En el prado
una sola encina
contempla como
se sucede el tiempo,
como el calor precede al frío,
con la certeza
de que nada será distinto.
Treparán otros niños por la higuera,
morderás diferentes cerezas,
pero ni los gritos de los zagales
ni el sabor de los frutos
serán desconocidos.
La solitaria encina en el prado
extiende sus brazos
con la tristeza
de quien nada nuevo espera.
Autor: Javier Solé
Del poemario “El cementerio que habitan los vivos” (ISBN 978-84-9076-351-3)
Tal vez sea mejor así,
los días tristes y
las tardes oscuras
jornadas aciagas
en busca de nada
salvo la suave brisa del recuerdo
de días menos tristes
y tardes más claras.
Autor: Javier Solé
Ilustración de Kuklinski
Del poemario “El cementerio que habitan los vivos” (ISBN 978-84-9076-351-3)
A veces,
alguien
no lejos de ti
permanece solo
desamparado
como las ramas desnudas
de los árboles
que intimidadas
por unas nubes
gigantescas
se estremecen.
Grita tu nombre,
en el páramo
es tu compañía
el bálsamo
con el que abatir la fiebre.
Sus lágrimas
endurecen
la tierra húmeda
donde la pisada
es sólo una estela
grabada
en el recuerdo.
Autor: Javier Solé
Del poemario “El cementerio que habitan los vivos” (ISBN 978-84-9076-351-3)
las luces
de almuerzos tristes
descubren una jornada
que se huele
sombría
desde unas calles
donde los vagabundos
sortean los escombros
que perros sin dueño
lamen gozosos.
La lluvia
anuncia
otro día gris,
los expulsados de sus casas
se guarecen en los soportales,
las mochilas de los estudiantes
ocultan ilusiones de colores,
los tacones de una mujer disfrazada
presagian negocios inconfesables.
El sol
planta batalla
pero unas nubes furiosas
se resisten
a iluminar esta
nueva
derrota de antemano
que sólo encuentra
consuelo
entre cuerpos heridos
en la noche
que apaga el día.
Autor: Javier Solé
Del poemario “El cementerio que habitan los vivos” (ISBN 978-84-9076-351-3)
Una niña pinta flores amarillas
sobre las paredes del hospital.
Todos los hijos iluminan los pasillos
con dibujos que los enfermos
enseñan a las tristes visitas.
La niña tiene previsto
cuando acabe las margaritas
pintarle a su madre calva
una melena dorada
cincelando con su pincel mágico
cabellos cobrizos.
Cuando la madre regresa
a casa agotada,
el capazo con una carpeta con dibujos,
puede,
desde el dormitorio donde reposa,
viajar en primavera a los campos de amapola de Argenteuil
pasear en verano a orillas del mar en la playa de la Malvarrosa.
Autor: Javier Solé
Del poemario “El cementerio que habitan los vivos” (ISBN 978-84-9076-351-3)
En los braseros
de mi infancia
los meses de invierno
mi padre
sostenía el pan
que con ceremoniosa
lentitud
se tostaba
mientras me preguntaba
por las cosas de la escuela
luego extendía
en la rebanada sobrasada
como si fuera la alfombra roja de Hollywood
yo miraba esquivo
el pan chamuscado
casi quemado
la comisura de los labios
de mi padre pintados de rojo
y pensaba en las lecciones de historia
de un maestro republicano
en un colegio de curas
y mi padre era Torquemada
y el pan un reo
ajusticiado por hereje
en el mercado de Rouen
ahora el baño semanal
de mi infancia es diario
pero no he conseguido
desprender de mi cuerpo
el hollín de los inocentes
a los que ninguna ayuda presté.
Autor: Javier Solé
Ilustración: Grigoriy Myasoyedov, “Avvakum by Myasoyedov” (1897)
Del poemario “El cementerio que habitan los vivos” (ISBN 978-84-9076-351-3)
A mi hermano, él no sabe que estos versos se fraguaron una mañana de noviembre mientras recorríamos la costa de Tarragona y descendíamos del automóvil apenas unos minutos para ver el mar.
La playa
de tu infancia
donde
mantenerse a flote es un trabajo infinito
los helados de fresa deseos estrellados en el pavimento
los castillos en la arena sueños saqueados por las olas
regresa
esta mañana
bajo un desapacible viento
que vocea tu derrota
ignorando
que nadaste contracorriente
has lamido el suelo de los poderosos
sin perder ni dignidad ni compostura
con una calculada rabia intacta
edificando almenas en la orilla de la playa
con un inocente ahínco
sin abandonar ni un ápice los sueños
Autor: Javier Solé
Fotografía de Víctor Aranda García
Del poemario “El cementerio que habitan los vivos” (ISBN 978-84-9076-351-3)
Este poema lo escribí una tarde de diciembre en el bar enfrente del Hospital de Sant Pau, mientras vosotras bailabais felices en el Guinardo. Nunca imaginé que sería para ti.
Si sabes,
así te lo dijo el doctor,
que la salud otorga
una libertad
de la que un día carecerás
¿no será entonces prudente ahora
vivir una vida
que no cargue en exceso
con
placeres reprimidos
resentimientos violentos
elecciones aplazadas
lamentos vanos
sueños incumplidos
amarguras sangrantes?
La felicidad es la tierra
que cobijará tu flota
de la tormenta.
No pierdas el tiempo en
trabajos estériles
relaciones vacuas
amores yermos
vive una vida equidistante
de la mediocridad y de la heroicidad
despliega las velas
fija el rumbo de la nave
en esa incierta tierra
fondea en puertos amigos
bajo noches estrelladas
sin vivir la vida que otros esperan
leal con todos.
Recuerda
que en cuidados paliativos
dijo la enfermera
que la utopía que no se ha soñado nunca
te acosa obstinadamente
incluso después de muerto.
Autor: Javier Solé
Ilustración: Ary Scheffer, “The Death of Gericault” (1824)
Del poemario “El cementerio que habitan los vivos” (ISBN 978-84-9076-351-3)
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