el xiquet soldat


Alí té deu anys,
dos mans i un fusell,
pantaló i camisa.
I un somriure bell

Va nàixer en guerra
i en guerra es manté
matant i ferint
amb calma i en fred.

Sap que si no ho fa
li ho faran a ell.
I no vol morir.
Ja no sap res més.

Ni per què la guerra,
ni per què ha estat ell
a qui li ha tocat
destí tan cruel.

Alí morirà
de bomba o d’un tret
que li pegarà
Un altre xiquet.

Alí morirà
i amb ell morirem
un poc tots els que

no hi posem remei.

Autor: Marc Granell

Ilustración: Akseli Gallen-Kallela, “Boy with a crow” (1884)

Con 19 años, Kallela pintó este cuadro en el que se anuncia ya su posterior simbolismo. Había empezado a pintar tres años atrás y todavía estaba buscando su camino. Eran tiempos en los que practicaba una pintura naturalista de campesinos finlandeses y otras temáticas rurales. Un niño que observa a un cuervo comiendo.

Pero para ser una obra de 1884 la composición es de lo más moderno. Un punto de vista elevado, como dando la impresión de que somos los mayores los que estamos viendo la escena, como una invitación a recordar nuestra infancia de alguna manera.

El fondo es casi abstracto, con algún que otro arbusto. Lo interesante de verdad, los protagonistas son estos dos personajes, ese niño descalzo, vestido con ropa remendada y rapado al cero (vamos, que no parece de la clase alta finlandesa precisamente), y ese cuervo buscando alimento en el suelo.

Por supuesto, el cuervo es un animal cargado de simbolismo, pero su interpretación depende de cada cultura.

Para un mediterráneo de tradición judeo-cristiana, el cuervo es tradicionalmente de mal agüero, negro, asociado a la muerte, carroñero. Los cristianos son más de palomas (tras dejar de llover, Noé soltó un cuervo y una paloma, y sólo volvió esta… es un símbolo de esperanza).

Pero quizás para un nórdico como Kallela, el cuervo es símbolo de inteligencia. El propio dios Odín tiene uno en cada hombro, Hug (reflexión) y Munin (memoria), que le susurran al oído todo lo que ven y oyen.