El beso (G. Klimt, 1907)

30 Desembre 2012

Klimt - el beso (1907)

“Mis besos lloverán sobre tu boca oceánica
primero uno a uno como una hilera de gruesas gotas
anchas gotas dulces cuando empieza la lluvia
que revientan como claveles de sombra
luego de pronto todos juntos
hundiéndose en tu gruta marina
chorro de besos sordos entrando hasta tu fondo
perdiéndose como un chorro en el mar
en tu boca oceánica de oleaje caliente

(Fragmento del poema “Besos”, de Tomás Segovia)

Gustav Klimt (1862–1918) fue un pintor simbolista austríaco, y uno de los más conspicuos representantes del movimiento modernista de la secesión vienesa. Klimt pintó lienzos y murales con un estilo personal muy ornamentado, que también manifestó a través de objetos de artesanía, como los que se encuentran reunidos en la Galería de la Secesión vienesa. Intelectualmente afín a cierto ideario romántico, Klimt encontró en el desnudo femenino una de sus más recurrentes fuentes de inspiración si bien sus obras no se limitan a reproducir la figura femenina sino que plasman con intensa energía y sensualidad la sexualidad femenina.

Creada durante la decorativa “fase dorada” de Klimt, “El beso” es probablemente su pintura más conocida. Se exhibió por primera vez en la Exposición de Arte de 1908 bajo el título de “Los amantes”, recibiendo una entusiasta crítica. En la obra, una pareja rodeada por una aureola de oro que los aísla del mundo se abraza apasionadamente. La mujer, con su cabeza inclinada hacia atrás, enfrenta al espectador con sus ojos cerrados, mientras el hombre la envuelve tiernamente.

El hombre está vestido con una túnica con rectángulos en blanco y negro irregularmente colocados sobre un fondo dorado que contiene decoración en espiral, y lleva una corona de vid. La mujer lleva un vestido con flores, ceñido, que nos presenta claramente las formas femeninas, dejando ver piernas, hombros y brazos. Su cabello está salpicado de flores.

Ambos se encuentran rodeados de flores y arrodillados al borde de un precipicio, simbolizando así quizás el peligro de su relación. Es posible que esté representado una experiencia amorosa idealizada, donde el amor adquiere una dimensión cósmica posible de alcanzar solamente fuera del mundo real.

El recurso a formas fálicas encubiertas habitual en Klimt encuentra aquí acomodo en una estilización de las figuras que, alargadas, configuran el miembro viril. La posición de dominio del hombre y la mujer sometida es un convencionalismo ideológico que debe contextualizarse a fin de no distorsionar el análisis de la obra.

La mayoría de los especialistas aseguran que en la obra están representados el propio pintor y su eterna amante. Emile Flöge con quien mantuvo una relación sexual durante décadas. No contrajeron matrimonio pero ella heredó a su muerte la mitad de sus bienes. El pintor era un hombre de un apetito sexual feroz, estaba felizmente obsesionado con las mujeres y tuvo multitud de hijos ilegítimos; sentía una especial predilección por un tipo de mujer agresiva y dominante que podría identificarse con icono de la femme fatale.

En esta obra está reflejado ese erotismo: un beso que parece eterno, un abrazo estrecho, y los ojos cerrados de ella, viviendo intensamente el momento. Expresado de forma figurativa, ya que representa imágenes reales aunque un tanto distorsionadas pero con frecuencia los amores soñados son más intensos que los reales.

Hay quien ve en este cuadro una evolución de la obra de Klimt, en base a que ahora puede pintar una unión donde hasta entonces había tematizado, sobre todo, la lucha de los sexos. Otros por el contrario, opinan que Klimt no ha cambiado su forma de ver el mundo y que también en esta obra describe, de un modo más sutil, la imposibilidad de la satisfacción, consecuencia de las tensiones entre el hombre y la mujer. Estas formas ornamentales cuadradas para el hombre y circulares para la mujer, ¿significan complementación o antagonismo? ¿no parecen guardar una cierta distancia estas dos personas, a pesar del abrazo, como si no existiera relación alguna entre ellas? Esta vez es claramente el hombre quien domina y toma la iniciativa del beso. La mujer parece soportarlo con resignación, pero sus manos se contraen convulsivamente, los dedos de sus pies arañan la roca: ¿placer o ira?

El cuadro es sólo la representación de una pareja abrazada. El resto de la pintura se disuelve en colores brillantes, con claros vínculos con el Art Nouveau, con el decorativismo adueñado de formas sinuosas de gran sensualidad acordes con el refinado gusto burgués de la época. Su estética es inconfundible, y el aroma decadentista innegable.

Su obra maestra, “El beso”, celebra belleza y erotismo. Algunos la verán como un manifiesto de la decadencia. En retrospectiva, la obra de Klimt parece reflejar uno de los últimos sueños de la inocencia antes de que llegaran los horrores de la guerra.


Insomnio

30 Desembre 2012

Claude Theberge - 03

Cuando intentes conciliar
el sueño
en noches sin luna
y
los párpados
se abran
como enormes nichos
vacíos y oscuros,
recuerda
que hay una escultura
a poca distancia de ti
que aunque carece de alma
suspira
sangra
y espera anhelante
una palabra tuya
para elevarse de nuevo.

Autor: Meri Pas Blanquer

Fuente original en su blog Escribo, luego existo:

http://meripas.blogspot.com.es/2011/08/insomnio.html

Ilustración de Claude Theberge


La noche le es propicia

29 Desembre 2012

Kiera Malone - 02Todo fue muy sencillo:
ocurrió que las manos
que ella amaba,
tomaron por sorpresa
su piel y sus cabellos;
que la lengua
descubrió su deleite.
¡Ah! detener el tiempo!
Aunque la historia
tan sólo ha comenzado
y sepa que la noche
le es propicia,
teme que con el alba
continúe su sed
igual que siempre.
Ahora el amor la invade
una vez más. ¡Oh tú
que estás bebiendo!
Apiádate de ella,
su garganta está seca,
ni hablar puede.
Pero escucha su herido,
respira la agonía
de un éxtasis y el ruego:
¡no te vayas, no, no te vayas.
¡Quiero beber yo!

Autor: José Agustín Goytisolo

Ilustración de Kiera Malone


Brueghel, 1566: El censo de Belén y La matanza de los inocentes

28 Desembre 2012

Pieter Brueghel el Viejo, (1525 – 1569) es uno de los más grandes pintores flamencos del siglo XVI. Se especializó en paisajes poblados de campesinos, en un estilo más sencillo que el del arte italiano que prevalecía en ese tiempo. Sus cuadros reflejan un sentido mordaz, burlón y tragicómico de la vida. Ahora bien, en los paisajes invernales se desprende una dulzura y una sencillez que supone ofrecer una imagen idealizada, caso de villancico navideño.

En “El censo de Belén” Brueghel  sitúa este episodio en su Breda natal, mostrando la vida del pueblo llano en invierno. Y en medio de este nevado escenario de gentes sencillas, como una más, se puede ver la silueta de la virgen María, ya en avanzado estado de gestación a lomos de una burra y acercándose a la casa donde se arremolina la multitud para inscribirse en el censo.

Las figuras de la Sagrada Familia han sido pintadas expresamente perdidas en el entorno nevado y son de pequeño tamaño. La Virgen sobre el asno y San José por delante no se distinguen ni por el tamaño ni por el colorido del resto de las figuras. Nadie se interesa por ellos.

La Virgen, el niño en sus brazos y San José se dirigen hacia la cochambrosa oficina del censo, situada en una ventana de la casa de la izquierda. En los tiempos de Herodes era obligación censarse en los lugares ante los recaudadores de impuestos.

En la parte superior izquierda del cuadro hay unos campesinos cargados que cruzan a pie un río helado. En el centro, los niños juegan en la nieve y se divierten en el estanque congelado, con patines, peonzas y trineos, desentendidos de lo que pasa a su alrededor.

La descripción de la plaza del pueblo tenía prioridad frente al significado de la historia sagrada. Brueghel eligió como escenario una fría tarde de invierno, el sol anaranjado ocultándose al fondo. La plaza está llena de gente, a pesar del frío. Las personas vivían al aire libre, las casas eran estrechas y con poca luz. Un cerdo despedazado sitúa la estampa al inicio del invierno. En un bar improvisado en un carromato se sirve aguardiente y las hogueras desprenden calor. La escena costumbrista está coloreada de varias figuras humanas que se desplazan encogidos y cabizbajos, soportando las inclemencias del tiempo. Las ruinas de un antiguo castillo feudal se divisan al fondo.

En la puerta de la taberna hay una guirnalda. Es la oficina de empadronamiento y hay también un escudo con el águila bicéfala, símbolo de los Habsburgo, reyes de España que cobraban fuertes impuestos a los Países Bajos. Es curioso, tras una escena costumbrista de trasfondo bíblico, el pintor no renuncia a sugerir la opresión de un pueblo invadido por las tropas españolas de Felipe II.

El escenario es similar en “La matanza de los Inocentes” donde el rey Herodes, según cuenta la Biblia, ordenó que se matara a todos los niños recién nacidos en Belén. Brueghel traslada nuevamente la escena a una aldea flamenca, en un paisaje nevado y con las construcciones típicas de los Países Bajos. La temática, no obstante, es algo más desgarradora y violenta pues los soldados aparecen ataviados a `pie y a caballo con unas largas lanzas y en varios escenarios aparece con detalle su crueldad. Padres y madres intentan, en vano, defender a sus hijos de tal barbarie.

Las lanzas sostenidas verticalmente eran características de las tropas españolas. La figura de negro con barba blanca podría ser una alusión al duque de Alba que sublevó la revuelta de los Países Bajos con especial dureza. Todo parece indicar que el pintor vuelve a ocultar bajo un paisaje invernal con trasfondo bíblico la opresión de su pueblo si bien, en realidad, parece que la pintura es algo anterior a la represión en Flandes.

La costumbre de Brueghel de esconder el verdadero tema del cuadro y dejarlo desaparecer entre la las masas que lo rodean adquiere en las dos pinturas precedentes una dimensión política extraordinaria.


De la teoría a la práctica

26 Desembre 2012

Fue en la costa -quizá el primer verano
de fiebre aventurera-.
Nos conocimos en la pista
de alguna discoteca,

y luego paseamos por la playa,
bajo la luna, muy bebidos.
Recuerdo una pareja de la Guardia
Civil que nos dio el alto y un aviso.

Aquella noche se nos fue entre besos,
confidencias, miradas y caricias.
En el fondo, seguía siendo un romántico
y amaba de cintura para arriba.

Del amor solamente había tocado,
como del mar, la superficie.
Aunque podía pasar por un experto
buceador, aún era virgen.

No olvidaré su cara de sorpresa,
sobre un fondo de sábanas,
cuando por fin, casi a la amanecida,
la última noche me llevó a la cama.

Autor: Javier Salvago

Ilustración: Joseph Lorusso, “lovers Lautrec”


Navidades en el burdel (Munch, 1906)

24 Desembre 2012

Las chicas han adornado el árbol de Navidad y se han puesto sus mejores vestidos. Están sentadas apaciblemente fumando y leyendo como en la sala de estar de cualquier casa pequeño burguesa. Se trata de una representación de las fiestas navideñas irónica y sentimental, pero nada piadosa.


La proximidad de estas fiestas

24 Desembre 2012

No me quiero engañar 
y no me importa nada lo que 
piensen de mi los demás

La proximidad de estas fiestas
tan tediosas y aburridas 
y la ausencia de personas queridas
me deja muy abatida.

Voy oscilando y paso 
de la desesperación al olvido
y del olvido a la añoranza.

Y siempre me pasa igual 
en estas malditas fiestas
por una vez en la vida 
tomo una copa de alcohol

Y de las renegridas cenizas
del cigarrillo que has dejado
en el cenicero crece temblando
una esperanza que aspira 
el aire exacto para encenderse 
sin ruido ni pasión.

La desesperación alimenta otro olvido
y del olvido surgen mil añoranzas 
de tiempos que mi mente me hace
creer que eran felices y me doy 
cuenta que siente lástima de mi 
y me va tendiendo trampas
que yo quemo con alcohol

Autor: Mercedes Tamara Lempicka

“Hoy, 24 de diciembre, como todos los años, se preparan los barrios y vecinos para celebrar la Nochebuena. Unos días antes la Plaza Mayor está ya llena de puestos de nacimientos con peñascos de cartón pintado y figuras de barro, donde se agolpan a mirar los chicos; puestos llenos de zambombas y tambores, y los de estacas y toldo de lienzo y otros más lujosos, tapizados con colchas de colores, donde venden turrones de Alicante y hay pilas de cajas de mazapán de Toledo. Los vendedores, con chaqueta de terciopelo, faja y polainas de cuero negro y pañuelo anudado a la cabeza; encima, el sombrero ancho; y las mozas, con falda de campana de estameña, moño trenzado y pegado a la nuca, cruzado por alfileres y peinetas, medias blancas de velludo y zapatos recios. Manadas de pavos y capones, que vienen de Castilla, recorren todas las calles, y en la Plaza Mayor las ventas……”

 (José Gutiérrez Solana, extracto del cuento Nochebuena)


Pechos

22 Desembre 2012

A veces, solo en la calma
de la alcoba, me estremece
la evocación. En la palma,
como entonces, me parece
sentir el trémulo peso
de tus pechos, que en el beso
me ofrecen, para que muerda,
todo el bulto de la vida.
¿Ves tú? La memoria olvida,
pero la carne se acuerda.

Autor: Tomás Segovia


Estampa de Navidad

22 Desembre 2012
 
La noche. Cuánta luz.
Y todos vamos,
cargados de juguetes o de joyas,
cruzando una ciudad multicolor y helada
cubierta con racimos de bombillas
azules, verdes, rojas,
que dibujan
la serpiente eléctrica de las lentejuelas de oro frío
en la tirantez aterida del aire.
 
En los escaparates brilla
la sombra luminosa de otros escaparates
y la desordenada sombra de un mendigo,
y los niños mantienen sus ojos muy abiertos.
 
(El tren y las espadas. Las estrellas.
La nave intergaláctica y la luna.
La muñeca habladora
y esa nieve
que cae sin cesar
sobre la tumba inmortal de nuestra infancia.)
 
Cuánta luz,
desgranada como un confeti
sobre estas alegres calles
por las que todos vamos como brujos felices,
cargados de mortalidad y de regalos.
 
Autor: Felipe Benítez Reyes
 
Ilustración de Valeria Docampo.

Persistencia de la memoria (Dali, 1931)

21 Desembre 2012

La persistencia de la memoria, conocido también como Los relojes blandos pertenece al estilo surrealista.

El surrealismo es una vanguardia artística que nació en 1924 a raíz del manifiesto publicado por André Breton, en el que proclamó la omnipotencia del sueño y de la imaginación. El surrealismo artístico tiene dos versiones, una abstracta, en la que inventan universos figurativos personales, y otra figurativa, en la que las escenas sorprenden al espectador por la delirante asociación de los objetos. A esta última tendencia pertenece Salvador Dalí.

En el cuadro aparece la bahía de Port Lligat al amanecer. El paisaje es simple; aparece el mar al fondo y una pequeña formación rocosa a la derecha.

Hay cuatro relojes; un reloj de bolsillo y tres relojes blandos y deformados, elementos que ya habían aparecido en una obra suya del año anterior, Osificación prematura de una estación. Dalí, según él mismo dice, se inspiró en el queso camembert a la hora de añadir los relojes al cuadro, relacionándolos por su calidad de “tiernos, extravagantes, solitarios y paranoico-críticos“. Uno de los relojes cuelga en equilibrio de la rama de un árbol. Más abajo, en el centro del cuadro, otro se acopla a modo de montura sobre una cara con largas pestañas inspirada en una roca del cabo de Creus. El tercer reloj blando está, quizás, a punto de deslizarse por un muro. Sobre este reloj hay una mosca y sobre el reloj de bolsillo, situado sobre el muro, hay multitud de hormigas.

Los elementos anteriormente descritos se ambientan en lo que parece una playa desierta, con el mar y una cala rodeada de acantilados al fondo. El cielo y el mar se confunden. La técnica de Dalí es precisa. El dibujo es académico, de líneas puras. Los objetos se pintan con detalle, aunque no son reales, como si de un realismo casi fotográfico se tratara. El artista utiliza un color brillante y luminoso en el que contrastan con fuerza los tonos cálidos con los fríos. La luz desempeña un poderoso papel y contribuye a configurar una atmósfera onírica y delirante.

Los relojes, como la memoria, se han reblandecido por el paso del tiempo. Son relojes perfectamente verosímiles que siguen marcando la hora (supuestamente en torno a la seis de la tarde).

Son múltiples las interpretaciones que se le pueden dar al cuadro y no todas expresadas por su autor, que sobre el mismo se limitó a decir que “Lo mismo que me sorprende que un oficinista de banco nunca se haya comido un cheque, asimismo me asombra que nunca antes de mí, a ningún otro pintor se le ocurriese pintar un reloj blando“.

Algunos símbolos en cualquier caso parecen evidentes, y hacen clara alusión al paso del tiempo y su relación íntima con un elemento consustancial al mismo como es la memoria. Los relojes derretidos son una muestra del paso del tiempo frente al cual no hay medida posible y acaba destruyendo cualquier esfuerzo de intentarlo. Pero también puede interpretarse que es la memoria la que flaquea con el paso del tiempo, hasta reblandecerse sin remisión. El tiempo, en fin, que además se impone a todo y nos impone su ritmo de vida hasta cercenarnos lo mismo que el reloj blando aprisiona el rostro de Dalí. La mosca que aparece en uno de ellos y el sinfín de hormigas que transitan por el único que no se reblandece, el reloj de encima de la mesa, son símbolos reiterativos igualmente en muchas de sus cuadros, y siempre bajo el mismo significado de destrucción, como si así respondiera al miedo pavoroso que le tenía Dalí a los insectos desde la infancia, y que de esta forma se convierte además en una típica respuesta psicoanalítica a los traumas de la infancia.

El tiempo por tanto se representa así como una entidad negativa, imponderable, que agota la memoria, impone su dictadura a nuestras vidas y destruye cuanto toca.

Aunque como no podía ser de otra forma, también se le han de derivado otras simbologías relacionadas con el mundo de las fantasías sexuales. No sólo porque son reiterativas en la obra de Dalí, consecuencia además de la importancia de la sexualidad en los supuestos freudianos. Especialmente la dualidad entre lo duro y lo blando, que en casi todos los cuadros de esta etapa se relacionan bajo la dualidad de lo “firme” del entorno y lo fláccido de las figuras, en una representación simbólica más de una dialéctica sexual que al parecer obsesionaba a Dalí.

El cuadro por lo demás es un típico prototipo daliniano por la claridad de las imágenes, la perfecta definición del dibujo y la sencillez compositiva.

Apéndice:  Juegos y Actividades tanto para niños como para adultos:

http://www.salvador-dali.org/Persistencia/CASPdM.html