un mundo (Angeles Santos, 1929)

31 Març 2019


“…ángeles malvas
apagaban las verdes estrellas.
Una cinta tranquila
de suaves violetas
abraza amorosa
a la pálida tierra”

(Juan Ramón Jiménez)

Un mundo participa a medias de los supuestos surrealistas y de la poética del realismo mágico.

El gran óleo, de tres por tres metros –la pintora tuvo que unir dos lienzos para conseguir la superficie deseada– causó verdadera impresión en los medios intelectuales del momento, teniendo en cuenta además que su autora era una joven residente en provincias, que lejos del ambiente cultural de la capital, no había tenido ocasión de conocer los avances de las nuevas corrientes artísticas. Tras contemplar la enorme pintura en el Salón de Otoño de Madrid de 1929, Ramón Gómez de la Serna, Jorge Guillén, García Lorca, o el propio Juan Ramón Jiménez intercambiaron correspondencia con Ángeles Santos y se desplazaron a Valladolid para conocer personalmente a la incipiente artista.

El mundo, su obra maestra, deslumbró a todos los intelectuales españoles de la época; fascinante, un plantea cúbico que flota en un espacio con nubes y estrellas, al lado de una extraña escalera a cuyos pies una serie de personajes tocan instrumentos musicales. ¿Qué razones existes para suponer el origen de esta visión extraña? Ella comentó que esta pintura de gran formato estaba relacionada con un poema de Juan Ramón Jiménez en el que se habla de ángeles que encienden o apagan las estrellas. A parte de este planeta misterioso, en el centro aparece a la derecha una escalera por la cual bajan unas figuras que tomarían fuego del sol e irían encendiendo las estrellas, haciendo un recorrido perimetral.

En el centro del lienzo destaca ingrávido un planeta en forma de dado irregular que sólo nos muestra tres de sus caras. En cada una de ellas se desarrollan multitud de acontecimientos que forman, en su conjunto, una representación total de la vida. Todas las actividades del hombre, desde el nacimiento hasta la muerte, están representadas.

Para la realización del planeta tomó como inspiración el estilo cubista de Picasso.

El planeta es bastante sorprendente, tiene tres caras visibles, la primera cara, la horizontal, la prioritaria es un retrato de Valladolid, con su río surcado por unos extraños barcos de vela, un cementerio, edificios sin cerramiento que nos permiten ver lo que hay entre sus paredes, una sala de exposiciones, un cine, es una ciudad convertida en un símbolo. La cara de la derecha sería Portbou, donde vivió momentos de su infancia. Es una ciudad marítima, de ahí que represente la playa, un aeropuerto, una estación con sus vías, un campo de deportes, edificios sin techo, etc. Estas dos partes son bastante relacionables, en ella está hablado de los lugares donde ha permanecido más tiempo, espacios vinculados a sus recuerdos. En cambio en la tercera cara, más oscura, alude a una ciudad sintética, que refleja aquellos lugares que recorrió en su infancia.

Junto a la escalera, en primer término, un grupo de espíritus femeninas, cuidan infantes. Dos de ellas tocan la lira y la flauta, quizás para `procurarles un sueño dulces y educar su espíritu. Son seres que carecen de los sentidos de la vista y del oído, es decir no poseen orejas y tienen los párpados cerrados.

Este planeta se halla rodeado de ángeles entre nubes, deudoras éstas de las del Greco, fosforescencias que el maestro pintaba en ocasione en sus cielos.

Los personajes femeninos que pueblan la escena rodean los costados de un globo terráqueo que ha perdido su condición original para convertirse en una figura cúbica. En silenciosa procesión, estas mujeres de largos cabellos van iluminando las estrellas con el fuego previamente tomado del sol, mientras en uno de los ángulos del lienzo, otro conjunto de mujeres tocan instrumentos musicales.

DESCRIPCIÓN EN DETALLE DEL GLOBO TERRÁQUEO (Por Rosa Agenjo Bosch)

Cara superior:

En primer término, a la derecha, un edificio de dos pisos, carece de pared lateral y se ve el interior. En la planta baja un cine, en la pantalla se representa una escena: edificios en perspectiva cónica con personas que deambulan solitarias. Lo que se ve en la pantalla es de aspecto parecido a lo que se ve del mundo real y urbano del cuadra. Distribuidos en cuatro filas una docena de espectadores contemplan la escena cinematográfica. Personas asomadas en los palcos superiores de la sala dirigen también sus miradas a la pantalla. En el piso superior, una sala de exposiciones. Una decena de personas contemplan los cuadros. El aspecto de las pinturas tiene apariencia de arte abstracto. Pinceladas amplias de diferentes colores se entrecruzan. En este mismo edificio, en su pared lateral, una mujer está asomada a la ventana. A continuación forman conjunto otros edificios. El de la izquierda con forma de pirámide truncada de base cuadrada. Una mujer se asoma a la ventana. El posterior forma un patio interior en donde dos personas vestidas de blanco juegan al frontón. Pasean en torno a los edificios dos mujeres y dos hombres en diferentes direcciones. Dos coches circulan por un camino que se dirige a un río. Detrás de estos bloques, una hilera de cuatro árboles. Dos gallos picotean en el suelo. Una vieja recoge un zapato lanzada desde una ventana por un hombre. Se supone que es una mendiga que limosnea y el hombre le tira un par de zapatos viejos. A continuación, y en el vértice posterior, un edificio con un campanario. Seguramente una iglesia. En una de las ventanas, una pareja abrazada. Varios adultos y niños se dirigen a la iglesia. Uno llega corriendo. Según declaraciones de la pintora, en la iglesia tiene lugar un bautizo. En el umbral se ve a una persona que sostiene una criatura recién nacida. En toda esta parte del cuadro las paredes de los edificios está bañadas por el sol a diferencia de la parte izquierda, que está en penumbra. En primer término, a la izquierda, un cementerio con ocho lápidas. Se lee en ellas de derecha a izquierda con dificultad debido a las pinceladas de la restauración: Henri Beyle, Dante Alighieri,y Juan. Sabemos por declaraciones de la pintora que el nombre de Juan se refiere a Johann Wolfgang von Goethe. De pié, y contemplando la lápida de Stendhal C Beyle], una figura vestida de negro. Más allá, dos figuras entierran un cadáver amortajado mientras que otra contempla la escena. Del cadáver surge una extraña figura blanca con alas que recoge el cuerpo ya transparente. Estas dos figuras independientes se juntan como símbolo de la separación del cuerpo y el alma. Ambas se repiten cinco veces en el espacio a modo de secuencia, elevándose suavemente y recorriendo un sinuoso camino. Ayuda a dar la sensación de movimiento el trazo curvo que forman en conjunta estas figuras estilizadas de las que se desprenden dos velos o alas que serpentean en el espacio. Las nubosidades y el metálico azul del cielo recuerdan las del Greco. Por otra parte, en el Entierro del Conde de Orgaz, en la zona celestial, un ángel recoge un niño para ascenderlo al profundo corazón del reino de los cielos. Al cementerio se dirige un duelo compuesto de una quincena de personas de luto que lloran de manera exagerada sobre grandes pañuelos blancos. Una carroza mortuoria precede al duelo. Divide la cara superior, un río que atraviesa toda la superficie, en él navega un velero. En la otra orilla del río, varios edificios. En primer lugar unas personas pasean y contemplan el escaparate de una sombrerería. En el interior de uno de los pisos, una tienda de modas: un mostrador y varias figuras contemplan las ropas. En el piso de arriba una figura lee tumbada sobre un sofá y otra sentada mira por la ventana. Aparece entre los edificios un coche con las luces encendidas. En otro, un señor está, sentado ante unas mesa de comedor con el servicio dispuesto. En la habitación contigua, una mujer en la

cocina. Pasea por la calle una señora con un perro. Otra figura compra fruta en un mercado ambulante. Detrás, un labrador recolecta lechugas en un huerto y otro la fruta de un árbol.

Cara inferior derecha

Bañada por el sol , dos personas conversan en un banco, mientras dos niñas juegan con muñecos vigilados por una niñera. Varios edificios componen una estación ferroviaria, en donde queda marcado el instante del tiempo en el reloj de pared. Las vías del tren se bifurcan: una de ellas recorrida por el tren penetra en el cubo por un túnel. Este une la parte soleada y alegre con la parte sombría y misteriosa. Es decir, la playa con sus casetas, sus bañistas tomando el sol o jugando al balón y el mar en donde un bote con remeros navega con la visión estremecedora y oscura de la noche.

Cara inferior izquierda

El tren recorre un angosto desfiladero en dirección hacia la zona nocturna, humeando. Una mujer camina en la penumbra con un cántaro en la cabeza. Aparece la escena de unos edificios vistos desde arriba, en los que se ve lo que ocurre en su interior, ya que no poseen tejado. Una persona duerme en la cama de una- habitación, en otra un señor lee. Son luces artificiales y de escasa luminosidad las que alumbran misteriosamente los edificios. En la calle, a la luz de una farola, mientras acontecen las escenas nocturnas y silenciosas en el interior de las casas, sucede un asesinato. Un hombre clava en el pecho de otro un cuchillo, mientras tanto otro vigila a través de un muro. Al otro lado, un bosque, y escandida bajo la rama de un árbol, una niña, con rostro aterrorizado contempla una enorme serpiente enroscada en un árbol que al mismo tiempo merodean dos zorros. Suben a caballo o en burro, en otra zona del bosque, tres figuras con casco, al parecer guardias. En una oquedad, unos habitantes de la noche, dos figuras con hatillo, al parecer gitanas que se calientan en una hoguera.


pacem bello (Edu Barbero)

30 Març 2019


deja vu

29 Març 2019


De pronto te auguran cinco meses de vida.
Ciento cincuenta días.
Ciento cincuenta noches.
Ciento cincuenta insomnios.

De pronto…

El alta. Te quitan el pijama azul del Insalud,
la pulsera blanca donde pone tu nombre
(lo que queda de ti) mientras te apagas
(y eres niebla) Te cambian el pañal.

Te auguran cinco meses de vida.
No has leído a Henry Darger, ni has visto Singapur
con tus ojos. No has bebido las aguas de Ceilán,
no has olido la nieve en Vladivostok.
Cinco meses. No te has enamorado.
O sí. Qué más da…

¿Qué quedará de ti el día ciento cincuenta y uno?
No puedes saberlo. Y escribes un poema. Este poema.
Un soneto extraño con la rima del cielo
y el frío de la noche.

Te quitan las agujas,
la enfermera de guardia te besa en la mejilla.
Detrás del mostrador, Mireia, la más joven,
intenta no llorar. Y se muerde los labios.
Y notas en la piel su mordedura.

Te cambian el pañal, te adecentan, te ponen colonia
por la cara; eres tú, tú otra vez. Poeta.

Mañana, en Salamanca, presentas poemario.
Dentro de seis meses, conferencia en Madrid.
Sonríes. Te auguran cinco meses de vida.
Ciento cincuenta noches.
ciento cincuenta días.
Ciento cincuenta insomnios.

Autor: Daniel Izquierdo

Ilustración: Ernest Procter, “Retrato de Frederick Delius”


cuando venga la primavera

28 Març 2019


Cuando venga la Primavera,
si ya estuviera muerto,
las flores florecerían de la misma manera
y los árboles no serán menos verdes que en la Primavera pasada.
La realidad no necesita de mí.
Siento una alegría enorme
al pensar que mi muerte no tiene importancia ninguna.
Si supiera que mañana moría
y la Primavera fuera pasado mañana,
moriría contento porque ella era pasado mañana,
Si es ese su tiempo, ¿cuándo habría de venir sino en su tiempo?
Me gusta que todo sea real y que todo esté bien.
Pueden rezar latín sobre mi féretro si quieren.
Si quieren pueden danzar y cantar a su alrededor.
No tengo preferencias para cuando ya no pueda tener preferencias.
Lo que sea, cuando sea, es lo que será lo que es.

Autor: Fernando Pessoa

Ilustración: Lowell Birge Harrison, “Late Winter Afternoon”


la loca más cuerda

27 Març 2019

¿Quién es el ser humano más libre de la Tierra?
¿Quién es capaz de nacer más de una vez?
¿Quién habla con los árboles? ¿Quién llueve?
¿Quién viaja hasta el umbral de otra galaxia?
¿Quién comparte las aguas con las ninfas?
¿Quién ambiciona un tiempo sin subordinación?
¿Quién traspasa un espejo? ¿Quién es el espejo?
¿Quién brinda con Ulises en el puerto de Ítaca?
¿Quién sobrevive ileso a una tormenta dentro del corazón?
¿Quién desposa al destino? ¿Quién corteja a la muerte?
¿Quién emprende una gesta aun a sabiendas de una derrota cierta?
¿Quién para con su mano los relámpagos de un dios?
¿Quién sueña con androides que soñaban con ovejas eléctricas?
¿Quién ha visto su alma? ¿Quién vence a los molinos?
¿Quién tiene largos trenes recorriendo la estepa de sus venas?

¿Con quién es comparable la belleza del fuego?
¿A quién le pertenece lo que no es de nadie?
¿Por quién siguen doblando las campanas?

¿Quién puede competir con la imaginación?

Autor: Raquel Lanseros

Ilustración: Magritte, “la page blanche” (1967)


el camino elegido

26 Març 2019


Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo,
Y apenado por no poder tomar los dos
Siendo un viajero solo, largo tiempo estuve de pie
Mirando uno de ellos tan lejos como pude,
Hasta donde se perdía en la espesura;
Entonces tomé el otro, imparcialmente,
Y habiendo tenido quizás la elección acertada,
Pues era tupido y requería uso;
Aunque en cuanto a lo que vi allí
Hubiera elegido cualquiera de los dos.
Y ambos esa mañana yacían igualmente,
¡Oh, había guardado aquel primero para otro día!
Aun sabiendo el modo en que las cosas siguen adelante,
Dudé si debía haber regresado sobre mis pasos.
Debo estar diciendo esto con un suspiro
De aquí a la eternidad:
Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo,
Yo tomé el menos transitado,
Y eso hizo toda la diferencia.

Autor: Robert Frost

Fotografía de María Tudela de Bermúdez


yo me moriré

25 Març 2019


Yo me moriré, y la noche
triste, serena y callada,
dormirá el mundo a los rayos
de su luna solitaria.

Mi cuerpo estará amarillo,
y por la abierta ventana
entrará una brisa fresca
preguntando por mi alma.

No sé si habrá quien solloce
cerca de mi negra caja,
o quien me dé un largo beso
entre caricias y lágrimas.

Pero habrá estrellas y flores
y suspiros y fragancias,
y amor en las avenidas
a la sombra de las ramas.

Y sonará ese piano
como en esta noche plácida,
y no tendrá quien lo escuche
sollozando en la ventana.

Autor: Juan Ramón Jiménez

Ilustración: Charles Demuth, “Marcher Receives His Revelation at May Bartram’s Tomb” (1919)


el caballo azul (Franz Marc, 1911)

24 Març 2019


Caballo azul (1911) I es uno de los cuadros más famosos de Franz Marc y del “Jinete Azul “. Tanto el caballo como el paisaje están resueltos a base de formas geométricas: cubos, cuadrados, triángulos y rombos, que contribuyen a la fusión formal de unos y otro.

En el cuadro se puede visualizar un monte con plantas de color verde fijadas en el suelo; fiables a la realidad y hojas de palmeras rojas y azules un tanto surrealista. En el centro de la composición se encuentra un esbelto caballo con la cabeza boca abajo en una actitud como si estuviera pensando. El cuerpo está claramente estilizado, y éste aparece sin herraduras en las patas. La cabeza, sustentada por un poderoso cuello, era alargada y de rasgos afilados, en ella destacaban los ojos negros que contrastaban con el resto de colores vivos. El autor quería reflejar la libertad; por eso plasma al caballo sin ataduras. El color predominante en la obra es el azul que representa la austeridad masculina y lo espiritual.

Las primeras pinturas de Franz Marc fueron de estilo naturalista, pero en su viaje a París en 1903 descubre el impresionismo y, sobre todo, la obra de Vincent Van Gogh. En 1910, hizo amistad con los pintores August Macke y Wassily Kandinsky, con quienes fundó, junto a otros pintores, el movimiento artístico Der Blaue Reiter (El Jinete azul). Cada vez se acercó más al futurismo y al cubismo. Su obra evolucionará con el tiempo hacia una mayor abstracción y sobriedad, hasta culminar en la abstracción expresiva.

El tema principal de las obras de Marc es el mundo animal. Los animales le parecían más bellos y más puros que los humanos. Los colores fueron un elemento principal de su expresión. Franz Marc se convirtió en uno de los representantes más significativos del movimiento expresionista. Acabó su obra con pinturas muy abstractas.


«El azul representa el principio masculino, seco y cerebral. Amarillo el principio femenino, suave, alegre y sensual. El Rojo la materia, brutal y pesada, siempre combatida y vencida por los dos otros! Si mezclas el azul, serio e intelectual con el rojo, mientras aumentas el azul hasta una pena insufrible, y el amarillo que sosiega, complementario del violeta, será indispensable. […] Si mezclas rojo y amarillo para obtener naranja, aumentas la violencia sensual del amarillo, pasivo y femenino de forma que el azul, el varón frío y cerebral, será nuevamente necesario; es cierto que el azul se fija inmediata y automáticamente al lado del naranja, estos colores se aman. Azul y naranja dan un sonido festivo. Si ahora mezclas azul y amarillo con verde, entonces despiertas el rojo, la materia y la tierra, a la vida…» (Franz Marc)

En “la torre de los caballos azules” (1913) representa un grupo de cuatro caballos de perfil en tonos azules. Sus cabezas se orientan hacia su derecha, sus cuerpos son robustos, “casi de anchura real”. El lado izquierdo se ocupa con un paisaje rocoso abstracto en tonos amarillos, marrones y rojos dominado por un arcoíris estriado de naranja en un cielo ambarino. El arcoíris se cruza con luna y cruz sobre el cuerpo del primer caballo, ilustrando quizá, la voluntad del artista de representar la unidad de cosmos y naturaleza.

En relación con el aspecto cuasi religioso de las representaciones de Marc de los animales, se puede hacer una comparación entre sus pinturas de animales y los iconos bizantinos y del Renacimiento temprano de santos o personas religiosas. Además de su calidad decorativa, tales iconos tenían la función de ayudar a la oración y la veneración. Se caracterizan por imágenes estilizadas, figuras pasivas, composiciones centralizadas y fondos lisos, por lo que no se puede evitar la identificación de similitudes entre las pinturas de animales y los íconos religiosos de Marc. Además, los íconos religiosos a menudo incluían áreas cubiertas de pan de oro, que habrían reflejado la luz cuando se colocaban junto a las velas, como era común. La paleta de Marc es en general muy cálida, con una sensación de luminosidad que se aplica con frecuencia al tema principal de una pintura.

Little Yellow Horses (1912) es un buen ejemplo de este tratamiento del color con los caballos representados en un amarillo dorado cálido que crea el efecto de brillar desde el lienzo. En este sentido, pueden compararse con las áreas de la hoja de oro en pinturas de iconos religiosos.

En “caballo en un paisaje” (1910) compartimos la perspectiva de un caballo rojo con una melena azul mientras mira el ondulado paisaje amarillo.

Marc, que era una persona profundamente religiosa, sintió que los animales y su relación armoniosa con la naturaleza eran sagrados; la única cosa en el mundo que era más igual a Dios.

Si bien Franz Marc no era el tipo de pintor para comunicar declaraciones sociales o políticas con su trabajo, era un artista que aspiraba a evocar emociones profundas y alcanzar una calidad más espiritual en su arte.

Compartir esta perspectiva con el animal nos recuerda la asombrosa empatía de Marc por sus queridos sujetos animales. Los parches de verde y rojo dan a la tierra de barrido frente al caballo una definición vívida. El guapo caballo rojo casi parece estar contemplando mientras mira hacia abajo sobre el paisaje amarillo que tiene ante él.

Con lo que sabemos del uso cuidadoso del color de Franz Marc en sus pinturas, donde el amarillo representa la alegría femenina, el rojo simboliza los sonidos de la violencia y el azul, el principio masculino, sabemos que hay un significado oculto en esta pieza.

 

 

 


cinema (Joan Brossa, 1988)

23 Març 2019


yo quería tus ojos claros

22 Març 2019


Yo quería tus ojos claros para prenderlos en mi pelo negro con un alfiler de oro.
Yo quería tus ojos claros para sembrarlos en mi jardín y recoger en la primavera próxima, una cosecha de estrellas.
Yo quería tus ojos claros para tirarlos y cogerlos en el aire como hacen los malabaristas del circo con sus bolas de cristal.
Pero tú te pusiste serio y me hablaste de algo seguramente muy triste, que yo no entendí bien.
Luego cayó la tarde y los dos elegimos el mar.

Autor: Dulce María Loynaz

Ilustración: Gloria Cañado, “El fons marí ens envolta”