y tomando como modelo a su asistente Lila, la creadora lusa decidió sustituir a los animales de la película por robustas mujeres en posturas pretendidamente incomodísimas. Sus posiciones inauditas, raras –intencionadamente- en las representaciones femeninas, desafían la idealización del cuerpo de la mujer, y de la mujer misma, en el cine y, en particular, en el cine de Disney.