vuelo de brujas (Goya, 1798)

31 Març 2023

El mundo de la brujería estaba muy en boga en los años finales del siglo XVIII. A pesar de los desvelos de la Ilustración por eliminar la superstición de la sociedad española, lo demoniaco atraía a buena parte de los españoles sin distinción de clase social.

El tema de la brujería en la pintura de la Edad Moderna es recurrente y tuvo una importante presencia en la obra de Francisco de Goya. El pintor aragonés siempre mostró especial interés por la representación de episodios relacionados con lo sobrenatural y las brujas.

Entre sus creaciones vinculadas con la brujería, destaca Asuntos de brujas, una serie de seis cuadros que realizó entre 1797 y 1798 después de que los Duques de Osuna, grandes admiradores y mecenas del pintor, le encargaran la colección para decorar el gabinete de la Duquesa en el Palacio de La Alameda. Estas seis pinturas tienen como tema principal la brujería; Vuelo de brujas, El aquelarre, La cocina de los brujosEl hechizado por la fuerza y El convidado de piedra.

En “Vuelo de brujas” (1798) tres personajes, vestidos con faldas, con el torso desnudo y tocados con capirotes en forma de mitra, decorados con pequeñas serpientes, e iluminados por un foco de luz exterior al cuadro, sostienen en volandas a otro hombre desnudo y al que insuflan aire soplando sobre su cuerpo, como revelan sus hinchadas mejillas. En la parte baja, dos hombres, vestidos de agricultores, han logrado la cumbre de la montaña, el camino tortuoso y ascendiente se pierde en la oscuridad del fondo, mientras su asno se ha parado más abajo. Uno, caído en tierra, se tapa las orejas para no escuchar el ruido de los seres voladores; el otro, avanza con el cabo cubierto, protegiéndose de la luz y haciendo la higa con sus dedos, contra el mal de ojo.

El cuadro se ha sometido a radiografía y reflectografía de rayos infrarrojos lo cual ha servido para demostrar que Goya realizó un cambio importante en la composición: la figura que ahora anda de frente, cubierta por una manta blanca, originalmente se situaba de espaldas, marcha atrás por el camino por el cual había subido, buscando el asno, que se ve más abajo, y que era un símbolo de la Ignorancia usado por Goya también en otras obras.

Otra de estas seis obras es “El hechizado por fuerza” (1798), también conocida como La lámpara del diablo. La pintura representa una escena de la obra teatral de Antonio Zamora que era muy popular en tiempos de Goya. Don Claudio, sacerdote supersticioso y temeroso, cree estar embrujado y para seguir viviendo debe de mantener encendida la lámpara del diablo. En concreto aquella en la que el personaje central vestido de negro, se encuentra en la habitación de una bruja; sostiene, aterrorizado, una alcuza con la que está vertiendo aceite sobre una lámpara cuya luz ilumina el cuadro; con la mano izquierda se tapa la boca para que no le entre el diablo que, con cabeza de macho cabrío, sostiene la lámpara que el actor principal mantiene a la distancia que le permiten la largura del brazo y el movimiento distanciador corporal. Llena la lámpara porque cree que morirá tan pronto se consuma el aceite. Al fondo, en negro, se ven tres cabezas de asnos apoyados sobre las patas traseras y en el ángulo de la derecha, en primer plano puede leerse en un libro el principio de dos líneas: LAM DESCO que corresponde a unos versos de la obra.

En “El aquelarre” (1798) muestra el ritual, presidido por el Gran macho cabrío, una de las formas que toma el demonio, en el centro de la composición. A su alrededor aparecen brujas ancianas y jóvenes que le dan niños con los que, según la superstición de la época, se alimentaba. En el cielo, de noche, brilla la luna y se ven murciélagos volando.

En “Escena de brujas” (1798) nos muestra un grupo de brujas vestidas de negro y encapuchadas, con lechuzas sobre sus cabezas y figurillas en las manos, que podían ser pequeños exvotos de cera empleados en las actividades de magia. En primer plano vemos a un hombre vestido con una túnica blanca que se arrodilla ante el extraño grupo presidido por una figura de amplia túnica amarilla que podía ser la bruja neófita. El fondo tenebroso y la luz lunar refuerzan el carácter tétrico de la escena, en la que aparece una figura que desciende del cielo que resulta muy difícil de identificar. Goya ha empleado una pincelada rápida, aplicando el color a base de manchas, anticipándose a sus Pinturas Negras.


choque de placas

30 Març 2023

Del choque de placas
que separa la tierra,
arruga la corteza,
hunde bajo el suelo la risa,
surgirá también mañana
una montaña.

Autor: Olalla Castro

Ilustración: Alba Molero, “Salvaje II”


interior de una prisión (Goya, 1792)

29 Març 2023

La escena tiene lugar en el interior de la celda de una cárcel en la que distinguimos un arco por el que entra la luz, un recurso que recuerda al empleado en su obra Niños jugando a los toros.

Dentro de esta habitación el aragonés ha pintado a los presos, tumbados, sentados en el suelo y apoyados contra las paredes, atados con esposas y grilletes y pobremente vestidos. Son hombres apesadumbrados y cabizbajos, atenazados por el miedo y la desesperación como sus propios miembros aprisionados por cadenas y grilletes. Goya subraya la importancia de estos elementos al colocar en el centro de la composición el grillete que sujeta los pies del preso tumbado sobre el suelo, bien iluminado por la luz que entra desde el arco.

Interior de una prisión es – junto a Corral de locos – una de las escenas más dramáticas entre las pintadas por Goya durante la convalecencia de su enfermedad en 1792. Posiblemente visitó en alguna ocasión una institución penitenciaria, mostrándonos el pésimo estado en el que se encontraban los reclusos, dentro de la ideología ilustrada de humanizar la Justicia. Bajo un amplio arco se sitúan los presos atados con cadenas y grilletes; tumbados, sentados o de pie esperan el paso del tiempo y la finalización de su reclusión. Una fuerte luz blanca domina el fondo de la composición, contrastando con las tinieblas de primer plano. La pintura ha sido aplicada con toques quebrados, interesándose por las sensaciones y los ambientes más que por detalles o expresiones.

Frente a un fondo neutro, un hombre, de cara al espectador y en primer plano, se cubre con una manta beige. Debajo de esta manta, sin embargo, todavía se ven los grilletes en sus pies. En el fondo, un segundo hombre está sentado, con las manos atadas. Junto a él, en el suelo, otra figura yace de costado, también aparentemente con los pies atados.

El escenario oscuro y la imposibilidad de moverse de estas tres personas crean una atmósfera estática que comunica la sensación de impotencia que provoca esta pérdida de libertad.

En Escena de prisión (1812) emana la violencia -tanto psicológica como física- a la que fueron sometidas aquellas personas detenidas en las cárceles de la época.


riña de gatos (Goya, 1786)

28 Març 2023

Dos gatos, con la piel erizada y el lomo arqueado, destacando contra la claridad de las nubes, bufan y se enfrentan en lo alto de un ruinoso muro de ladrillo.


excusa

27 Març 2023

no, yo no trabajo
en una fábrica de armas
ni levanto muros de cemento armado
o redes de alambre de espino
no, yo no trabajo
en ese ramo de la construcción
ni soy el brazo de la ley
que trata de llegar al cuello
o a las ropas de inmigrantes i legales
cuando tratan de pasar por encima
de esos muros y alambradas
ni tampoco soy,
en otro orden de cosas,
el gancho, la porra, el rifle o el arpón
que asesinan a sangre fría
focas, ballenas o cualquier otra especie
animal que se les ponga por delante
no, yo no trabajo
en ninguna de esas historias
o en otras por el estilo
no, lo lamento,
yo no tengo vuestra excusa:
yo no tengo
crías que alimentar

Autor: David González

Ilustración: Joan Genovés, «Tempo» (2018)


el disco rojo persiguiendo a la alondra (Joan Miro, 1953)

26 Març 2023

El disco rojo persiguiendo a la alondra es una obra surrealista está llena de elementos figurativos, líricos y emotivos. Se evidencia un lenguaje subjetivo del autor, al reunir lo ocurrente y lo funesto, en formas y figuras sutiles, que se reducen a puntos, líneas y explosiones de colorido indefinidos.

El fondo de la pintura es plano y con un tono neutro. Hay una gama de colores brillantes, pero reducida, en especial el azul, el rojo, el amarillo, el negro y un poco de verde. Con esta combinación, se irradia un ambiente medio opaco, pero sin llegar a una penumbra absoluta. Del mismo modo, se sitúan siluetas amorfas, alternadas con líneas bastante acentuadas, puntos o plumas.

Aunque en el cuadro, el color negro invade un espacio solemne del primer plano, la posible pesadez de este color es compensada por la energía del color fondo y la utilidad de los tonos primarios: amarillo, azul y rojo.

La figura posicionada en la parte izquierda de la obra, nace a través de un trazo y manchas pronunciadas, y trata de representar un objeto real, insinuando una imagen, por medio de las formas inconcretas, dejando no obstante su significado a la imaginación del espectador.

 

En Personaje delante de un paisaje (1963), la figura se define por trazos vigorosos en negro, mientras que el paisaje, conectado con el cosmos, se traduce en el uso del color. Miró persevera en el tema característico de su obra final, el de la figura y el paisaje, que también trasladó a su escultura, concebida en muchas ocasiones para ser situada al aire libre. Una temática que se singulariza por medio de unos personajes surgidos de su desbordante imaginación plástica que se erigen ante el paisaje y se conectan con el universo.


genocidi (Alex Monfort, 2019)

25 Març 2023

el cementiri

24 Març 2023

Els cavalls perxerons anunciaven el pas de la mort
amb la música monòtona de campantes i picarols
i ferradures de ritm cansat.
En la meva infància la mort caminava lenta.
Era una fantasia pintada de negre:
els cavalls negres,
la carrosa negra amb el taüt a la vista
i un seguici de cotxes negres
i gent caminant vestida de negre.
Només, de vegades, un petit taüll blanc
tallava l’aire com una escletxa profunda,
com un úter que volgués expulsar la vida
més enllà del misteri.
Els meus ulls interrogaven,
oberts com les cúpules de les catedrals
tot senyalant amunt, amunt, amunt.
I no era siunó al davant
que passava la pregunta de dolor quiet.
I no era siunó al davant
que el misteri traçava el límit de l’home
com un horitzó que no es pot tocar.
I no sabia que hi havia un cementiri tan a prop.
Potser la processó es desfeia més enllà del tombant
smicolada en milions d’àtoms,
barrejada amb l’atmósfera crepitant
de les torres d’alta tensió.
Ara vaig sovint a desar un rosa blanca
al columbari del pare
i és aleshores que torno a sentir
les campanetes i els picarols
i les ferradures de ritme cansat
dels perxerons negres.

Autor: Rodolfo del Hoyo

Ilustración: Albert Birkle, «Street at Night» (1921)


la masovera (Joan Miro, 1923)

23 Març 2023

La campesina es representada de una manera próxima a la del primer Picasso cubista; es como si Miró estuviese haciendo una especie de repaso de todo lo aprendido antes de abandonarlo totalmente, dando un auténtico salto que nada tiene que ver con los progresivos cambios experimentados por su arte en estos últimos años. Síntesis de impronta cubista y la vena naturalista.

El gato y la campesina conservan todavía restos de un realismo que, por el contrario, el contexto espacial en el que se mueven ha perdido. Los colores, todos de gama muy oscura, sólo tienen luz y vivacidad en algunos detalles que van desde el blanco del turbante que envuelve la cabeza de la masovera, pasando por la pata del conejo que tiene en la mano, hasta las uñas de sus pies, en una especie de recorrido que nos lleva después al gato, a su lado, hasta el fondo, donde se ve un triángulo. El fondo de detrás de la mujer, con unas vigas, nos sitúa al parecer en el interior de una vivienda campesina.

La casa de la palmera (1918) representa un caserón en el campo. Encima de la puerta central hay un rótulo con la fecha 1919, y en el reloj de arriba se pueden divisar las líneas horarias. Todo está dibujado con muchos detalles y precisión, lo cual probablemente fue posible gracias a la dura luz sin sombras del Mediterráneo, que educa la mirada y la inteligencia en la claridad de los límites y ofrece siempre recompensas tangibles a la observación.

Miró se estableció en Mont-roig por primera vez en 1911, cuando tenía 18 años, para recuperarse de una larga enfermedad, y a lo largo de toda su vida siguió acudiendo a esa localidad buscando la paz y el sosiego necesarios para poder concentrarse y trabajar.

Esta pintura es característica del periodo detallista del artista, el cual duró desde 1918 a 1922, y coincide con un cambio profundo en su manera de pintar y un abandono de los colores fauvistas.


un dulce canto

22 Març 2023

El dulce canto
del ave enjaulada
en realidad es un aterrorizado grito
que pide auxilio.

Autor: Fernando Barbero