el dormitorio de Arlés (Van Gogh, 1889)

30 Abril 2020


El dormitorio en Arlés es un cuadro de Van Gogh que representa el dormitorio del pintor durante su estancia en la ciudad francesa de Arles, un motivo sobre el que pintó tres cuadros casi idénticos.

El cuadro representa el dormitorio de Van Gogh en el número 2 de la Place Lamartine, conocida como la Casa Amarilla. Era la primera habitación propia que tenía Van Gogh. En ella estuvo en 1888-1889. Lo pintó antes de la llegada de Gauguin.

La puerta a la derecha se abría a la planta superior y la escalera, la puerta de la izquierda servía para la habitación de invitados que preparó para Gauguin. Sobre la pared del frente se abría una ventana, por encima de una mesita, ligeramente descentrada. Esta ventana daba a la Place Lamartine y sus jardines públicos. La habitación no era rectangular sino trapezoidal, con un ángulo obtuso en la esquina izquierda de la pared frontal y un ángulo agudo en la derecha.

Es un alojamiento modesto, con poco mobiliario, hecho de madera de pino: una cama a la derecha, un perchero, dos sillas, una mesilla de madera en el ángulo y cuadros en las paredes. Esta austeridad quiere reforzar su idea de tranquilidad y paz.

En una carta dirigida a su hermano Theo, Vincent explica lo que le incita a pintar una obra semejante: quiere expresar la tranquilidad y resaltar la sencillez de su dormitorio mediante el simbolismo de los colores. Para ello, describe: «los muros lila pálido, el suelo de un rojo gastado y apagado, las sillas y la cama amarillo de cromo, las almohadas y la sábana verde limón muy pálido, la manta roja sangre, la mesa de aseo anaranjada, la palangana azul, la ventana verde”, afirmando: “Había querido expresar un reposo absoluto mediante todos estos tonos diversos”

Los pocos objetos personales – los cuadros, la servilleta colgada, la colcha roja, la jarra de agua sobre la mesa – contribuyen a dar a la estancia el aspecto de un lugar que muestra el carácter de su habitante, una morada llena de paz que el pintor raras veces halló en vida.

Muchos objetos del cuarto están emparejados: dos sillas, dos almohadas, dos jarras y dos botellas. La primera versión es anterior a la ansiada llegada de Gauguin, por lo que la duplicación podría entenderse como el deseo de disfrutar de una amistad que el destino le negó siempre.

Van Gogh compró la cama con el dinero que le prestó su hermano Theo y escogió a propósito una cama rústica y no de metal.

Ésta es la tercera versión, pintada en 1889 mientras se recuperaba de una crisis nerviosa en un manicomio de St. Remy. Van Gogh se suicidó diez meses después de pintar este cuadro.

Se conservan tres versiones prácticamente idénticas que sólo se diferencian ligeramente en sus colores y detalles:

Primera: Actualmente se conserva en el museo Van Gogh de Ámsterdam. Fue realizada en octubre del año 1888 cuando esperaba a su amigo Paul Gauguin para ir con él a Arles. Esta versión se deterioró en una inundación ocurrida durante la hospitalización del pintor en Arles. Esta versión tiene sobre la pared de la derecha miniaturas de retratos de Van Gogh de sus amigos el poeta Eugène Boch y el soldado Paul-Eugène Milliet. Van Gogh consideraba que era la mejor obra realizada durante su estancia en Arlés.

Segunda: Actualmente se conserva en el Art Institute de Chicago. Fue realizada en septiembre de 1889. Esta versión tiene las mismas dimensiones que la primera.



Tercera
: Actualmente se conserva en el Museo de Orsay, París. Fue realizada también en 1889 para su familia en Holanda, pero de un tamaño más reducido que las anteriores. En esta obra, sobre la cama se encuentran dos retratos, el retrato en miniatura de la izquierda recuerda al autorretrato de Van Gogh Campesino de Zundert y el de la derecha no puede ser asociado de manera convincente a ninguna pintura existente de Van Gogh, aunque podría ser su amigo Paul Gauguin o su padre.


payasos

29 Abril 2020


Vivimos tiempos difíciles
condimentados con ira y amargura,
y, sin embargo,
sólo estamos tristes
y vencidos;
algo que podría confundirse
con apatía o displicencia.

No es indiferencia.

Es sólo que el futuro
se nos antoja liviano
y el esfuerzo de levantarse cada mañana
no compensa.

Cruzaremos
sin convicción
el puente colgante
y festejaremos
-con poco boato-
vencer -hoy-
el impulso de precipitarse
al vacío.

Todavía nos importan las personas.

Y sabemos,
porque lo sabemos,
que morir
es
una tragedia.

Autor: Javier Solé

Ilustración: Bernard Buffet, “Les clowns musiciens, le saxophoniste” (1991)

Del libro de poemas “El exilio interior” (ISBN 978-84-1304-853-6)

Les clowns musiciens, le saxophoniste, que retrata a un dúo tragicómico mientras interpreta un número musical ante un público invisible, es un raro ejemplo dentro de la obra de Bernard Buffet de una obra a gran escala que trata el tema del payaso. En el centro de la composición, estos dos artistas aparecen en una explosión de colores brillantes, y su espectacular vestimenta y maquillaje evocan una atmósfera festiva. Sin embargo, el personaje principal, el saxofonista, parece abatido y mira con tristeza a través del escenario hacia su compañero. Su expresión melancólica parece fuera de lugar entre los trajes brillantes y la naturaleza lúdica de la actuación, especialmente si se compara con la de la payasa del lado derecho, que canta y atrae al público con un semblante mucho más alegre. Con reminiscencias de las actuaciones de vodevil que recorrieron Europa a principios del siglo XX, Les clowns musiciens, le saxophoniste se remonta a una cultura del entretenimiento ligero que prácticamente había desaparecido en el mundo moderno cuando se pintó esta obra.

Al centrarse en los dos payasos en plena actuación en Les clowns musiciens, le saxophoniste, Buffet retoma un tema que le había fascinado especialmente durante los inicios de su carrera. A partir de 1955, el artista emprendió una extensa exploración del tema del circo ambulante, pintando retratos melancólicos de payasos, trapecistas, artistas animales y acróbatas mientras entretenían a un público invisible. En estas pinturas, las expresiones tristes de estos personajes chocaban con el maquillaje exagerado y los trajes extravagantes que vestían, proyectando una atmósfera melancólica que contradecía la visión tradicional del circo como una forma de entretenimiento alegre y jubilosa. Consideradas en el contexto de la Europa de la posguerra, estas cifras fueron vistas como reflejos simbólicos del sufrimiento interno y la angustia ocultados por tantas personas después del conflicto, mientras intentaban continuar con una vida normal después de tal tragedia.

Si bien la atmósfera brillante y colorida de Les clowns musiciens, le saxophoniste ofrece un marcado contraste con la paleta oscura de esta serie anterior de obras, la elección del tema y el estado de ánimo predominante en la pintura demuestran la continua atracción de Buffet por el personaje del payaso como una figura que encarna el conflicto entre un paisaje emocional interno y las apariencias externas. En el presente trabajo, esto se manifiesta en la desconexión entre el colorido traje del payaso y su vibrante maquillaje y su aire abatido. Si bien el atuendo que adopta durante su actuación proyecta una impresión de felicidad, alegría y exuberancia, detrás de esta fachada el personaje está claramente envuelto por sentimientos de desesperación. Debajo de las gruesas capas de pan-stick y accesorios excéntricos, el hombre detrás de este personaje, sus penas y sus dificultades, permanece oculto a la vista del público. Este concepto ha sido adoptado por varios artistas contemporáneos en los últimos años, entre los que destaca Zeng Fanzhi, en su célebre serie Mask. Aquí, el artista chino explora el conflicto entre las apariencias compuestas superficialmente y la verdadera identidad en el mundo moderno, mientras pinta numerosos tipos de personas con máscaras en blanco e inexpresivas que ocultan los rostros y las emociones de la figura retratada.

La actitud desolada del saxofonista en la presente obra recuerda al personaje icónico de Pierrot, el payaso triste del teatro cómico francés, que había cautivado a numerosos artistas de vanguardia a principios del siglo XX. Con un uniforme de blusa blanca larga y holgada y el rostro claramente pintado, el Pierrot era una figura común dentro del teatro europeo, moviéndose lenta y tristemente a lo largo de sus actuaciones, con una actitud melancólica que subvertía las nociones tradicionales del bufón o el payaso. El personaje apareció en pinturas de Paul Cézanne, Juan Gris y, sobre todo, de Pablo Picasso, quien retomó la figura de Pierrot en numerosas ocasiones a lo largo de su carrera. Evitando el traje tradicional en favor de atuendos más llamativos, Buffet sigue el ejemplo de sus predecesores al canalizar el desaliento de Pierrot en su personaje principal. El dolor de Pierrot tenía sus raíces en su amor no correspondido por el personaje de Columbine, quien prefería al exuberante y extrovertido Arlequín al sensible y reflexivo Pierrot. A partir de la dirección de la mirada afligida del saxofonista, se puede detectar una situación similar en la relación entre los dos personajes centrales de Les clowns musiciens, le saxophoniste. Si bien la atención del saxofonista está fija en la payaso mientras actúa, ella permanece completamente inconsciente de su atención, atrapada en la actuación y en la multitud ante ella, una situación que tal vez refleje su relación en su conjunto.

Estas pinturas insolentes y feroces parecen haber sido creadas como una provocación, un patético espectáculo que refleja la visión hostil de Buffet del mundo y la pantomima burlesca que los seres humanos nos vemos obligados a representar.


mi casa

28 Abril 2020


Levanté mi casa con el esfuerzo de un insecto que intuye el invierno.
Amueblé las habitaciones de experiencias.
Las pinté de cordura.
Monté armarios en el salón para almacenar los sueños
y guardé la locura en el canapé del dormitorio.
Llené la despensa de sopas de letras
y el baño de nostalgias marinas de una caracola ambulante
y de jabones de tomillo y albahaca.
Planté flores en el jardín de la lluvia
para no olvidarme de regarlas.
Y arranqué las puertas para conocer el viento.
Si alguien sopla no derribará mi casa.

Autor: Estela Puyuelo

Ilustración: ricardo renedo, “elefante rojo”


la visita al hospital (José Jimenez Aranda, 1889)

27 Abril 2020


La pintura de Luis Jiménez Aranda representa la visita de una enferma en un hospital del siglo XIX. Vemoa a un grupo de estudiantes acompañados por su profesor, que les enseña a examinar el cuerpo de los pacientes para observar los efectos de la enfermedad y así no sólo emitir un diagnóstico y administrarle un tratamiento sino también vigilar su curso. Una joven semiinconsciente, vestida por las enfermeras con camisón y gorro blancos que indican ciertos conocimientos de higiene. La pobre muchacha es incapaz de incorporarse por sí sola, de manera que el médico ha pedido a uno de los ayudantes, tocados con un bonete negro, que le ayude a sostenerla mientras él realiza la auscultación directa, fase primordial del examen físico. Ésta consiste en pegar el oído a la espalda de la paciente para escuchar el ritmo de los latidos cardíacos, exploración que actualmente se realiza con el estetoscopio. El otro ayudante, a los pies de la cama, sostiene unas hojas con el historial médico, información que se completa con la ficha colgada de la cabecera. Seguramente, ésta contiene observaciones sobre la dieta, los fármacos y las pautas que han de cumplirse con ese paciente en concreto. En una balda colocada encima hay, además, algunas botellas y un tazón con el que se administran brebajes o caldo.

El grupo de alumnos observa atentamente. Cubren sus ropas de calle con un delantal blanco como medida higiénica, si bien todavía está lejos de la asepsia imprescindible en un hospital.

Entre ellos hay una mujer que también atiende la actividad del profesor. En esta época, en España era algo extremadamente raro y difícil que una mujer pudiera acceder a los estudios de Medicina. Cuando lo hacía, debía obtener el apadrinamiento de un médico que guiara sus pasos y que le diera el visto bueno para poder doctorarse, todo ello con el recelo de sus compañeros masculinos. Además, era necesario atravesar toda una maraña de papeleo burocrático, sólo por el hecho de ser mujer.


cançó de fer camí

26 Abril 2020


Vols venir a la meva barca?
-Hi ha violetes, a desdir!
anirem lluny sense recança
d’allò que haurem deixat aquí.

Anirem lluny sense recança
-i serem dues, serem tres.
Veniu, veniu, a la nostra barca,
les veles altes, el cel obert.

Hi haurà rems per a tots els braços
-i serem quatre, serem cinc!-
i els nostres ulls, estels esparsos,
oblidaran tots els confins.

Partim pel març amb la ventada,
i amb núvols de cor trasbalsat.
Sí, serem vint, serem quaranta,
amb la lluna per estendard.

Bruixes d’ahir, bruixes del dia,
ens trobarem a plena mar.
Arreu s’escamparà la vida
com una dansa vegetal.

Dins la pell de l’ona salada
serem cinc-centes, serem mil.
Perdrem el compte a la tombada.
Juntes farem nostra la nit.

Autor: Maria Merçè-Marçal

Ilustración: larissa poeta, “cançao do mar” (2014)


adolescence (Milton Avery, 1947)

25 Abril 2020


En “Adolescence” (1947) Milton Avery muestra a su hija, March, sentada y leyendo ante una ventana ciega, tal vez en el pequeño departamento de la ciudad de Nueva York que el artista compartió con March y su esposa, la artista Sally (1902–2003). Visto con un leve picado, March está absorta en su libro, sus largas piernas apoyadas en un cojín. Prácticamente sin rasgos distintivos, es una figura casi fantasmal de amarillos pálidos, desde su cabello y piel hasta su vestido y libro, contra los amarillos más fuertes de la ventana y enmarcada por el cálido rosa, rojo y marrón rojizo de la silla, las paredes y suelo. Solo un jarrón verde oscuro y un plato azul en el alféizar de la ventana se apartan del esquema de colores en tonos tierra de la pintura. Como metáfora de la adolescencia Avery enfatiza la incomodidad de esta época al exagerar la longitud de las piernas de March, lo que hace que sus pies se corten por el borde de la imagen; sus hombros están encorvados mientras se desploma en el sillón demasiado pequeño. Sin embargo, dicha tensión se equilibra con la calidez del esquema de color y la intimidad doméstica del acto de lectura.

March, el único hijo de los Averys, nació en 1932 y pronto se convirtió en uno de los temas favoritos de su padre. Fácilmente identificado por su grueso flequillo recto y sus largas extremidades, March aparece en los cuadros de Avery jugando a las cartas, hablando por teléfono, sentado en la playa o posado en una inactiva contemplativa. Ella llenó un mundo doméstico que definió tanto su vida como su arte.

En “Lanky Nude” (1950), reduce los aspectos centrales de la escena a sus formas esenciales, traduciendo cada elemento compositivo como un único conjunto de colores dentro de un plano de imagen comprimido. Al representar su tema a través de un diseño bidimensional, Avery transforma magistralmente la figura y su entorno en una disposición simplificada y sugerente de forma y color, fusionando representación y abstracción.


escuchar el viento

24 Abril 2020


Llevo tanto tiempo
pensando en ti,
hablando contigo,
que cuando acudo
apesadumbrado
a verte
me descubro inútil
e incómodo ante la tumba.

Me siento en un rincón
de espaldas a ti,
ni te hablo ni te miro.

Te lo expliqué todo en casa.

Y ahora
sólo quiero
escuchar el viento.

Autor: Javier Solé

Del libro de poemas “Las hilanderas” (ISBN 978-84-9160-877-6)


la mirada del mundo

23 Abril 2020


No dejemos que se incline el calendario,
si se inclina pesa demasiado.
Si detesto la roña de los días iguales
es porque tengo prisa y no sé a dónde ir.
¿Quién ronca a ripio limpio?
Al fin ¿qué somos?, ¿un esbozo de qué?
¿Y vamos a luchar por una esquina?
Llega una nueva ola y me soborna
imposible marchar,
amiga luna, te quiero por apátrida,
por reflejar sin bulas la mirada del mundo.

Autor: Blanca Sarasua

Ilustración: Valentín Zubiaurre, “Costa vasca al atardecer” (1949)

Aunque Valentín de Zubiaurre fue predominantemente un pintor de figuras y retratista, también pintó paisajes y algunas naturalezas muertas. Este cuadro representa una parte de la recortada costa vasca (tal vez junto a la desembocadura de la ría de Guernica, vista desde cerca de Mundaca, una localidad relativamente cercana a Garay, donde su familia poseía un caserío, y lugar de nacimiento de su hermano Ramón) en la penumbra del atardecer, si bien por la posición del sol sería un amanecer.

La línea del horizonte, muy alta, acentúa el punto de vista elevado de la composición, en la que el reflejo del sol que se oculta tras la última porción de costa, sirve de eje vertical. Las velas de las tres lanchas que se acercan a tierra y destacan sobre el mar se compensan con los dos grupos de pinos que se recortan sobre el monte más cercano al espectador. Como en otros cuadros del artista, la gama cromática dominante es fría. La ligereza de la capa pictórica permite apreciar la trama de la tela y parte de la imprimación clara sobre la que se aplicaron los colores, muy mezclados, con pinceles finos. Las pequeñas pinceladas y toques horizontales, curvos y empastados de los reflejos, en los que predominan los ocres amarillentos, contrastan con las pinceladas continuas, verticales y diagonales, muy diluidas de los montes y los acantilados, en los que se funden los verdes, grises y azules, con la presencia leve de algunos rojos. En la parte alta, la recta gris azulada del horizonte rompe la continuidad cromática del mar y el cielo. Siguiendo la moda vigente en buena parte del arte europeo del momento, la pintura no está barnizada.


primavera en el aire

22 Abril 2020


Creías que la niebla y el mal tiempo
no acabarían nunca, que en tu casa
no volvería a entrar la primavera.
Y esta mañana, mira:
un año más florecen los cerezos;
álamos y castaños tiemblan ya de hojas verdes;
el aire huele a juventud y a huerta;
y el río, antes dormido bajo el hielo,
vuelve a correr al sol, más limpia el agua.

Sólo el brochazo de esas nubes negras
parcelando la sombra, monte arriba,
te advierte que esta pausa termina en otro invierno.
Y aunque el frío y el mal tú los conoces,
inocente y feliz como el jilguero
que ahora recita versos de amor a un Dios extraño,
-escúchalo- también bajo otras nubes,
tu pobre corazón canta por dentro.

Autor: José Mateos

Ilustración: Vasili Nesterenko, “The First Snow” (1992)


lázaro

21 Abril 2020


Ha sucedido ya. La sábana de plástico
dorado cubre el cuerpo. El reloj se ha parado
por la falta de pulso. Las letras de su nombre
vuelan inquebrantables desde un móvil
hasta el hueco paciente de la esquela.
Ha sucedido ya. Y, sin embargo,
hay quien insiste en la llamada
esperando respuesta.

Autor: Julio Rodríguez

Ilustración: Constantino di Renzo, “la gabbia”