otra margarita (Sorolla, 1892)

29 Novembre 2013

Sorolla - otra margarita (1892)
Este fue el primer cuadro de Sorolla donde aborda la temática del realismo social, orientada hacía el comentario de la realidad española desde una perspectiva crítica y regeneracionista, con un claro intento de denuncia de las desigualdades de la sociedad de su época. El realismo social de Sorolla es mucho más que una escena costumbrista y la denuncia social suele quedar enfatizada por el título. Aquí alude a la Margarita de Fausto (Goethe) que ahoga a su hijo y es encarcelada.

Viajando en tren de Valencia a Madrid, fue testigo Sorolla del traslado esposada de una mujer que, decían, había quitado la vida a su bebé. Una pareja de la Benemérita custodiaba a la detenida. Resultó muy afectado el pintor, y un día se dispuso a abocetar en el estudio la tremenda escena. En un abigarrado conjunto, como solía viajarse entonces, incluyó inicialmente hasta la figura de algún niño.

Pero, al final, tomó la decisión de expresar el drama con la mayor simplicidad: y así retrató a la desgraciada madre en el centro de un vagón sin pasajeros, la cabeza inclinada sobre un hombro, caída la mirada, con frías esposas rodeando sus muñecas. Y a la diestra un atillo con sus humildes pertenencias. Se la adivina joven, pero muy triste y abatida. Al fondo, una pareja de la Guardia Civil, medio adormilada, vigila a la detenida. No podía faltar la magia del sol, juguetón como una mariposa, aleteando esperanza por los altos balcones de la luz, encendiendo braseros al borde de las tablas.

El vagón se hace verdaderamente asfixiante debido a la abrupta terminación de su perspectiva en una pared totalmente vacía, que viene a remarcar, simbólicamente, la idea de caja, de prisión.

Un ambiente tenebroso y denso engulle a los tres personajes que permanecen sentados en el vagón de madera del tren. Los guardias civiles, adormilados por el traqueteo, custodian a una mujer esposada y de mirada perdida a la que acusan de haber matado a su hijo asfixiándolo.

Es un cuadro donde la tristeza deviene infinita…

Sorolla - Trata de blancas (1894)El realismo social donde mujer y ferrocarril convergen vuelve a reiterarse en “Trata de blancas”  (1894). Aborda el tema de la prostitución pero carece de la arrebatadora fuerza que expresaba en “Otra margarita”.

En el cuadro aparecen representadas un grupo de mujeres vestidas a modo de campesinas con mantillas y pañuelos en sus cabezas que dormitan, a excepción de la anciana de negro que las acompaña, la cual permanece despierta y vigilante. El momento que recoge el pintor, con las jóvenes dormidas y la mujer mayor mirando al infinito, nos oculta su verdadera profesión.

“Hay todo un libro en aquel vagón de tercera, miserable y sucio, iluminado por el agonizante farolillo y la cruda luz del amanecer, en el cual se amontona el rebaño de mantón y pañuelo de seda, con las caras tristes que aún conservan vestigios del colorete del lupanar, llevando sus gastados y macilentos encantos de un mercado a otro, agotándose en plena juventud y esclavizadas eternamente a la vieja alcahueta, rabadana del vicio que las contempla con mirada dura, pensando lo que podrá producirle aún este saldo de carne enferma” (Blasco Ibáñez)


seguridad social

28 Novembre 2013

L.S. Lowry - Ancoats Hospital Outpatients' Hall (1952)
Frente a las charlas siniestras
de las salas de espera siempre
levanto un libro como una muralla.

Pero hoy de repente el olor del acero
la intuición de lo frío y punzante.
La certeza de lo inútil en perseguir
la enfermedad, que conoce todos
los recovecos donde esconderse.

La anciana a mi lado ha roto a llorar.
“No llore, mujer”, le digo, “¿Qué le pasa?”
“Nada”, contesta ella, encogiéndose.

Y se queda sin saber cuánto le agradezco
que calle y no me cuente.
Porque no llevo kleenex en el bolso
y estoy tan cansada que la enfermedad
me parece una tregua deseable.

Así morimos, así nos matan.

Autor: Ana Pérez Cañamares

Ilustración: L.S. Lowry, “ Ancoats Hospital Outpatients’ Hall” (1952)


la medida de mi madre

26 Novembre 2013

Picasso - maternidad a la orilla del mar (1902)

No sé si te lo he dicho:
mi madre es pequeña
y tiene que ponerse de puntillas
para besarme.
Hace años yo me empinaba,
supongo, para robarle un beso.
Nos hemos pasado la vida
estirándonos y agachándonos
para buscar la medida exacta
donde poder querernos

Autor: Begoña Abad

Ilustración: Picasso, “maternidad a la orilla del mar” (1902)


Bonaparte cruzando los Alpes (Delaroche, 1850)

25 Novembre 2013

Paul Delaroche  - Napoleón cruzando Los Alpes (1850)
“Soldados, estáis desnudos y mal alimentados. Yo os conduciré a las llanuras más fértiles del mundo. Ricas provincias y grandes ciudades caerán en vuestras manos. Allí encontraréis honor, fama y riquezas”

(Napoleón Bonaparte, discurso a sus soldados al ser nombrado general de los ejércitos de la República francesa, 1796)

“Mañana, diez siglos contemplarán nuestra victoria” (N. Bonaparte)

EnBonaparte cruzando los Alpes” se nos muestra a Napoleón montado en una mula guiando a su ejército en un viaje realizado en la primavera de 1800 con la intención de sorprender a las tropas austríacas en Italia.

Napoleón aparece con un uniforme militar y un bicornio de borde dorado. La mula sobre la cual viaja está desnutrida, cansada por su calvario a través de los Alpes. A la izquierda de la mula aparece su guía, que se apoya pesadamente sobre el bastón al que se aferra con su mano izquierda para continuar; su vestimenta está gastada por el clima, su rostro, rojo por el frío. Pueden verse otros miembros del séquito de Napoleón un poco detrás de él.

El frío es evidente: las montañas distantes cubiertas de nieve se asoman detrás de Napoleón y el sendero bajo sus pies posee una gruesa capa de nieve. Por otra parte, la luz ámbar refuerza la presencia de un solitario rayo de sol en un momento pasajero e introduce contrastes en la pintura al tiempo que refuerza la figura central de Napoleón.

Napoleón aparenta encontrarse en lo más alto de las montañas, y parece ser un hombre mortal y en peligro. Aunque en cierto sentido esto parece disminuir la figura de Napoleón la intención era representar a Napoleón como un hombre de carne y hueso que también sufría y pasaba penurias en sus hazañas más osadas.

El cuidado en el detalle y la precisión literal que Delaroche pone en esta pintura evidencian y demuestran la lenta pero firme evolución del realismo. La fidelidad en el ropaje con pliegues y arrugas, la textura peluda de la mula y su mirada extenuada, el cansancio del guía y sus botas de cuero… todo configura un deseo de verosimilitud que fue alabado y criticado al mismo tiempo lo que confirma que la crítica y el público quedó seducida por la técnica pero decepcionada por el mito épico vapuleado.

La obra se inspiró en la serie de cinco pinturas de Napoleón cruzando los Alpes (1801-1805) realizadas por David donde también se muestra el viaje de Napoleón. Pero entre las de David y la de Delaroche existen importantes diferencias. El Napoleón de Delaroche tiene frío y está alicaído, mientras que el de David viste un uniforme prístino y es idealizado como héroe.

David - Napoleón cruzando los Alpes (1805)La primera y más importante diferencia se halla en Napoleón, en su vestimenta y en su talla. David muestra a Napoleón vestido con un uniforme colorido e inmaculado, acompañado por una capa drapeada. Por otro lado, la versión de Delaroche presenta a Napoleón con un abrigo gris bastante común que tiene el único propósito de mantener alejado el frío más que mostrarlo como un líder militar poderoso y galante, que es la impresión que uno recibe de la versión de David.

Sin embargo, existe otra diferencia significativa en el mismísimo Napoleón, en su estado mental. El Napoleón de David es exuberante, seguro de su liderazgo del ejército francés y de su capacidad para cruzar los Alpes y derrotar a los austríacos en Italia. En cambio, el de Delaroche está demacrado y amargado por el cruel frío; los ojos y la cara inexpresiva evidencian su agotamiento, su cansancio como resultado del largo e inestable viaje.

La última diferencia de importancia es respecto al animal en el cual está montado Napoleón. En la versión de David, Napoleón se encuentra sobre un corcel grande y fuerte de larga crin; esta cuestión en la versión de David es irrefutablemente falsa: es sabido que Napoleón montó una mula durante la travesía (la cual tomó prestada de un campesino local), y no un caballo.

La fría recepción a la obra de Delaroche y la preferencia de los libros de historia por la mítica manipulación de David exaltando la genialidad del señor de Europa confirman que, por lo general, nos deleitamos en grandes hazañas mientras omitimos la verdadera pequeña gran historia, la que se escribe con paso pausado y lánguido en una vieja mula en lugar de al galope en un brioso corcel.


Alzheimer

24 Novembre 2013

Miguel Planells Saurina - perdidos en la niebla
En la casa de los vecinos
se escuchan gritos desalmados
y gemidos como agujas.
La vieja tiene alzheimer
y la hija le grita:
guarra y cagona.
La vieja chilla
espantada.
Se ha cagado las bragas.

Mi abuela también
se cagaba,
y tiraba la mierda
por la ventana del séptimo,
o nos la dejaba,
como los Reyes Magos,
en el fregadero.
Mi madre le reñía a gritos
y luego lloraba.
Después, la limpiaba
y le ponía polvos de talco.
Mi abuela gemía,
media hora,
como si se le hubiese rallado
la queja.
Y luego volvía a
cagarse.
Mi madre hipando
como un pajarito,
mi padre rugiendo
como una bestia,
y yo,
huyendo horrorizada para no presenciar
el espectáculo,
o para no tener que limpiar
la mierda.

Autor: Eva Vaz

Fotografía: Miguel Planells Saurina, “perdidos en la niebla”


Bombardeo

23 Novembre 2013

Omar Ortiz - el sueño (2013)
Yo no iba sola entonces. Iba llena
de ti y de mí. Colmada, verdecida,
me erguía como grávida montaña
de tierra fértil donde la simiente
se esponja y apresura para el brote.
Era mi carne, tensa y ahuecada,
nido cerrado que abrigaba el vuelo
de un ala sin plumón y con grillete:
casi cristal y casi sueño. Tierna.

Iba llena de gracia por los díasOmar Ortiz - angel (2013)
desde la anunciación hasta la rosa.
Pero ellos no podían, ciego, brutos,
respetar el portento.
Rugieron. Embistieron encrespados.
Lanzaron sobre mí y mi contenido
un huracán de rayos y metralla.

Del más bello horizonte, del más puro
cielo de otoño vomitaron lluvia
de ciegos mecanismos destructores
que desataban sobre el cauce seco
del callejero asfalto sorprendido
los ríos de la sangre.

(…) Noches de sueño incierto, triturado
por la tremenda sinfonía
del frente en erupción y los caballos
del miedo galopando en explosivos.

Y la sangre con hambre que se exprime
hasta la última esencia
para nutrir al hijo sazonándose.

Y la desnuda soledad del cuerpo,
desorientado, desgajado en vivo
del cuerpo del amante.

Aquellas noches del pavor sin luces,Omar Ortiz - angel (2013) detalle
apelmazadas de odios y de ruinas,
yo te esperaba. Me llegaste a veces.
Del último bisel de la tragedia,
del borde mismo de la hirviente sima
venías hasta mí. Me contemplabas
con unos ojos llenos de agua sucia
donde asomaban rostros de cadáveres.
Ojos que procuraban ser risueños
y mansos al pasar por mi figura
y acariciar con luces de esperanza
la curva de mi vientre.

¡Con qué exaltada fuerza, con qué prisa,
con qué vibrar de nervios y raíces
nos quisimos entonces!

Yacíamos unidos, sin lujuria,
absortos en el hondo tableteo
de nuestros corazones. Escuchando
de vez en vez el tímido latido
del otro corazón encarcelado
que ya, para nosotros, gorjeaba.
Yo sonreía señalando el sitio
en que un talón menudo percutía
mis íntimas paredes en un ansia
gozosa de correr por los senderos
apenas presentidos.

Y, en medio del olvido refrescante,
en lo mejor del conseguido sueño,
surgía denso, alucinante, bronco,
el bélico zumbar de la escuadrilla.
Bramando, sacudiendo, despeñándose,
atropellándose los ecos
iban las explosiones avanzando,
cada vez más cercanas,
hasta que, al fin, la muerte en torrentera,omar ortiz - the light pilar (2012) detalle
en avalancha loca, trascurría
sobre nuestras cabezas sin refugio.

Entonces tú, imperioso, dominante,
con un impulso elemental de macho
que guarda la nidada, con un gesto
ardiente y violento como el acto
de la amorosa posesión, cubrías
mi cuerpo con tu cuerpo enteramente,
haciendo de tus largos huesos duros,
de tu apretada carne exacerbada,
un ilusorio escudo indestructible
para el hijo y la madre.

Así, unidas las bocas, trasvasándonos
el tembloroso aliento, diluidos
en éxtasis de espanto y de delicia,
las almas contraídas, esperábamos…

No. Nunca nos quisimos como entonces.

Autor: Angela Figuera Aymerich

Ilustraciones de Omar Ortiz


el lugar de las muertes lejanas

22 Novembre 2013

molina campos - Molina Campos volviendo (1950)
No quiero volver
al lugar de las muertes lejanas
donde la herida duerme
en el silencio que deja la memoria.
Donde no hay voz para entonar las letras
y las manos olvidaron las guitarras.
Donde llora el payaso
frente a los que fueron niños
y las piernas recuerdan
el caminar de la odalisca.
Es el lugar
en el que sólo el viento negro
acaricia las tristezas,
mueve los trapecios
y de noche susurra las ausencias.

Autor: Gabriel A. Jacovkis

Ilustración: Molina Campos, “Molina Campos volviendo” (1950)

Fuente original:

http://paramiuncortado.wordpress.com/2013/09/27/el-lugar-de-las-muertes-lejanas/


Crisis III (Explicación para tontos)

21 Novembre 2013

 

A Gaviotas y Capullos… entre otros.

Cuando vivía con mis padres
llevaba de almuerzo
un bocadillo
de chorizo,
de queso o
lomo, a primeros de mes.

Me independicé y
me vino el gusto -obligado-
por el chóped y la mortadela.

Ahora
los bocadillos,
ni de aire.
Ya no llevo almuerzo.
Ya no tengo trabajo.

Autor: Jorge Molinero

Fuente original: http://elhombreinvisible-invisible.blogspot.com.es/

Ilustración: Pío Collivadino, “la hora del almuerzo” (1903)

La hora del almuerzo presenta una escena de trabajo urbano despojada de la intención crítica y el dramatismo que caracterizaron el género en la pintura naturalista de fines del siglo XIX: un grupo de siete obreros de la construcción comparte un momento de descanso en diversas actitudes: unos abstraídos, otros conversando e intercambiando bromas. Con pinceladas sueltas y toques de luz brillante en las manchas de cal, la composición presenta un grupo de tipos populares contemporáneos, de diferentes edades, con particular detenimiento en el estudio de las diversas fisonomías.

Esa particular mirada “desde adentro” al mundo del trabajo que aparece en La hora del almuerzo fue una constante en la obra posterior de Collivadino, hijo de una familia de inmigrantes dedicados a la construcción, dueña de una carpintería de obra en el barrio de Barracas. Muchas veces, en sus numerosas escenas del puerto de Buenos Aires, representó el mundo del trabajo sin intención crítica ni asomo de conflicto. Hubo sin embargo, en sus numerosos paisajes urbanos de Buenos Aires, una mirada puesta en los violentos contrastes entre los diferentes aspectos del “progreso” (elevadores del puerto, las calles y avenidas céntricas, los edificios en altura) y las barriadas suburbanas, humildes, con calles de barro, faroles a gas y viviendas en construcción.


veinte de noviembre

20 Novembre 2013

Arias-Navarro“Muerto el perro, no siempre se acaba la rabia…”

A mi madre

Te fuiste a morir en la misma fecha
que aquel que te había jodido la vida;
nada personal por su parte:
te la jodió a ti como a tantos otros.

En el momento me pareció una coincidencia
con más mala leche que otra cosa:
una ironía fúnebre,
una carcajada de la calavera.
Pero luego pensé que tú reirías la última,
que noviembre sería el mes de las madres
que guardan la ternura y la dignidad
en un cofre rodeado de pinos y regatos;
no el mes de los que se van entre tubos,
ajenos a la muerte como estuvieron ajenos a la vida,
y que yacen incorruptos admirando
la solidez del mármol.

Una última cosa, madre:
sé por ti que hay ideas que atentan contra el corazón.
Dicho de otro modo:
tener corazón no permite tener ciertas ideas.
Y ninguna otra vida
ninguna otra muerte
me convencerá de lo contrario.

Autor: Ana Pérez Cañamares

Fotografía: Arias Navarro comunica por televisón el fallecimiento de Franco


después de las guerras

18 Novembre 2013

refugiados de la guerra civi española caminando hacia la frontera francesa

Que en las guerras no hay malos ni buenos, sólo víctimas
es un viejo adagio que todos sabemos…

Pero, cuando la guerra acaba,
hay vencedores y vencidos,
y unos arrastran a los otros por el fango y la sangre
y se regodean en su sufrimiento,
como plato final de su victoria
(fría venganza en corazones de piedra).

Y la derrota sabe a desesperanza
y a amargura, gota a gota tragada
(hora a hora,
día a día
año a año).

Lo saben los galos,
y los íberos,
y los troyanos
y los nubios,
y los cátaros…
y muchos españoles.

Autor: Marisa Peña

Ilustración: refugiados de la guerra civil española caminando hacia la frontera francesa