“…ángeles malvas
apagaban las verdes estrellas.
Una cinta tranquila
de suaves violetas
abraza amorosa
a la pálida tierra”
(Juan Ramón Jiménez)
Un mundo participa a medias de los supuestos surrealistas y de la poética del realismo mágico.
El gran óleo, de tres por tres metros –la pintora tuvo que unir dos lienzos para conseguir la superficie deseada– causó verdadera impresión en los medios intelectuales del momento, teniendo en cuenta además que su autora era una joven residente en provincias, que lejos del ambiente cultural de la capital, no había tenido ocasión de conocer los avances de las nuevas corrientes artísticas. Tras contemplar la enorme pintura en el Salón de Otoño de Madrid de 1929, Ramón Gómez de la Serna, Jorge Guillén, García Lorca, o el propio Juan Ramón Jiménez intercambiaron correspondencia con Ángeles Santos y se desplazaron a Valladolid para conocer personalmente a la incipiente artista.
El mundo, su obra maestra, deslumbró a todos los intelectuales españoles de la época; fascinante, un plantea cúbico que flota en un espacio con nubes y estrellas, al lado de una extraña escalera a cuyos pies una serie de personajes tocan instrumentos musicales. ¿Qué razones existes para suponer el origen de esta visión extraña? Ella comentó que esta pintura de gran formato estaba relacionada con un poema de Juan Ramón Jiménez en el que se habla de ángeles que encienden o apagan las estrellas. A parte de este planeta misterioso, en el centro aparece a la derecha una escalera por la cual bajan unas figuras que tomarían fuego del sol e irían encendiendo las estrellas, haciendo un recorrido perimetral.
En el centro del lienzo destaca ingrávido un planeta en forma de dado irregular que sólo nos muestra tres de sus caras. En cada una de ellas se desarrollan multitud de acontecimientos que forman, en su conjunto, una representación total de la vida. Todas las actividades del hombre, desde el nacimiento hasta la muerte, están representadas.
Para la realización del planeta tomó como inspiración el estilo cubista de Picasso.
El planeta es bastante sorprendente, tiene tres caras visibles, la primera cara, la horizontal, la prioritaria es un retrato de Valladolid, con su río surcado por unos extraños barcos de vela, un cementerio, edificios sin cerramiento que nos permiten ver lo que hay entre sus paredes, una sala de exposiciones, un cine, es una ciudad convertida en un símbolo. La cara de la derecha sería Portbou, donde vivió momentos de su infancia. Es una ciudad marítima, de ahí que represente la playa, un aeropuerto, una estación con sus vías, un campo de deportes, edificios sin techo, etc. Estas dos partes son bastante relacionables, en ella está hablado de los lugares donde ha permanecido más tiempo, espacios vinculados a sus recuerdos. En cambio en la tercera cara, más oscura, alude a una ciudad sintética, que refleja aquellos lugares que recorrió en su infancia.
Junto a la escalera, en primer término, un grupo de espíritus femeninas, cuidan infantes. Dos de ellas tocan la lira y la flauta, quizás para `procurarles un sueño dulces y educar su espíritu. Son seres que carecen de los sentidos de la vista y del oído, es decir no poseen orejas y tienen los párpados cerrados.
Este planeta se halla rodeado de ángeles entre nubes, deudoras éstas de las del Greco, fosforescencias que el maestro pintaba en ocasione en sus cielos.
Los personajes femeninos que pueblan la escena rodean los costados de un globo terráqueo que ha perdido su condición original para convertirse en una figura cúbica. En silenciosa procesión, estas mujeres de largos cabellos van iluminando las estrellas con el fuego previamente tomado del sol, mientras en uno de los ángulos del lienzo, otro conjunto de mujeres tocan instrumentos musicales.
DESCRIPCIÓN EN DETALLE DEL GLOBO TERRÁQUEO (Por Rosa Agenjo Bosch)
Cara superior:
En primer término, a la derecha, un edificio de dos pisos, carece de pared lateral y se ve el interior. En la planta baja un cine, en la pantalla se representa una escena: edificios en perspectiva cónica con personas que deambulan solitarias. Lo que se ve en la pantalla es de aspecto parecido a lo que se ve del mundo real y urbano del cuadra. Distribuidos en cuatro filas una docena de espectadores contemplan la escena cinematográfica. Personas asomadas en los palcos superiores de la sala dirigen también sus miradas a la pantalla. En el piso superior, una sala de exposiciones. Una decena de personas contemplan los cuadros. El aspecto de las pinturas tiene apariencia de arte abstracto. Pinceladas amplias de diferentes colores se entrecruzan. En este mismo edificio, en su pared lateral, una mujer está asomada a la ventana. A continuación forman conjunto otros edificios. El de la izquierda con forma de pirámide truncada de base cuadrada. Una mujer se asoma a la ventana. El posterior forma un patio interior en donde dos personas vestidas de blanco juegan al frontón. Pasean en torno a los edificios dos mujeres y dos hombres en diferentes direcciones. Dos coches circulan por un camino que se dirige a un río. Detrás de estos bloques, una hilera de cuatro árboles. Dos gallos picotean en el suelo. Una vieja recoge un zapato lanzada desde una ventana por un hombre. Se supone que es una mendiga que limosnea y el hombre le tira un par de zapatos viejos. A continuación, y en el vértice posterior, un edificio con un campanario. Seguramente una iglesia. En una de las ventanas, una pareja abrazada. Varios adultos y niños se dirigen a la iglesia. Uno llega corriendo. Según declaraciones de la pintora, en la iglesia tiene lugar un bautizo. En el umbral se ve a una persona que sostiene una criatura recién nacida. En toda esta parte del cuadro las paredes de los edificios está bañadas por el sol a diferencia de la parte izquierda, que está en penumbra. En primer término, a la izquierda, un cementerio con ocho lápidas. Se lee en ellas de derecha a izquierda con dificultad debido a las pinceladas de la restauración: Henri Beyle, Dante Alighieri,y Juan. Sabemos por declaraciones de la pintora que el nombre de Juan se refiere a Johann Wolfgang von Goethe. De pié, y contemplando la lápida de Stendhal C Beyle], una figura vestida de negro. Más allá, dos figuras entierran un cadáver amortajado mientras que otra contempla la escena. Del cadáver surge una extraña figura blanca con alas que recoge el cuerpo ya transparente. Estas dos figuras independientes se juntan como símbolo de la separación del cuerpo y el alma. Ambas se repiten cinco veces en el espacio a modo de secuencia, elevándose suavemente y recorriendo un sinuoso camino. Ayuda a dar la sensación de movimiento el trazo curvo que forman en conjunta estas figuras estilizadas de las que se desprenden dos velos o alas que serpentean en el espacio. Las nubosidades y el metálico azul del cielo recuerdan las del Greco. Por otra parte, en el Entierro del Conde de Orgaz, en la zona celestial, un ángel recoge un niño para ascenderlo al profundo corazón del reino de los cielos. Al cementerio se dirige un duelo compuesto de una quincena de personas de luto que lloran de manera exagerada sobre grandes pañuelos blancos. Una carroza mortuoria precede al duelo. Divide la cara superior, un río que atraviesa toda la superficie, en él navega un velero. En la otra orilla del río, varios edificios. En primer lugar unas personas pasean y contemplan el escaparate de una sombrerería. En el interior de uno de los pisos, una tienda de modas: un mostrador y varias figuras contemplan las ropas. En el piso de arriba una figura lee tumbada sobre un sofá y otra sentada mira por la ventana. Aparece entre los edificios un coche con las luces encendidas. En otro, un señor está, sentado ante unas mesa de comedor con el servicio dispuesto. En la habitación contigua, una mujer en la
cocina. Pasea por la calle una señora con un perro. Otra figura compra fruta en un mercado ambulante. Detrás, un labrador recolecta lechugas en un huerto y otro la fruta de un árbol.
Cara inferior derecha
Bañada por el sol , dos personas conversan en un banco, mientras dos niñas juegan con muñecos vigilados por una niñera. Varios edificios componen una estación ferroviaria, en donde queda marcado el instante del tiempo en el reloj de pared. Las vías del tren se bifurcan: una de ellas recorrida por el tren penetra en el cubo por un túnel. Este une la parte soleada y alegre con la parte sombría y misteriosa. Es decir, la playa con sus casetas, sus bañistas tomando el sol o jugando al balón y el mar en donde un bote con remeros navega con la visión estremecedora y oscura de la noche.
Cara inferior izquierda
El tren recorre un angosto desfiladero en dirección hacia la zona nocturna, humeando. Una mujer camina en la penumbra con un cántaro en la cabeza. Aparece la escena de unos edificios vistos desde arriba, en los que se ve lo que ocurre en su interior, ya que no poseen tejado. Una persona duerme en la cama de una- habitación, en otra un señor lee. Son luces artificiales y de escasa luminosidad las que alumbran misteriosamente los edificios. En la calle, a la luz de una farola, mientras acontecen las escenas nocturnas y silenciosas en el interior de las casas, sucede un asesinato. Un hombre clava en el pecho de otro un cuchillo, mientras tanto otro vigila a través de un muro. Al otro lado, un bosque, y escandida bajo la rama de un árbol, una niña, con rostro aterrorizado contempla una enorme serpiente enroscada en un árbol que al mismo tiempo merodean dos zorros. Suben a caballo o en burro, en otra zona del bosque, tres figuras con casco, al parecer guardias. En una oquedad, unos habitantes de la noche, dos figuras con hatillo, al parecer gitanas que se calientan en una hoguera.
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