el hijo del hombre (Rene Magritte, 1964)

El Hijo del Hombre es una pintura de 1964 del pintor surrealista de nacionalidad belga René Magritte y su obra más conocida.

Magritte lo pintó como un autorretrato. La pintura se compone de un hombre con abrigo, corbata roja y bombín de pie delante de un muro. Más allá se ve el mar y un cielo nublado. El rostro del hombre se oscurece en gran parte por una manzana verde flotando. Sin embargo, los ojos del hombre se pueden ver asomando por el borde de la manzana.

A primera vista, “El Hijo del Hombre” parece ser un dibujo bastante simplista, pero es profundamente desconcertante.

Hay numerosas teorías sobre el significado del cuadro, una de las más comunes dice que se trataría de una representación del Adán contemporáneo, de ahí que aparezca la manzana que se encontraba presente momentos antes de la expulsión del paraíso. De este modo, la fruta simboliza las diferentes tentaciones que nos ofrece la vida moderna, de las que el hombre todavía no habría disfrutado, pues la manzana se encuentra intacta.

A Magritte, que pintó este cuadro en 1964 tres años antes de su muerte, se le preguntó por el significado de su cuadro y él contestó:

“La manzana oculta lo visible pero oculta el rostro de la persona. Detrás de todo lo que vemos se esconde otra cosa pero siempre queremos ver lo que está oculto por lo que vemos. Hay un interés en lo que está oculto y lo visible, que no se nos muestra. Este interés puede provocar un sentimiento muy intenso, una especie de conflicto, se podría decir, entre lo visible, lo oculto y lo visible que está presente”.

Se podría decir que Magritte ha retratado el interés que todos tenemos por saber lo que hay detrás de cada uno de los seres que vemos y el conflicto que nos genera no saber la verdadera identidad del que nos mira y nos conoce y del que nosotros no sabemos nada y del que intentamos imaginarnos como es y cuales pueden ser sus modos y sus intenciones. No hay nada que preocupe más al ser humano y que le produzca más sentimiento de inferioridad que enfrentarse a lo desconocido. El no poder ver completamente al hombre que estás viendo y con el que te has de batir. Lo que ves, a veces oculta lo que realmente querrías ver.


En “El reconocimiento infinito” (1963), una de sus obras del período tardío, refleja la experiencia de conocer nuestro yo como otro suspendido en la experiencia eterna. En el sueño nos conectamos con nosotros mismos. Si bien Magritte no lo señala, en la obra podría estar autorretratándose en una conversación consigo mismo, dado que siempre solía pintarse con tenida formal y su bombín (sombrero). Uno de ellos está con bastón, lo que reflejaría él mismo a mayor edad, y el otro en su juventud, quien le conversa. Esto alude la situación de la temporalidad de la vida y el vencimiento de la muerte en la pintura a partir de la reflexión infinita de auto reconocimiento que nunca termina. La vida es un aprendizaje, y el sueño es quizás uno de los mayores aprendizajes que la mente nos proporciona.

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