desnudo acostado (Modigliani, 1917)

30 Juny 2019


“pintar a una mujer es poseerla”

(Modigliani)

Los desnudos de Modigliani evolucionaron. De una concepción expresionista y simbolista en la que el cuerpo femenino es una fuente de pecado, se fueron haciendo cada vez más sensuales y naturales, desembarazándose de cualquier contenido moralista.

En 1916 Modigliani conoce al poeta polaco Léopold Zborowski que se convierte en su marchante. Zborowski prepara la primera exposición individual de Modigliani y le propone realizar una serie de desnudos recostados para los coleccionistas más osados. Modigliani se pone manos a la obra.

Para la realización de estas pinturas, Modigliani se nutre del arte del pasado-desde la Venus de Giorgione hasta la Maja desnuda de Goya. El cuerpo femenino se aplana siguiendo el camino iniciado por Ingres y culminado por Picasso, pero, sin embargo, los cuadros están cargados de una fuerte carga erótica, fruto de la sensibilidad del pintor, de su propia biografía y de la libertad sexual reinante en Montparnasse durante los años 10 del siglo XX.

El 13 de diciembre de 1917 se abre en la galería Berthe Weill la exposición organizada por Zborowski. La exposición se cierra por orden gubernativa por indecente: !los desnudos en el escaparate de la galería mostraban pelos! No se vendió ningún cuadro a causa del escándalo.

Desnudo acostado fue uno de los varios desnudos que Modigliani pintó entre los años 1916 a 1919.

La pintura, también conocida como “Desnudo acostado con brazos abiertos” o “Desnudo rojo”, es sin lugar a dudas unos de los desnudos más conocidos de Modigliani, de hecho, es para muchos su símbolo más representativo.

La desconocida modelo se extiende a lo largo de toda la pintura con brazos y piernas recortados por el borde del cuadro. Representada con ojos y cabello negro, yace lánguidamente sobre almohadones con los brazos extendidos y el vello de las axilas y el pubis a la vista (Detalle éste que, por ser inmoral para la época, traería no pocos problemas al artista). Los colores son pocos: las tonalidades presentes son tierra roja y ocre, azules, negros y un poco de blanco. El ambiente está apenas trabajado, casi un esbozo, para mejor resaltar el cuerpo brillante y suave.

El cuerpo de la modelo domina el espacio, de hecho lo llena y tiene que ser recortado por las rodillas, la muñeca y el codo como si la tela no pudiese contenerlo. El motivo de este particular recorte parece evidente: en la composición no hay espacio y la parte del cuerpo y del mobiliario del fondo que requerían su cuota de espacio son, simplemente, cortadas para no interferir en la correcta estilización del cuadro. El diván es rojo, la almohada azul, nada es rígido. El desnudo es para Modigliani una forma particular de retrato que el pintor recrea sobre la tela con la misma libertad que lo haría con el rostro. De este modo, aunque los contornos son angulados, se extienden de forma lineal para ensalzar la realidad.

En “Gran desnudo recostado” (1917),  un gran desnudo, un desnudo infinito, un desnudo inmenso. Pechos blancos, muy blancos. Un sueño extendido… El punto de vista del espectador se sitúa al mismo nivel del cuerpo de la modelo, que, tendida sobre un lecho un canapé cubierto por una tela de un rojo intenso de reminiscencias “tizianescas”, vuelve las piernas medio dobladas hacia el espectador y, estirando el brazo izquierdo sobre la cabeza, parece girar el busto hacia el fondo.

Las sutiles variaciones cromáticas del cuerpo de la modelo subrayan la postura, acentuando la sensación de serena relajación que emana del rostro, de perfil y con la boca y los ojos cerrados en un sueño aparente, y con el vientre blandamente alargado.

La pincelada grasa y aplicada en grandes toques que utiliza Modigliani en el fondo se contraponen al fino acabado de la piel de la modelo, cuyo origen se deriva del trazo esencial con el que está construida.

Desnudo sentado en el diván fue uno de los varios desnudos que Modigliani pintó entre los años 1916 a 1919. Esta serie de desnudos, que se encuentra entre sus más conocidos trabajos, fue un encargo de su agente y amigo Leopold Zborowski, el cual cedió el uso de su apartamento al artista y le proporcionó modelos y material de pintura, pagándole además entre 15 y 20 francos por cada día de trabajo.

La obra muestra a una mujer cubierta parcialmente, sentada con la piernas cruzadas y perfilada sobre un cálido fondo rojo. Abstractos y a la vez eróticamente detallados, los desnudos de Modigliani exhiben un formal encanto que recuerdan a las figuras desnudas del Renacimiento italiano al tiempo que despersonaliza el asunto de su sexualidad. Los desnudos de este periodo son “representados de forma audaz, con la única débil sugerencia de su pose… ni recatada ni provocativa, son representadas con un alto grado de objetividad. Sin embargo, el grosor uniforme y áspero en la aplicación de la pintura, como si lo aplicara la mano de un escultor, está más interesado en la masiva y visceral percepción del cuerpo de la mujer que en la excitación y recreación de la palpable piel traslucida”,​ “La permisividad de las modelos y la accesibilidad a ellas del artista denota que estos óleos fueron pintados después del coito, la mujer continúa ruborizada y con una laxa expresión”.


Amedeo Modigliani fue un pintor y escultor italiano que destacó por la elegancia y simplicidad de sus retratos y desnudos femeninos.

Nació en Livorno, creció en el barrio judío y tuvo tuberculosis siendo aún un niño. Estudió arte en Florencia y en 1906 se trasladó a París, donde entabló contacto con Pablo Picasso, Jean Cocteau y otros vanguardistas de la época. En París Modigliani llevó una vida frívola, temeraria, que poco a poco le fue mermando la salud. Su talento como artista, sin embargo, nunca fue puesto en duda por sus compañeros.

Recibió la influencia del fauvismo y poco después también la de su amigo el escultor rumano Constantin Brancusi. Las primeras obras de Modigliani son esculturas inspiradas en las máscaras africanas, aunque realizó también algún que otro cuadro. Las pinturas de Modigliani, suaves y delicadas, se caracterizan por su simplificación, sus líneas sinuosas, las formas planas y las proporciones alargadas.

La mayor parte de su obra la integran retratos y estudios de la figura humana, caracterizados por los rostros ovalados que tan popular le hicieron. Los retratos, aunque de gran simplicidad en los contornos, revelan un considerable discernimiento psicológico y un curioso sentido del patetismo.

Alcanzó, en su mejor obra, una mezcla del dinamismo de la escultura africana y la gracia y refinamiento del estilo renacentista de Botticelli.


sobre la espera

29 Juny 2019


en la fila el último espera que alguien entre y pregunte
quién es el último para dejar de serlo
el primero tiene la ventaja de mirar hacia atrás
el segundo es siempre el que recoge la espera que deja
el primero que se va
la cadena de la espera nunca acaba
en nada que existes dejas de ser el último
y en nada que lo piensas eres terriblemente el primero

Autor: María-Eloy García

Ilustración: Gérard Rancinan, “The Prisoner” (A Smal Man In A Big World Serie)


pseudociesis

28 Juny 2019


oculta en la maleza
la parturienta sin hijo
el insomnio adormece.

Crece brezo en el bosque,
en las arterias calostro,
el útero en el zarzal.

Autor: Javier Solé

Ilustración: Aron Wiesenfeld, “Heather” (2016)


los tres estados de la mujer (Munch, 1895)

27 Juny 2019

Munch convirtió a la mujer en el epicentro de su obra. La mujer aparece en su pintura idealizada o demonizada, según dos arquetipos contrapuestos: la femme fragile como mujer ideal, casta y delicada, y la femme fatale, como mujer amenazadora y seductora.

En “Los tres estados de la mujer” (1895) retrata tres prototipos de féminas: la inocente y frágil (vestida de blanco), la fatal y apasionada (desnuda) y la madura (vestida de negro). A la derecha del cuadro se encuentra el hombre sometido pintado con colores oscuros y borrosos. La poderosa y ondulante línea de la playa es un elemento ya presente en otras obras de pintor.

Una figura virgen con sus “inocentes fantasías de adolescente” mira hacia el mar. En el medio se encuentra una mujer física madura, desnuda con las piernas abiertas, que mira directamente al espectador. Su “mirada seductora y provocadora es de una atracción tan irresistible que garantiza la eternidad de la raza humana”. En el lado derecho hay una mujer vestida de oscuro, apenas visible, con una cara pálida que es testigo de la muerte.

En “Las cuatro edades” (1902) muestra tres mujeres y una niña en una calle del pueblo de Aagaardstrand. Al comienzo del camino vemos a una niña con sombrero rojo que mira de frente al espectador. A su lado un poco más atrás vemos a una joven mujer con un elegante sombrero. Todavía más atrás Munch ha pintado de perfil una mujer adulta. Al fondo, una anciana de cabello blanco que camina encorvada hacía el lado derecho del cuadro. A estas figuras, que no guardan relación entre sí, las ha vinculado Munch mediante los trazos castaños rojizos que configuran la calle.

Las cuatro edades de la mujer representan la tristeza y desolación en la vida humana.


el patio

26 Juny 2019


sabrás que lo que queda
es tan sólo una ausencia compartida
un otoño más lento que este otoño

han brotado sin ti
un par de rosas nuevas en el patio

han nacido sin ti
tú ya no puedes
pedirle a alguien que te las acerque
que las coloque en un vaso con agua

ahí frente a tus ojos
ya no puedes mirar
ni las rosas del patio
ni la grieta del muro
que se abre sin ti

sin que tus manos puedan hacer nada
para cerrar la herida
no hay silencio más rígido
que el de este patio ahora
sin ti
muda soledad que no cobija
que se impone como luz desconchada
que olvidara la cal de donde nace
como ese óxido
que arraiga para siempre en el desagüe

va cayendo la tarde desatenta
ajena a la derrota
que crece desde ti confusamente
y ajena también a la quietud de los geranios
que tus manos podaban
a la desolación

sabrás que lo que queda es el fulgor
de la presencia tuya en las dos rosas
marchitas en el vaso

Autor: Ángel Campos Pámpano

Ilustración: Anna Ancher, “Interior” (1913)


ceremonia pictórica

25 Juny 2019


Desata la galerna, William Turner.
Retrata el equilibrio, Botticelli.
Viérteme en los pinceles, Claude Monet.
Llora con mi pupila, Miguel Ángel.
Evapora este instante, Fragonard.
Avanza entre las sombras, Caravaggio.
Descúbreme la línea, Piotr Mondrian.
Congela los silencios, Edward Hopper.
Regálame oro y sangre, Gustav Klimt,

dame la luz del mundo, Jan Vermeer.

Autor: Francisco José Martínez Morán

Ilustración: Zuloaga, “Retrato del pintor Balenciaga” (1930)


a propósito de Richard Learoyd

24 Juny 2019


En la mirada de Agnés
se agita un álamo.
Es torrente de tristeza,
el estanque del silencio.

Desde una claraboya
el zorzal la está mirando.
Ese exclusivo canto
la elegía enarbola.

Autor: Javier Solé

Fotografía: Richard Learoyd, “Agnes in black dress with my table” (2008)


habitación en Nueva York (E. Hopper, 1932)

23 Juny 2019


Con “Habitación de Nueva York” (1932) experimentamos el placer del voyeur que contempla la intimidad de una pareja absorta en su salón. La vida se congela en las teclas de un piano.

Esta escena refleja es una sencilla y doméstica imagen cotidiana, donde a través de una ventana abierta a la noche de Nueva York, contemplamos a una pareja, que aparentemente no tiene nada de peculiar.

Hay un hombre rubio en mangas de camisa leyendo el periódico en un sillón tapizado de rojo y la pantalla también tiene el mismo color, la mujer -que se supone que es su esposa -teclea con desgana las teclas de un piano, lleva un vestido de un color rojo intenso y la cabeza y hombros están girados hacia el piano, tocando las teclas con un solo dedo. 

Él lee el periódico y ella teclea desganadamente el piano, aparentemente todo es anodino y sencillo. Pero observemos con más detalle la escena. Es un matrimonio, él expresa una gran tensión leyendo la prensa, literalmente se vuelca en el periódico que tiene entre manos, no está en este mundo, lee con atención algo que centra su interés, y hace caso omiso a su esposa. Su mujer, se siente abandonada, está acostumbrada a estar aburrida, teclea con desgana el piano y es poseedora de un secreto.

De un momento a otro le dará una noticia a su esposo, solo está esperando el mejor momento. El cuerpo de la esposa está relajado, por lo que suponemos que la noticia no será negativa, es posible que sea una buena nueva, quizás un posible embarazo. El marido, lee con avidez una página de deportes o quizás sea el estado de la bolsa después del descalabro del año 1929. Es un matrimonio acomodado, tienen un piano y la decoración denota sofisticación; es decir se trata de un matrimonio burgués, de clase media alta.

En “Sunlights in Cafeteria” (1940) vemos a un hombre y una mujer sentados en mesas separadas en una cafetería soleada. Ellos son los únicos clientes. Lo que le interesa al artista es el momento de suspenso antes de que se establezca un primer contacto. En cierto sentido, la luz del sol en una cafetería representa una inversión de la situación en Nighthawks. En lugar de un restaurante con camarero, vemos una cafetería sin nadie que espere a los clientes. En lugar de una escena nocturna con luz fluorescente, tenemos luz brillante. En lugar de mirar hacia adentro desde afuera, estamos adentro mirando hacia afuera. En lugar de una esquina de la gran ciudad aparentemente prominente, estamos en una calle lateral tranquila. Pero la diferencia más importante radica en el hecho de que, aunque aparentemente los noctámbulos han venido al restaurante juntos, los dos invitados a la cafetería son extraños. Ella se sienta a plena luz del sol, él en la semi sombra. Se vuelve hacia ella, pero oculta su interés mirando por la ventana. Ella no puede mostrar su interés incluso en este punto, ni siquiera intenta llamar su atención como por accidente. Podría dirigirse discretamente hacia él, pero duda y se mira las manos. Esto no va a funcionar. La dura línea de sombra entre el hombre y la mujer no se superará a menos que uno de ellos tome la iniciativa.


el temps de les cireres

20 Juny 2019


“el cordó umbilical no es talla mai”

(Montserrat Roig)

Escolto una cançó en francès
que parla del temps de les cireres.

La mare de la meva mare
minyona a una bona casa de la Bonanova.
No sabia ni llegir ni escriure.
La teva àvia
modista a una Fàbrica del Poblenou
compra llibres a l’home del Círculo de Lectores.
Jo
treballs en feines discretes i mal pagades
a mitja jornada i moltes vegades aturada
De jove a la biblioteca de la Universitat.
Tu
sentint aquesta lletania
des del lloc on l’exili és etern
sense acabar la secundària.

No vaig aprendre francès
però escolto la cançó
que parla del temps de les cireres.

El que mai tornarà.
Ni per la mare de la meva mare
que ja és morta.
Ni per la teva àvia
que ja és morta.
Ni per a tu.

Escolto
reconfortada en la meva tristesa
aquesta cançó francesa
que parla del temps de les cireres.

Homes i dones de la teva edat
lluiten als carrers.

No és ara, per fi,
temps de pensar en la derrota.

Autor: Javier Solé

Ilustración: Frederick Cayley Robinson, “Mother and Child”

ELS TEMPS DE LES CIRERES

Escucho una canción francesa
Habla del tiempo de las cerezas.

La madre de mi madre
sirvienta en un palacio de la Bonanova.
No sabía ni leer ni escribir.
Tu abuela
modista en una fábrica del Poble Nou
compra libros al hombre del Círculo de Lectores.
Yo
trabajo en oficios discretos y mal pagados
a media jornada y muchas temporadas desempleada.
de joven en la biblioteca de la Universidad.

oyendo esta letanía
desde el lugar donde el exilio es eterno
Sin acabar la secundaria.

No aprendí francés
pero escucho la canción
que habla del tiempo de las cerezas.

El que no regresará
ni para la madre de mi madre
que está ya muerta
ni para tu abuela
que está ya muerta
Ni para ti.

Escucho
reconfortada en mi tristeza
esta canción francesa
que habla del tiempo de las cerezas

Mujeres y hombres de tu generación
luchan en las calles.

Del libro de poemas “El exilio interior” (ISBN 978-84-1304-853-6)


Alfama

19 Juny 2019


1
Los niños del verano calle arriba

2

El barrio tiene
el aire de una aldea
cuando amanece.

En la mañana
un olor a pescado
sube del río.
La brisa seca
tanta ropa tendida
bajo el alero.

3

Tejados pardos.
Y el encalado sucio
de las fachadas.

Al mediodía,
detrás de los visillos,
un gato negro.

En el alféizar
de la ventana verde,
unos geranios.

4

Cuando oscurezca,
os hablarán del mar
en las tabernas.

La luna asume
los tonos desvaídos
de un azulejo.

La noche blanca
por estos callejones
en laberinto.

5

Di que tú amas
la tibia arquitectura
de estas calles.

Del aire aprendes
el estrecho perfil
de sus esquinas.

Autor: Ángel Campos Pámpano

Fotografías de Rui Palha