“En el eco de mis muertes
aún hay miedo.
¿Sabes tú del miedo?
Sé del miedo cuando digo mi nombre.
Es el miedo,
el miedo con sombrero negro
escondiendo ratas en mi sangre,
o el miedo con labios muertos
bebiendo mis deseos.
Sí. En el eco de mis muertes
aún hay miedo”
(Alejandra Pizarnik, poema “Miedo”)
En julio de 1906, Feininger se marchó de Berlín para iniciar una larga estancia en París. Como había trabajado como caricaturista para una serie de revistas alemanas predominantemente satíricas o de humor, parece natural que volviera a moverse por los círculos literarios y periodísticos. Entre las revistas parisinas con las que colaboró, cabe citar Le Témoin, fundada ese mismo año por Dagny Björnson-Langen y el diseñador Paul Iribe. Una de estas ilustraciones era un dibujo, idéntico por su composición a El hombre blanco, titulado «Les regrets de M. Hearst» («Las lamentaciones del Sr. Hearst»), que se publicó en uno de los primeros números deLe Témoin en el otoño de 1906.
Un año más tarde, en el otoño de 1907, terminó en París El hombre blanco, que incorpora los más mínimos detalles de este dibujo.
El título que se le dio al dibujo publicado ha suscitado muchas conjeturas con respecto al significado del cuadro, pero es casi seguro que se lo diera el director de la revista. Aunque la figura del hombre de traje blanco, con sombrero y pipa, bien pudiera sugerir la imagen de un magnate de la prensa norteamericana, es muy poco probable que Feininger pretendiera hacer un retrato de su compatriota William Randolph Hearst. Es más plausible la tesis de que el «hombre blanco» fuera un autorretrato satírico.
Siguiendo los principios cubistas, el espacio pictórico y las figuras se fragmentan en elementos simples que el artista reelabora completamente; la luz valoriza las arquitecturas y los edificios que, como un decorado teatral, dan realce a la figura blanca. La composición está literalmente ocupada en toda su altura por un personaje larguirucho que fuma en pipa mientras atraviesa con aire indiferente la ciudad.
Debido a la diferencia de tamaño entre las dos figuras, es fácil que pase desapercibido el «hombre negro» más pequeño representado en último término, corriendo entre las piernas de la figura principal que camina manifiestamente a grandes zancadas, como dispuesta a distraerle o confundirle.
You must be logged in to post a comment.