Sólo quiero crear un arte sencillo. Para ello necesito empaparme de una naturaleza virgen, no ver nada más que salvajes.
(Gauguin)
Pechos con flores rojas es una pintura realizada durante la segunda estanncia en Tahití. El título original se modificó posteriormente a Dos mujeres tahitianas.
La chica de la izquierda, que probablemente es Pahura la amante de Gauguin, sostiene un cuenco lleno de flores o frutos rojos no identificados, justo bajo sus pechos desnudos. La chica de la derecha lleva un ramo de flores de mango rosas con la posición de las manos en la actitud reverente oriental. Están derechas, seguras de sí mismas, ocupando el primer plano en una postura natural nada artificiosa. El fondo es completamente abstracto sin motivos decorativos complementarios, realzando así las dos figuras. Sólo el fruto rojo reclama la atención dando fuerte sensualidad.
Es en 1891, a la edad de 42 años, cuando Gauguin decide irse a vivir a Tahití, en el sur del Pacífico. Su intención era llevar una existencia más sencilla y armoniosa, en contacto con el primitivismo, religiosidad e inocencia de los habitantes de las islas de Polinesia. Quería ir allí en busca de inspiración «sin otra preocupación en el mundo más que expresar, como lo haría un niño, las impresiones de mi mente, usando sólo el medio del arte primitivo; el único medio correcto, el único medio verdadero».
En una carta escrita en 1890 por Gauguin, exponía: “En cuanto a mí, he tomado una decisión. Pronto voy a irme a Tahití, a una pequeña isla de Oceanía, donde las necesidades materiales de la vida diaria pueden solucionarse sin dinero (…) Allí por lo menos, bajo un Eterno cielo de verano, en una maravillosa tierra fértil, el tahitiano sólo tiene que levantar sus manos para conseguir su alimento; y además, nunca trabaja. Mientras en Europa, los hombres y las mujeres solamente sobreviven gracias a trabajar intensamente, luchando entre convulsiones de frío y hambre, víctimas de la miseria; los tahitianos, por el contrario, son los habitantes felices del desconocido paraíso de Oceanía, y sólo conocen la dulzura de la vida (…)”
Posiblemente sea ésta una de las imágenes más bellas entre las pintadas por Gauguin durante su estancia en Tahití. Las dos jóvenes que nos ofrecen las flores están captadas con enorme naturalidad y realismo. Esta célebre pintura de Gauguin es un auténtico himno a la belleza sensual. Las dos siluetas se perfilan a modo de bajos relieves contra un fondo de color que va de diferentes matices de verde al amarillo.
Gauguin es un gran amante de la mujer, siendo la protagonista absoluta de sus composiciones. No olvidemos que pese a estar casado con la danesa Mette Gad – de cuyo matrimonio nacerán cinco hijos – mantendrá relaciones y convivirá con varias muchachas tahitianas durante su estancia en la Polinesia.
Esta obra, “Mujeres tahitianas” la realizó Gauguin durante 1891, su primer año de estancia en Polinesia. La escena representa a dos jóvenes tahitianas sentadas en la playa. Una de ellas realiza un trabajo artesanal, mientras que la otra tiene una actitud meditabunda.
Las mujeres indígenas se convertirán en las principales protagonistas de los cuadros pintados por Gauguin durante su primera estancia en la Polinesia. Esta escena fue realizada al poco de llegar a Papeete, apreciándose dos jóvenes en posturas enfrentadas – una de espaldas y otra de frente – sumidas en sus pensamientos.
En esta pintura Gauguin utiliza la técnica desarrollada en su etapa bretona para superar las limitaciones expresivas del Impresionismo, y transmitir el primitivismo de la escena; Gauguin consigue un efecto decorativo mediante el uso equilibrado del color, que está presente en tonos puros y brillantes.
Esta composición es típica de las obras pintadas a comienzos de su primera estancia en el Pacífico, cuadros que muestran a menudo a tahitianas ocupadas en sencillas tareas cotidianas. Los rostros tienen un leve deje de melancolía. Una leve animación se crea por las olas que se rompen en la laguna del fondo, solamente sugeridas por algunos realces de blanco.
Una de las mujeres, la que queda a la izquierda del cuadro, viste a la manera tradicional, con ornamentación esquemática y plana que recuerda las estampas japonesas. Sin embargo, la de la derecha viste un vestido rosa típico de las misioneras.
La sensación visual recrea la oposición entre la artificialidad de la civilización y autenticidad primitiva, debate al que no es ajeno el pintor recién llegado de Europa. Gauguin transmite el mensaje simbólico de la inocencia mediante la florecilla del suelo, y las que llevan las mujeres en el pelo.
El pintor otorgó a este cuadro gran importancia y realizó de él una variante en 1892, “Parau Api”, en la que el pareo de flores sustituye el vestido de la mujer de la derecha.
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