La obra, también conocida por los títulos de Las prostitutas y El portal de las chicas, representa a un grupo de cuatro meretrices que, acompañadas de la dueña, esperan a sus clientes en la calle. Los motivos de prostitutas y coristas fueron habituales en la pintura del artista, que frecuentó los burdeles de Madrid y Santander. Uno de los que había en esta última ciudad estaba en la calle del Arrabal, y Solana utilizó este término como sustantivo en alguno de sus títulos, como Mujer del arrabal o también en La casa del arrabal.
La composición de grandes figuras que forman un grupo compacto es habitual en el pintor. Aquí tiene un eco en las seis más pequeñas de hombres y mujeres reunidas en segundo término pero, mientras que éstas aparecen conversando, las del primer término tienen una apariencia estática. Como si se tratase de un retrato de familia, en el grupo se ven mujeres de diferentes edades. Desde la pintura barroca holandesa el motivo de las edades se asocia con la reflexión moral ante el paso del tiempo; en esta obra esto se hace más evidente pues la dirección de la cabeza de las dos más jóvenes es la misma que la de la vieja, como si esta última anunciara la futura transformación de aquéllas. La expresión de inocencia de la que exhibe los pechos y la actitud melancólica de la que está a su lado contrastan con la mirada vigilante y turbia de la celestina, que domina el grupo por su altura y cuya cara aparece deformada por cicatrices, que son como las aristas de un volumen anguloso. La figura de la derecha, que parece exhibirse abriendo su quimono, mira con expresión retadora. A pesar de sus ropas femeninas y de los pendientes de coral que lleva, parece realmente un hombre. Se ha supuesto que fuera un amigo de Solana con el que riñó y al que pintó así vestido a modo de venganza. Por otra parte, la figura se parece a un homosexual travestido.
Los tonos sombríos, desde los negros a los blancos sucios de la ropa interior de las mujeres, con su doble connotación de impudicia y de inocencia ajada, acentúan la miseria moral del ambiente representado. El fondo sobre el que aparecen las prostitutas (salvo, de modo parcial, la de la izquierda, que es la más joven) representa la pared de la casa que sirve de burdel. Como en otras obras del artista, la solidez y opacidad de ese muro están cargadas de significación. Aquí, la importancia de la pared es máxima, pues ocupa toda la altura del lienzo, carece de ventanas y no recibe la luz (que se ve en cambio a la izquierda de la composición). Su enorme peso óptico gravita de un modo ominoso sobre las figuras. Sólo a la derecha se abre una puerta de la que pende una colcha.
Más información en:
https://fragmentsdevida.wordpress.com/2012/12/05/mujeres-de-la-vida-solana-1916/
Solana sentía simpatía y admiración por las mujeres más desfavorecidas de la sociedad. Visitaba con frecuencia los prostíbulos de la calle Ruamenor, del arrabal santanderino, donde se encontraba una de estas famosas casas de citas que inmortaliza en la pintura La casa del arrabal (1934), de la que llega a realizar hasta cinco versiones con el mismo título, y que aparece en su obra literaria, en capítulos como “Las mancebías” o “La calle de Ceres”
Tanto en sus escritos como en sus pinturas, Solana nos transporta a los ambientes sórdidos y miserables de los burdeles, donde las mujeres viven indiferentes su penosa vida. No son bellas, no son jóvenes, son simplemente anónimas “mujeres de la vida”. En sus cuerpos semidesnudos, en sus atuendos, incluso en esas medias de grandes rayas, podemos adivinar su profesión. En el centro de la composición, aparece la dueña de uno de estos prostíbulos, Claudia Alonso, mujer poco agraciada que también había llamado la atención de otros artistas como Francisco de Cossío o Moya del Pino, por su fuerte personalidad.
Solana utiliza los cuerpos y los atuendos, para imponer una rica y brillante paleta de rojos, verdes o azules, sirviéndose de los paños blancos para impregnar a toda la composición con una luz y una vida de la que carece la propia escena representada.
La difícil relación del pintor con lo femenino proviene de su propio mundo. Con una madre trastornada, enamorado y no correspondido, vivió siempre soltero en compañía de su hermano Manuel.
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