
Paolo Malatesta y Francesca da Rimini, contemporáneos del propio Dante, estaban muy enamorados, pero por supuesto sus familias estaban en guerra. Para negociar la paz, Francesca fue ofrecida en matrimonio a Giovanni, hijo del señor de Rimini. Era feo y esto lo sabía el padre de Francesca. Temiendo que ella pudiera rechazarlo antes de la boda, se le ocurre que el matrimonio de Francesca y Giovanni sea por poder (mandato), práctica común en la época. Y quien aparece en representación del contrayente Giovanni es nada menos que su hermano, el hermoso Paolo. No hace falta decir que de inmediato los jóvenes se enamoraron. Así las cosas, el matrimonio es contraído y Francesca es llevada hasta su esposo. La impresión debió ser terrible para la chica. No debió extrañar a nadie que, tarde o temprano, Francesca y Paolo empezaran a sostener encuentros sexuales. En uno de estos encuentros fueron descubiertos por Giovanni, quien, lleno de ira, los apuñala salvajemente. Como se trató de un caso flagrante de adulterio, Giovanni no sufrió ningún castigo. La moral pública hizo que Paolo y de Francesca, los dos enamorados, fueron condenados al infierno por su pecado, y castigados a ser arrastrados sin rumbo por una violenta tormenta en el segundo círculo del Infierno.
Esta historia, a diferencia de la de Romeo y Julieta y la de Tristán e Isolda, fue verídica. Fue un caso real que sucedió en Rimini, en la segunda mitad del siglo XIII, y del cual se tuvo conocimiento público en toda Italia, dada la jerarquía de los personajes. El acontecimiento fue tan escandaloso que Dante lo incluyó en su Divina Comedia, compuesta alrededor del año 1300, lo cual significa que, más de quince años después del asesinato de Francesca y de Paolo, aún se hablaba del asunto en toda Italia.
Ary Scheffer realizó una docena versiones sobre los amantes. La primera versión se encuentra en la Colección Wallace y es de 1835. Es una de sus obras más admiradas. La pintura muestra a Dante y a su guía, el poeta Virgilio, durante su paso por el Infierno. Allí ven a las almas condenadas de Francesca y Paolo en el Círculo de los Lujuriosos.
No es fácil escapar a la seducción y erotismo de esta obra. La pareja de amantes está a medio cubrir con un velo. Francesca desnuda se adosa de frente sobre su amante, mientras da la espalda al observador. Ella en la altura izquierda de su espalda lleva una herida carmesí que contrasta con su piel de avena. Los cabellos negros cual cascada se escurren por su dorso, apenas rozándole sus nalgas turgentes. Con las manos tersas se abraza por el hombro derecho de Paolo, dejando a la vista el seno izquierdo, blanco en su redondez. Su rostro extasiado, en silencio semejante a un estanque, compone el centro de la obra.
Por su parte, Paolo, de frente, con el pecho descubierto y musculado, en el torso derecho exhibe la herida que comparte con Francesca. Él con la mano derecha sostiene por el codo izquierdo a su amante, mientras que el otro brazo lo eleva por encima de su cabeza, ocultando la frente con el anverso de la mano. Paolo sólo deja al descubierto su boca jadeante y la mirada embriagada en placer. A los amantes los ha visitado la lluvia temprana. Con esta expresión se termina de configurar la totalidad del centro de la pintura, cuyo fondo marrón ilumina los cuerpos desnudos. La pareja, en pleno vuelo, está ubicada en la parte superior izquierda del cuadro, y a modo de contraste, situados al costado derecho, se hallan Dante y Virgilio. Ambos están expectantes del cortejo de carne y pasión.
La historia de los dos desafortunados amantes, hecha inmortal por Dante en un famoso canto del infierno, es uno de los temas más explotados en la pintura del siglo XIX.
Ingres pinta “Paolo y Francesca sorprendidos por Gianciotto” (1819). La literatura medieval tuvo mucho eco en Ingres y otros pintores del llamado “género trovador”. La recuperación de la Edad Media y de los amores furtivos tienen mucho que ver con el Romanticismo, que está a punto de imponerse en la escena cultural europea.
Previati en “La muerte de Paolo y Francesca” (1887) proporciona una interpretación vigorosa y sombría, que destaca por su naturalismo exasperado y por su énfasis melodramático. La escena presenta un formato horizontal claustrofóbico y las figuras de Paolo y Francesca se destacan en primer plano en su lecho de muerte, ambas perforadas por la misma espada.

Doré en “Paolo y Francesca” (1893) sitúa abajo a la derecha dos siluetas recortadas en un crepúsculo rojo, son Dante y su guía Virgilio. Contemplan a los amantes flotando en el abismo; Paolo con sangre en su cuerpo guarda parecido con Jesucristo y Francesca lo mira con una expresión llena de tristeza.
Finalmente, la versión de Angelo se centra en la representación exuberante de la mujer y en la mirada de odio de su marido.

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