Considerado como el mejor cronista de la España del primer tercio del siglo XX, José Gutiérrez Solana combinó su actividad pictórica con la de dibujante, grabador y escritor. Todo su universo creativo proporcionó una visión costumbrista y esperpéntica de la España de principios del siglo. De su obra se desprende la esencia de la tradición pictórica española, y su estilo es poseedor de un realismo sobrecogedor y un expresionismo inconfundible. Repartió su tiempo entre Santander y Madrid, conscientemente se mantuvo lejos del academicismo y nunca quiso pertenecer al mundo de las vanguardias. Siempre independiente creó un estilo con acento propio. Solana fue el intérprete de un mundo triste y miserable.
Relacionado en la época con la Generación del 98, su pintura de gran carga social refleja una visión pesimista y subjetiva de España, donde los protagonistas de sus obras pertenecen casi siempre al mundo de la pobreza. Incansable observador se acercaba a la actividad frenética de un mundo suburbano que le atrajo desde el principio de su carrera, ofreciendo de forma directa en toda su plástica una imagen mísera y grotesca de la España que le tocó vivir. Representando preferentemente en sus cuadros escenas y ambientes tomados directamente de la realidad.
De carácter arisco y atormentado fue un genio incombustible, con su pincelada densa y rotunda nos hizo testigos de la España de las costumbres, de las fiestas populares y la superstición de principios de siglo. De esta forma su temática lúgubre y desengañada nos mostraba los ambientes y la atmósfera percibida en las tabernas, los rastros, las corridas de toros, los espectáculos de coristas y cupletistas, las tertulias, los prostíbulos, los carnavales o las procesiones.
El tema de “Las coristas” es, una vez más, el reflejo de una situación cotidiana en la España de la época; un camerino colectivo de coristas donde se están cambiando las mujeres. Una habitación desordenada con las ropas colgadas en la pared, donde parece haber un horror al vacío, y las mujeres se presentan de un lado a otro. Colocadas como si se tratase de un friso, nos sitúa como un espectador que se encuentra allí mismo, en primera línea y eso lo consigue reduciendo el espacio entre el primer término y el fondo de la obra. Con gran soltura compositiva logra espacio gracias a la superposición de formas cromáticas y el volumen de las figuras hacia delante.
El lienzo sigue la misma línea que utiliza en muchas de sus composiciones, en cuanto a técnica, ya que siempre utilizar los colores oscuros y la sobriedad de los rostros para realizar sus escenas costumbristas que se convierten de manera natural en una galería de retratos anónimos. Las figuras femeninas, corpulentas, de fuerte modelado, casi escultóricas, se encuentran silueteadas de negro, logrando con ello una mayor energía y agresividad al contrastar este color con la gama de los pardos, verdes y azules, colores a los que se reduce prácticamente su paleta.
La escena está repleta de dureza y de ternura al mismo tiempo, la imagen no tiene nada de erótico y prescinde voluntariamente de la picardía que podría ser propia de este tipo de temas, pese a ello muestra la belleza y la personalidad de la mujer joven. Sin embargo la imagen se llena de cierta melancolía conseguida a través de las miradas tristes y ausentes, la falta de provocación en su actitud o el color e iluminación de sus carnes..
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