“Mis besos lloverán sobre tu boca oceánica
primero uno a uno como una hilera de gruesas gotas
anchas gotas dulces cuando empieza la lluvia
que revientan como claveles de sombra
luego de pronto todos juntos
hundiéndose en tu gruta marina
chorro de besos sordos entrando hasta tu fondo
perdiéndose como un chorro en el mar
en tu boca oceánica de oleaje caliente
(Fragmento del poema “Besos”, de Tomás Segovia)
Gustav Klimt (1862–1918) fue un pintor simbolista austríaco, y uno de los más conspicuos representantes del movimiento modernista de la secesión vienesa. Klimt pintó lienzos y murales con un estilo personal muy ornamentado, que también manifestó a través de objetos de artesanía, como los que se encuentran reunidos en la Galería de la Secesión vienesa. Intelectualmente afín a cierto ideario romántico, Klimt encontró en el desnudo femenino una de sus más recurrentes fuentes de inspiración si bien sus obras no se limitan a reproducir la figura femenina sino que plasman con intensa energía y sensualidad la sexualidad femenina.
Creada durante la decorativa “fase dorada” de Klimt, “El beso” es probablemente su pintura más conocida. Se exhibió por primera vez en la Exposición de Arte de 1908 bajo el título de “Los amantes”, recibiendo una entusiasta crítica. En la obra, una pareja rodeada por una aureola de oro que los aísla del mundo se abraza apasionadamente. La mujer, con su cabeza inclinada hacia atrás, enfrenta al espectador con sus ojos cerrados, mientras el hombre la envuelve tiernamente.
El hombre está vestido con una túnica con rectángulos en blanco y negro irregularmente colocados sobre un fondo dorado que contiene decoración en espiral, y lleva una corona de vid. La mujer lleva un vestido con flores, ceñido, que nos presenta claramente las formas femeninas, dejando ver piernas, hombros y brazos. Su cabello está salpicado de flores.
Ambos se encuentran rodeados de flores y arrodillados al borde de un precipicio, simbolizando así quizás el peligro de su relación. Es posible que esté representado una experiencia amorosa idealizada, donde el amor adquiere una dimensión cósmica posible de alcanzar solamente fuera del mundo real.
El recurso a formas fálicas encubiertas habitual en Klimt encuentra aquí acomodo en una estilización de las figuras que, alargadas, configuran el miembro viril. La posición de dominio del hombre y la mujer sometida es un convencionalismo ideológico que debe contextualizarse a fin de no distorsionar el análisis de la obra.
La mayoría de los especialistas aseguran que en la obra están representados el propio pintor y su eterna amante. Emile Flöge con quien mantuvo una relación sexual durante décadas. No contrajeron matrimonio pero ella heredó a su muerte la mitad de sus bienes. El pintor era un hombre de un apetito sexual feroz, estaba felizmente obsesionado con las mujeres y tuvo multitud de hijos ilegítimos; sentía una especial predilección por un tipo de mujer agresiva y dominante que podría identificarse con icono de la femme fatale.
En esta obra está reflejado ese erotismo: un beso que parece eterno, un abrazo estrecho, y los ojos cerrados de ella, viviendo intensamente el momento. Expresado de forma figurativa, ya que representa imágenes reales aunque un tanto distorsionadas pero con frecuencia los amores soñados son más intensos que los reales.
Hay quien ve en este cuadro una evolución de la obra de Klimt, en base a que ahora puede pintar una unión donde hasta entonces había tematizado, sobre todo, la lucha de los sexos. Otros por el contrario, opinan que Klimt no ha cambiado su forma de ver el mundo y que también en esta obra describe, de un modo más sutil, la imposibilidad de la satisfacción, consecuencia de las tensiones entre el hombre y la mujer. Estas formas ornamentales cuadradas para el hombre y circulares para la mujer, ¿significan complementación o antagonismo? ¿no parecen guardar una cierta distancia estas dos personas, a pesar del abrazo, como si no existiera relación alguna entre ellas? Esta vez es claramente el hombre quien domina y toma la iniciativa del beso. La mujer parece soportarlo con resignación, pero sus manos se contraen convulsivamente, los dedos de sus pies arañan la roca: ¿placer o ira?
El cuadro es sólo la representación de una pareja abrazada. El resto de la pintura se disuelve en colores brillantes, con claros vínculos con el Art Nouveau, con el decorativismo adueñado de formas sinuosas de gran sensualidad acordes con el refinado gusto burgués de la época. Su estética es inconfundible, y el aroma decadentista innegable.
Su obra maestra, “El beso”, celebra belleza y erotismo. Algunos la verán como un manifiesto de la decadencia. En retrospectiva, la obra de Klimt parece reflejar uno de los últimos sueños de la inocencia antes de que llegaran los horrores de la guerra.
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