Cinco viejos escalofriantemente reales nos miran de frente con una actitud no demasiado optimista. No se comunican entre sí, pero ese agotamiento físico y espiritual, esa triste inexpresividad parece transmitir lo que dice el título: están ya cansados de la vida.
Estilísticamente, estamos ante un cuadro típico del «paralelismo» de Hodler, ese minucioso orden rítmico de figuras y líneas, (definido por el propio artista como la repetición de formas semejantes). El paralelismo es esa simetría simbolista que podríamos definir como decorativismo cósmico.
Con este singular estilo Hodler se convirtió en una de las figuras más interesantes del simbolismo —además de precursor del expresionismo— y su forma de pintar podía ser el vehículo ideal para tratar uno de sus temas predilectos: el destino humano ante la proximidad de la muerte.
Sin embargo, su crudeza y radical frontalidad provocó el rechazo unánime del público.
Ferdinand Hodler, uno de los principales pintores del simbolismo centroeuropeo y del Art Noveau, estuvo en esa encrucijada entre el siglo XIX y el siglo XX, y por lo tanto movió de alguna forma los entresijos del arte moderno.
En la última década del siglo XIX su obra evolucionó y desarrolló un estilo que él llamaba «Paralelismo», caracterizado por agrupaciones de figuras simétricamente colocadas en poses que sugerían un ritual o una danza.
La obra de Hodler en su fase final adoptó un aspecto expresionista con figuras fuertemente coloreadas y geométricas. Los paisajes quedaron reducidos a lo esencial, a veces consistiendo en una franja de tierra entre el cielo y el agua.
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