dos acróbatas (Arlequin y su acompañante) (Picasso, 1901)

31 Juliol 2022

Los personajes del circo y las máscaras de la Comedia del Arte acompañarán a Picasso toda su vida, atravesando junto con su demiurgo las distintas fases y lenguajes que él decida experimentar y constituyendo un tema favorito en los distintos periodos de su producción.

Los artistas errantes, los artistas callejeros simbolizaban para Picasso la libertad interior de una persona creativa y, al mismo tiempo, eran el rechazo social de tales personas, su incapacidad para ocupar un lugar digno en la sociedad. El artista incluso se interesó por este tema durante su vida en Barcelona, ​​donde a menudo se comunicaba con intelectuales locales y disidentes que se adherían a puntos de vista políticos de izquierda. Vio con sus propios ojos, cómo la pobreza de mucha gente se convirtió en el reverso del rápido desarrollo de las grandes ciudades.

Sin embargo, el cuadro de los “Dos acróbatas” se pintó antes del período azul o en sus primeros meses. Las tonalidades azules aún no dominan aquí, aunque prevalecerán en las futuras obras del artista en los próximos años. Más tarde aparecerá un sentimiento generalizado de desesperación depresiva. Pero los sujetos de esta imagen ya parecen separados del mundo. El Arlequín, vuelto de perfil, parece completamente inmerso en sí mismo, y la mujer a su lado, aunque de cara al espectador, mira como si lo atravesara.

La sensación de soledad que Picasso quiere transmitir a través de esta obra juvenil suya se acentúa aún más con el color azul, que además de definir el fondo tiñe el traje de Arlequín y las sombras sobre los rostros.

En estos Dos saltimbanquis, Arlequín se muestra ausente, pensativo; la postura y el movimiento de las manos son muy similares a los del Arlequín pensativo. El rostro inexpresivo, oculto por el maquillaje de teatro, la ausencia de un peinado caracterizador y el fondo, dividido en amplias zonas cromáticas, coloreado y anónimo al mismo tiempo, son elementos que coadyuvan a la creación de una atmósfera de gran soledad. Arlequín y su compañera no se comunican ni podrían hacerlo, dada la composición escénica escogida por Picasso. Cada uno de los dos personajes está absorto en sus propios pensamientos. Las mismas copas, ejecutadas casi como en una naturaleza muerta independiente del resto de la composición, no entran en relación con los dos saltimbanquis.

Este cuadro, junto con Dos acróbatas, fue ejecutado durante ese otoño parisiense. En ellos hay aún mucho de la ascendencia española, pero se deja sentir también la influencia francesa que impregna y seduce al joven Picasso.

El protagonista de esta obra está tratado en el mismo decorativismo plano que las flores del fondo. Como en un tablero de ajedrez, el Arlequín de Picasso, de contornos abstractos y simples pero firmemente definidos, parece compuesto por trozos y elementos autónomos unos respecto de otros, como un rompecabezas. La simplicidad de los colores y las formas sintéticas recuerdan obras de Gauguin como Caricatura o Autorretrato.

Acróbata y joven arlequín (1905) corresponde al final de la época azul e inicio de la época rosa.

El tema del circo y los comediantes ambulantes se revela con mayor viveza en el período rosa de la obra de Picasso: en ese momento conoce a su primera musa, Fernanda Olivier, quien lo convierte en asiduo del Circo Medrano, situado junto al estudio del artista en Montmartre.

Precisamente el joven rubio de posado melancólico vestido de azul, verde y rosa salmón que hizo de modelo para el Arlequín (1917) es el coreógrafo y primer bailarín Léonide Massine, que se había convertido en un buen amigo de Picasso en Roma.

Arlequín, como el Retrato de Olga, es una figura idealizada y romántica, meditabunda y sumergida en su mundo privado. El cortinaje rojo, la balaustrada y los colores pastel del traje son los mismos que vemos en el telón de Parade. El viaje a Italia y el estudio de los manieristas, como Bronzino y Pontorno, de los que le encantaba la manera de representar los trajes elegantes y preciosos y de retratar a jóvenes seductores, influyó a Picasso en la realización de este arlequín soñador y etéreo.

El pathos de esta obra, Pierrot (1918) es el mismo que animaba las melancólicas figuras de los saltimbanquis. Como ellos, la máscara francesa es representada aquí sin energía, fatigada y desorientada. Tiene la mirada perdida en el vacío y la cabeza ligeramente inclinada. La severidad del rostro contrasta con la riqueza y la primorosa ejecución del elegante mantel que ocupa la parte derecha de la composición. La greca de dibujo vegetal que decora la pared de detrás recuerda mucho la del café parisiense que albergó Arlequín y su compañera al principio de la Época Azul. El traje de Pierrot, de representación manierista, recuerda por sus pliegues apretados y rígidos los ropajes de Tres mujeres en la fuente. La nostalgia y la melancolía que se respiran en estas obras no se deben sólo a la actitud de Pierrot; al parecer, el propio Picasso se identificaba con esta figura carente de morada, que vaga siempre de una tierra a otra.

El arlequín es una figura tanto estética como alegórica realmente interesante para un artista: por un lado, es un personaje con una vestimenta muy colorida (algo lleno de posibilidades plásticas para un pintor); pero lo fuerte es que, alguien que genera alegría en el otro, dentro del disfraz (debajo de la máscara), puede ser alguien tan sufriente como cualquiera, un solitario, alguien triste o lleno de angustia existencial.

El arlequín es una representación de esos contrastes eternos que vivimos: la alegría con la melancolía, o la conciencia de la belleza de la vida con la conciencia de que todo eso se termina en un instante.


percaço el mot

30 Juliol 2022

Percaço el mot des de la nit a l’alba,
i d’ell en faig una balma perenne.
Hi tanco dins l’ungit cel de tardor,
el temps que fuig o el gust d’un instant tendre.
Per paranys de contraris t’endinses tu, poema,
vius el somni del cor dins de l’insomni,
fas un conjur en les fortes tempestes,
ets incentiu ardent en les bonances,
ets la sàvia harmonia dels contraris.

Autor: Quima Jaume

Ilustración: Rene Magritte, “los origenes del lenguaje” (1955)

PERSIGO LA PALABRA

Persigo la palabra desde la noche al alba,
y de ella hago una gruta perenne.
Dentro de ella cierro el ungido cielo de otoño,
el tiempo que huye o el gusto de un instante tierno.
Por trampas de contrarios te adentras tú, poema,
vives el sueño del corazón en el insomnio,
haces un conjuro en las fuertes tempestades,
eres incentivo ardiente de bonanzas,
eres la sabia armonía de los contrarios.


los dos hermanos (Picasso, 1906)

29 Juliol 2022

El cuadro Los dos hermanos es un ejemplo muy característico del llamado período rosa picassiano, en el que con una gama predominantemente cálida alcanza el artista un nuevo clasicismo, moderado en la forma y profundo en la intención. Estamos muy lejos de los acróbatas melancólicos y sobre todo de los pobres enfermos de la Época Azul. A diferencia de Viejo ciego con niño, donde junto a un personaje moribundo aparecía otro joven que acentuaba la sensación de abandono, aquí la ayuda fraternal establece una comunicación entre las dos figuras, en las cuales, aunque veladas de melancolía, ya no se percibe la soledad desoladora de la anterior etapa creativa del artista.

La desnudez, típica de los retratos picassianos de esos años, expresa toda la frescura y la salud del joven artista de circo: la curva de los hombros, la redondez del muslo, la solidez de los músculos de las piernas. Después de las siluetas planas de los arlequines de la Época Azul, ahora reaparece el volumen de los cuerpos, modelados mediante un cálido color rosa de esfumados mediterráneos. La solidez de las figuras y de la composición recuerdan la de las estatuas griegas arcaicas; aquí volvemos a encontrar los elementos característicos del periodo de Gosol: cuerpos desnudos, un universo bucólico y sereno. Los tonos rosas y ocres, además, son los mismos de la tierra de la alta Cataluña, donde residía Picasso en estos meses de vacaciones.

La figura del niño de mayor edad ha sido tratada con una riqueza de claroscuros que puede compararse con obras del renacimiento italiano. La concreción del rostro contrasta con el carácter abocetado del del niño que lleva a su espalda, y con la calidad meramente dibujística de otras zonas de la composición. Una la línea divide el suelo y la pared y para ello utiliza dos colores diferentes Este espacio creado le permite introducir unos objetos (platillo, tambor y florero), uno de los cuales sitúa a los hermanos en un ambiente de circo.   No hay que olvidar que durante la época Rosa Picasso pinta con mucha frecuencia escenas de saltimbanquis, payasos y gente perteneciente al mundo circense. 


improvisación de fe

28 Juliol 2022

Quien nunca se ha visto
rezando una oración que no sabe
a un dios en el que no cree
para ver si burla la fatalidad
no sabe lo que es estar
en una situación desesperado

Autor: Itziar Mínguez

Ilustración: Tomás Muñoz Lucena, “Hombre de la cara triste” (1880)


muero por ti

27 Juliol 2022

Muero por ti
Y eras mi vida

Conmigo caminabas
Cantabas en mí
Cuando erraba por las calles
Caminabas conmigo
En mí cantabas

Invitabas a la mañana de la ventana
A los gorriones enamorados en los álamos
Cuando la noche se repetía
Cuando la noche no encontraba su fin
Abrías de par en par la ventana de la mañana
A los gorriones enamorados en los álamos

Con tu lámpara venías a nuestro callejón
Venías con tu lámpara
Cuando los niños se habían ido
Cuando las flores de las acacias dormían
Y yo estaba sola ante el espejo
Venías con tu lámpara

Me dabas tus manos
Me dabas tus ojos
Me dabas tu afecto
Y cuando tenía hambre
Me dabas tu vida
Tenías la generosidad de la luz

Recogías tulipanes para adornar mis cabellos
Cuando se estremecían de desnudez
Recogías tulipanes

Cuando no tenía nada qué decir
Apretabas tu cara
Contra la angustia de mis senos
Escuchabas gemir el flujo de mi sangre
Y mi amor agonizante

Escuchabas
Pero ya no me veías

Autor: Forugh Farrojzad

Ilustración de Morteza Katouzian


una noche de verano (Harold Harvey, 1941)

26 Juliol 2022

Harvey en Una noche de verano se siente atraído por el efecto del sol poniente filtrado a través del denso follaje y la interacción de las hojas translúcidas, que se destacan contra el cielo pálido y los setos oscuros. Sobre este paisaje, el sol cuelga detrás de dos árboles que se recortan contra el cielo. Los árboles individuales a menudo se destacan de esta manera en el trabajo de Clausen, pero donde el artista mayor incluiría un labrador o un trabajador de campo para agregar escala e interés humano, Harvey agrega una pareja joven.

Aunque sus primeras obras fueron escenas de la vida de la comunidad pesquera, en las que reflejó el realismo social de la Escuela Newlyn tras los temas más duros, dio pasó a otros más amables y suaves; niños construyendo castillos de arena, volando cometas, jugando bajo el sol, pintados con una paleta de colores más brillante, influenciado por las de Laura y Harold Knight y Alfred J. Munnings. En los años de posguerra su paleta se volvió aún más brillante y fuerte y su obra cada vez perdió más intensidad en dimensión social.

Clara (1922) es un retrato de cuerpo entero de una niña de pie junto a una pared en un paisaje ondulado. Se la ve sosteniendo una rosa y en varios de los retratos de Harvey, sus modelos femeninas sostienen una sola flor. La obra se compone principalmente de tonos grises y marrones, pero es el rojo del capullo de rosa el que crea el punto focal de la obra.


autorretrato con la Muerte tocando el violín (Arnold Bocklin, 1872)

25 Juliol 2022

La obra tiene su origen en un tema iconográfico surgido en la Edad Media: la danza de la muerte.

El autorretrato con la Muerte tocando el violín, como gran parte de la obra de Böcklin, tiene fuertes raíces en la tradición romántica. La escena mórbida está pintada con un potente claroscuro.

La pose del artista es intrigante. Vestido elegantemente, con un abrigo negro de cuello raso y una camisa blanca debajo, mira al espectador altivo, como un individuo heroico. Mientras el artista está pintando un cuadro, le ha parecido escuchar algo y se queda inmóvil, con el pincel en el aire, la mirada perdida y la boca entreabierta. La muerte, invisible, le susurra algo al oído. Con una sonrisa diabólica, inclina la cabeza hacia él, tocando un violín al que ya solo le queda una cuerda, como si Böcklin hubiese gastado tres cuartas partes de su vida. Cabe preguntarse si su actitud reconoce la fugacidad de la vida, como una especie de memento mori, o si simplemente está desafiando a la muerte con una declaración que inmortaliza el arte.


mamá

24 Juliol 2022

Ya nunca preguntaba.
Yo no sé si sabía que se estaba muriendo
o temía enterarse por descuido.
No le extrañaba la mirada azul
de las visitas,
la compasión del extenso silencio,
que hubiéramos quitado el calendario
de su lugar de siempre.
Todos habíamos hecho el propósito
de dibujar muy bien nuestro papel
ajeno a las palabras mañana, cuando regreses, nevará.
Dio permiso para apagar la luz
pero no quiso dejar de comer.
Su único deseo era la voluntad
de alimentarse,
crecer por algún sitio.
Un callejón con sus contenedores
de desperdicio intacto.
Evitó nombrar por última vez
lo que necesitaba,
solo hizo un gesto
que aún no hemos sabido interpretar.

Autor: Amparo López Pascual

Ilustración: Juan Emilio Hernandez Giro, “La Muerte de la Madre” (1905)

En esta pintura se nos muestra una mujer fallecida y el dolor que su muerte causa en el hijo. El rostro de la mujer es sereno, su hijo está sentado frente a la cama, de espaldas al pintor, tiene su cuerpo inclinado, apoyado en su brazo izquierdo sobre el muslo, y su mano cubre el rostro.

El cuadro muestra una habitación pequeña, desprovista de decoración, con muebles muy humildes y solo los imprescindibles. Al lado de la cama hay una mesa de noche y sobre esta, un farol de keroseno, típico de la época, sin otro elemento ornamental; la silla donde se encuentra sentado el hijo no tiene ningún lujo. El vestuario de ambas figuras es muy sencillo. Se intenta realizar un paralelismo entre la tristeza y la falta de recursos económicos; situación que no era la del pintor, quien presentaba una solvencia financiera holgada.

Desde el punto de vista conceptual, en esta escena predominan los colores más oscuros (grises, negro, ocre, verdes), que acentúan la intensidad dramática de la pérdida. La habitación tiene una entrada de luz por la ventana, de modo que se logra un equilibrio en la composición ambiental y todos los elementos presentes; igualmente, el artista empleó los claroscuros (luz y sombra) para expresar conmoción por el deceso de la figura central, plasmada al óleo.


mujeres con latas de sardinas (Oscar Domínguez, 1937)

23 Juliol 2022

Este cuadro, que recuerda levemente la apariencia de algunas de las pinturas de Chirico, está lleno de una sensualidad enigmática y de una extrañeza profunda y surrealista que es totalmente de Domínguez. Los cuerpos elegantes, escultóricos y estirados de las mujeres, que en parte parecen fundirse entre sí, están perforados y adornados por el metal enrollado de las tapas de las latas de sardinas. Este rasgo incongruente es un motivo recurrente dentro de la obra de Domínguez. La imagen de este cuadro es inquietante; logra mezclar deseo, erotismo, apetito, sexo y violencia a la vez. La carne de las mujeres, que parece haber sido formada orgánicamente a través de un proceso de creación automática y luego de perfeccionamiento asociativo de la imagen dada, ha sido representada con una sensualidad arrolladora. Estas imponentes mujeres parecen atemporales, como amazonas andantes, pero se presentan claramente en un contexto sexualizado.

Cuando pintó Los dos videntes en 1945, Domínguez alcanzó el pleno dominio de su arte.  

Esta deslumbrante composición refleja las inquietudes del artista en la inmediata posguerra. Estas “arañas de cristal” -que recuerdan la instalación de cuerdas realizada por Marcel Duchamp para la exposición internacional de surrealismo de Nueva York en 1941-, estos fatales presagios que condenaban a muerte la mirada del espectador asfixiando el espacio de las pinturas de la guerra años, ahora se transmiten en segundo plano. Dos mujeres, aquí representadas en forma de dos videntes, con su bola de cristal en la mano, llaman la atención. Como Europa o Sybille, parecen portar felices revelaciones alucinatorias y no parecen prestar atención a esa extraña maleza poligonal congelada que les rodea.

En el contexto de la producción de Óscar Domínguez, Ciclista (1946) es una obra de singular importancia: en ella se manifiesta ese “expresionismo” de raíz picassiana reconocido por sus contemporáneos y por el mismo artista. Y, al tiempo que es índice de su acercamiento a Picasso, lo es también de su ruptura con el grupo surrealista ortodoxo liderado por André Breton.

Sobre un fondo trabajado con aguada de plomizas y sombrías nubes se disponen tres objetos volantes dispuestos en dirección de sus objetivos divergentes, que se rozan en el aire como si volasen formando una escuadrilla hacia su siniestro destino. Estos Pájaros Mecánicos (1952) ocupan por completo el espacio. En la composición la línea curva, proscrita en beneficio de la recta, solo está presente en las ruedas, que confieren al conjunto sensación de velocidad. Las esquemáticas cabezas de estos pájaros-aviones, reducidas a la mínima expresión, potencian la agresividad de la imagen.


testament

22 Juliol 2022

Quan l’hora del repòs hagi vingut per mi
vull tan sols el mantell d’un tros de cel marí;
vull el silenci dolç del vol de la gavina
dibuixant el contorn d’una cala ben fina.
L’olivera d’argent, un xiprer més ardit
i la rosa florint al bell punt de la nit.
La bandera d’oblit d’una vela ben blanca
fent més neta i ardent la blancor de la tanca.
I saber-me que sóc en el redós suau
un bri d’herba només de la divina pau.

Autor: Rosa Leveroni

Ilustración: Ramon Moscardo, “Bany de lluna a Cadaqués”

TESTAMENTO

Cuando la hora del reposo haya venido para mí
quiero tan solo el manto de un trozo de cielo marino;
quiero el silencio dulce del vuelo de la gaviota
dibujando el contorno de una cala bien fina.
El olivo de plata, un ciprés más osado
y la rosa florida en medio de la noche.
La bandera de olvido de una vela bien blanca
haciendo más nítida y ardiente la blancura de la valla.
Y saberme que soy en el refugio suave
solo una brizna de hierba de la divina paz.

Autor: Rosa Leveroni