“El éxito es fácil de obtener. Lo difícil es merecerlo”
(Albert Camus)
Otto Dix y Hugo Erfurth se conocieron en el año 1920, cuando era todavía un pintor joven y desconocido, recién llegado a la ciudad de Dresde (1919) tras cuatro años en el frente.
Otto Dix ha retratado a Hugo Erfurth, un hombre de mediana edad que no lleva ningún atributo u objeto que revele su identidad u ocupación. Al hacer así, ha inmortalizado su aristocrática presencia, a la manera de los retratos tradicionales de aparato, de nobles y monarcas. Erfurth era fotógrafo oficial de la corte del rey de Sajonia y también un personaje conocido en los círculos intelectuales de Dresde, ya que además se dedicaba al comercio de objetos artísticos y, entre 1922 y 1926, dirigió en dicha ciudad un gabinete de arte gráfico.
Hugo Erfurth está sentado y le acompaña su perro Ajax, signo máximo de fidelidad. Su perfil se recorta sobre una cortina parda con motivos florales esquematizados; y el gris de su traje y las notas celestes y aguamarinas de sus ojos, su corbata y la piedra de su anillo se equilibran con el fondo de pared azul, que ocupa un tercio del lienzo por la izquierda, y cuya intensidad aumenta desde abajo hacia arriba. Por un lado, Dix ha acudido a una tipología de retrato definida desde el siglo XV: la persona adquiere volumetría, gana en presencia física, por el acusado dibujo utilizado por el pintor.
Parece como si el perro y su amo fundieran sus miradas en un punto, puesto que el perro, por su fidelidad, se convierte en el eco del amo…
En esta pintura de David Alexander Colville el perro, misteriosamente, se interpone en la trayectoria visual de su amo de tal manera que prácticamente lo suplanta por completo.
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