Entre la playa de la Mar Bella y el Camp de la Bota se levantó en las últimas décadas del siglo IXX un núcleo barraquista en un tramo conocido como la playa de Pequín. No se sabe con seguridad si los que vivían allí eran chinos procedentes de Cuba o de Manila, o bien tagalos de Filipinas. Isidre Nonell dejó su testimonio en el año 1901 en un bellísimo cuadro neblinoso titulado precisamente La playa de Pequín. Además, frecuentaba a menudo el lugar donde tomaba apuntes al natural, e incluso de allí llegó a encontrar y contratar a las modelos femeninas que aparecían en sus cuadros.
¿Qué sabes del barrio Pekin de Poblenou, de las famosas barracas, que se desplazaban desde Mar Bella hasta Camp de la Bota, donde estaba el castillo de las Cuatro Torres en Sant Adrià de Besòs?
Algunos dudan del origen de los nuevos habitantes, no se sabe si eran filipinos o chinos, o ambos colectivos a la vez. Lo que sí se sabe es que los chinos eran comerciantes que huyeron de su país por motivos políticos y migraron a Cuba donde encontraron por un tiempo su paraíso. Como suele suceder con los paraísos terrenales tienen obsolescencia programada, y así es como debieron otra vez migrar, y está vez, su destino fue Poblenou. Otros venían de Hong Kong y Taiwan y llegaron como trabajadores mal pagos.
De los filipinos se dice que huyeron del archipiélago tras la revolución de 1896 a 1898 y muchos de ellos, los que eligieron estar del lado de la corona española, llegaron a nuestras costas. Sin recursos, la playa fue su lugar de acogida, y unas cien barracas construidas con las maderas de sus propios barcos, se convirtió en puerto seguro de casuchas precarias. Una parte de los migrantes eran pescadores, y el mar se les ofreció sin mezquindades.
En ese conjunto desordenado de casas de madera precarias, urbanizadas con la prisa de poner los pies en algún lugar, también había calles, como la San Lorenzo, no todo era tan anónimo en el barrio de Pekin, y decidieron llamar a las cosas por su nombre. La exposición Universal de 1888 atrajo mano de obra del resto de España, futuros vecinos de la comunidad china, y pescadores de la Mar Bella y aquel top´´onimo oriental acabó casi olvidarse.
Junto a la población de origen asiático, había otra que provenía principalmente del ámbito rural catalán, de Aragón y de Valencia. Los habitantes de este barrio en su mayoría trabajaban para la Renfe o como pescadores, pero vivían en la precariedad de las barracas y pequeñas casas, a merced de las inclemencias del tiempo y del mar. El mar embravecido destruyó en varias ocasiones estas lúgubres viviendas.
Cuando Picasso llega a Barcelona, descubre la ciudad moderna, en ebullición durante la regencia de María Cristina, poco antes del asesinato de Cánovas por el anarquista Angiolillo, y con Sagasta dirigiendo consejos de ministros en una España en decadencia pero a cuyos gobiernos no les tiembla la mano en la represión de los movimientos obreros y populares, que pasará por la pérdida de las colonias y el atentado contra Antonio Maura protagonizado por otro anarquista, Joaquín Miguel Artal, que le clavó un cuchillo en el pecho al presidente del gobierno ante la entrada principal de la basílica de la Mercè, justo al lado de la casa donde vivía el joven Picasso con su familia.
Esa ciudad que empezará a recorrer un joven y enérgico Picasso, estaba llena de precarias viviendas obreras, con los trabajadores hacinados en rincones insalubres de la vieja Barcelona que había crecido entre murallas y en los nuevos barrios llenos de casuchas y de conventillos. Desde la Barceloneta hasta el Camp de la Bota se sucedían grupos de cabañas y chamizos donde vivían los más pobres. Las barracas de Pekín se crearon, hacia finales del XIX, en la playa y descampados del Camp de la Bota, donde hoy se encuentra el Fòrum barcelonés. Dicen algunos que los primeros pobladores fueron pescadores cantoneses o filipinos y por eso les llamaron Pekín, aunque no tenga nada que ver, y desde allí se extendieron hasta el Somorrostro que había aparecido ante los terrenos que ocuparía después el lazareto de la Barceloneta, jalonando arenales sucios y galpones de fábricas donde los obreros escupían los pulmones. Por allí crearían después ese hospital de infecciosos, que después llamarían del Mar, y ya existía la fábrica de gas de la Barceloneta, con tres gasómetros y ocho hornos de carbón.
Cuando el joven Picasso recorría la costa, aún no habían construido la torre de las Aguas, pero se veían muchas barracas: las del Somorrostro, las del cementerio, y las de Pekín. En un pequeño óleo, Playa de la Barceloneta, que Picasso pinta en 1896 con sorprendente perspectiva para un muchacho tan joven, nos muestra la playa de la Barceloneta en primer plano, con un caballo y carros. Al fondo, se escondían las barracas de Pekín.
En Playa de la Barceloneta, el artista aprovecha la vista del litoral para realizar un magnífico ejercicio de perspectiva. Se sirve del agua al chocar contra la arena de la playa para trazar una diagonal que divide la composición. Aprovecha los dos espacios pictóricos para aplicar en ellos dos estilos artísticos diferentes. El que configura la playa y los elementos que la integran (fábricas de Poblenou, caballos… ) de marcado realismo y el que forma el mar y el horizonte marino , de pincelada más emotiva y libre y con una acusada difuminación del fondo. Es también un documento gráfico de la Barcelona de la revolución industrial.
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