Representa aquí a la periodista y poeta Sylvia von Harden. Otto Dix omite deliberadamente cualquier referencia a la profesión de Sylvia von Harden porque no le interesa como personaje, sino como modelo de un nuevo tipo de mujer emancipada que rompe con los estereotipos clásicos femeninos. Para destacar esta idea, enfatiza su aspecto andrógino y la presenta haciendo cosas que se consideraban típicamente masculinas. A una mujer respetable de esa época, jamás se le habría ocurrido dejarse ver en público sola en un bar, bebiendo y fumando. La falda demasiado corta deja ver una media caída que demuestra la escasa coquetería, incluso dejadez, de la escritora. El corte recto del vestido oculta su físico: ninguna curva interrumpe la verticalidad de las líneas del estampado.
Los únicos elementos que demuestran una cierta femineidad son el rojo de labios, de tono sanguinolento, y la sortija.
Paradójicamente, su objetiva fealdad la convertían en seductora, liberada de los cánones de belleza que atormentaban a otras damas. Demasiado delgada, de nariz prominente y manos grandes y huesudas, su corte de pelo a lo garçon y el monóculo en el ojo derecho acentuaban su aspecto marcadamente andrógino. Otto Dix la pintó sentada a la mesa de dicho café berlinés, tomándose un coctel y fumando un cigarrillo
Definitivamente, Sylvia von Harden es una mujer claramente subversiva.
Otto Dix fue uno de los máximos exponentes de la Nueva Objetividad alemana, movimiento pictórico que surge tras la Primera Guerra Mundial y que supone una vuelta a la figuración, una alternativa a las corrientes vanguardistas que tendían hacia la abstracción o hacia lo conceptual. Durante la Gran Guerra, este artista se alistó voluntariamente para combatir en las filas alemanas, siendo posteriormente herido y quedando traumatizado por la experiencia bélica. Así, su obsesión se volvió plasmar en sus cuadros la brutalidad y dureza de la contienda y los efectos de ésta en la Alemania de la posguerra: los veteranos mutilados y desfigurados, los vagabundos, las prostitutas… No en vano, la Berlín del período de la República de Weimar se conocía como la “ciudad del vicio”, ya que era la metrópolis del libertinaje y la frivolidad. Proliferaban los cabarets y clubs nocturnos, los salones de baile, la cocaína. Mendigos, inválidos, parados y prostitutas invadían las calles. Para él y otros miembros de la Nueva Objetividad como Grosz, el arte se volvió una forma de espantar el fantasma de la guerra.
Su pintura es extremadamente crítica y cruda, prestando especial atención a la prostitución, la violencia, la deformidad, la mutilación y la muerte.
Contrastes delirantes recorrían las calles de Berlín: mutilados de guerra sin piernas o sin narices, prostitutas marcadas por la enfermedad, veteranos mendingando, traficantes del mercado negro envueltos en pieles lujosas, drogadictos, idiotas frenéticos, suicidas, criminales sexuales y descuartizadores. Pero también uniformados que balean a trabajadores indefensos, desocupados, sobrevivientes de hambre y miseria. Una selva humana parecida a un matadero, un burdel, un hospicio, una sociedad que se derrumba por la guerra y sus secuelas. Un mundo desmoralizado en que el asesinato es moneda corriente, la política ineluctablemente corrupta, y nadie puede escapar a la prostitución, simbólica o real. Mientras los tres pilares del orden capitalistas, militares y clero contemplan sin intervenir el caos que prologa al nazismo.
A esta sociedad perteneció Otto Dix, joven alemán a quien los acontecimientos bélicos obligaron a defender su nación en el frente de batalla. El futuro pintor fue reclutado en el ejército, tuvo una actuación destacada y sufrió el trauma de la guerra, generándose en su interior un abierto rechazo a la misma y un afán de denunciar los horrores vividos.
Esta ingrata experiencia fue el caldo de cultivo para que fácilmente se enrolara en una estética sumamente agresiva hacia los grupos sociales más frágiles y vulnerables de esa época: mujeres, niños, ancianos, prostitutas y homosexuales fueron tema de representaciones denigrantes entre ciertos artistas plásticos, músicos, literatos, dramaturgos y cineastas.
Dream of the sadist” y “menschen in trummen” son dos muestras de esta pintura expresionista y realista de Otto Dix. En “El cerillero” (1927) la figura del niño está engrandecida pero situada en un rincón. Su rostro supera la tristeza,. es de verdadero pavor. Se abriga del invierno pero ninguna figura humana puede adquirir sus cerillas,
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