Octave Tassaert, uno de los principales artistas de Francia de mediados del siglo XIX, era conocido por sus pinturas de trabajadores oprimidos, madres indigentes, suicidios y niños abandonados.
En esta pintura, un tema reiterado en su producción, una madre pobre que expira a la intemperie abrazada a su bebé. Ella está apoyada en una pila de palos, una actividad común entre los pobres de recolectar y vender pequeños trozos de madera para quemar en chimeneas o estufas.
Nicolas Francois Octave Tasseart, sus obras además de denunciar la injusticia social haciendo causa común con los pobres, los infelices, madres y niños moribundos o enfermos y abandonados, fue beligerante con la hipocresía burguesa de la época. Esto le causó muchos problemas con la crítica y el público lo que le obligó a vivir de los retrato,el grabado. El suicidio repentino, su adicción al alcohol y la perdida casi completa de la vista fueron las causas por las que abandonara el arte para dedicarse a la literatura.
Rechazaba el elitismo del mundo del arte y se mantuvo alejado de él; incómodo y poco valorado por la crítica de la época, posiblemente muy avanzado a su tiempo, sentía el peso de no ser comprendido, sentimiento de vacío que le acompañó hasta el final. Enfermo y alcoholizado, terminó suicidándose.
Denuncia en sus pinturas la injusticia social con crudo realismo: aparecen familias tristes, niños moribundos en las calles, harapientos huérfanos, mujeres desgraciadas, frío, suciedad, hambre y pobreza. Destapa también algunos tabúes de la sociedad: penes erectos, desnudos impúdicos, sexo anal entre hombres, la masturbación femenina, la mujer que usa preservativo y protege su sexualidad…
Una Venus se retuerce de placer. Flota, liberada en el cielo. Está siendo «devorada» por tres figuras andróginas. Bien podrían ser ángeles asexuados, dándole un placer místico a la diosa. No le queda una terminación nerviosa sin espolear a esta mujer.
La figura central de “La femme damnee” (1859) es una mujer besada por tres orificios: la boca, el pecho y la vulva. Desde una mirada heterosexual se podría creer que quienes la besan son hombres, pero es una imagen llena de ambigüedad y está abierta a diversas interpretaciones. Algunos críticos consideran que no son hombres los que la besan, si no mujeres, lo que, de ser así, representaría la visibilización del acto lésbico, algo muy escandaloso para la época de Tassaert.
Estos seres están de espaldas, lo que impide conocer el género al que pertenecen; de cualquier modo, esto no es lo verdaderamente relevante, si no lo que inspira la imagen, que no es otra cosa que amor carnal y éxtasis místico. En un sentido espiritual, representaría el placer celestial insuflado por bellos ángeles, seres asexuados, andróginos.
La obra de Tassaert siempre fue incómoda para aquellos ojos burgueses de la Francia de mediados del siglo XIX. Quizás por ello su carrera no acabó de despegar y, ninguneado, acabó dejando el mundo del arte, tan lleno de embaucadores, farsantes y trepadores, para morir alcoholizado y enfermo tras un trágico suicidio en su casa de París.
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