la huelga (Plinio Nomellini, 1889)

La huelga (1889) pertenece al período florentino en el que Nomellini ya mostraba actitudes de viva participación en los problemas de los trabajadores. Precedido por una serie de bocetos a lápiz y pluma, referentes tanto a las figuras individuales como a la composición completa, el cuadro terminado reemplaza a los campesinos armados con tenedores y guadañas que marchan contra el fondo del campo o los horizontes montañosos -protagonistas de los dibujos preliminares-, un corriente de trabajadores con una actitud exasperada más allá de la cual destacan los bajos volúmenes de las naves industriales y los altos perfiles de las chimeneas. El pequeño óleo, sostenido por una sinfonía de tonos terrosos y azules intrínsecamente luminosos por las pinceladas orladas del cielo y el camino polvoriento, se sitúa en un corte compositivo en diagonal, que gestiona la multitud de hombres y mujeres de la que sobresalen dos personajes .un abrazo solidario. Es imposible no notar en las formas y actitudes de la pareja en primer plano, que parecen recoger y encauzar eficazmente el descontento de la masa de atrás, precedente fundamental del Cuarto Poder de Pellizza.

Piazza Caricamento en Génova (1891), expuesta el mismo año en la controvertida Brera Triennale, inaugura el nuevo curso de la pintura de Nomellini, tanto por las elecciones de contenido sin precedentes como por el tratamiento moderno de las superficies. Un corte decididamente fotográfico enmarca las siluetas de un “camallo” -con el típico tocado y cuerda en mano- y de un carretero -chaqueta de topo, pañuelo al cuello y botas altas- que avanzan contra el fondo de la extensísima plaza frente al puerto, rebosante de vida y aún inmerso en la niebla matinal, concebida para crear una atmósfera envolvente. Silueteadas como en un proscenio, las sólidas figuras de los trabajadores, de porte altivo y mirada fija, se equilibran con las siluetas del barrendero y el hombre del cesto, en el plano medio del extremo izquierdo, y el burgués con el periódico, en el lado opuesto, en un juego de equilibrios compositivos y oposiciones dialécticas. Propiedad del músico Pietro Mascagni desde 1891, quizás donada personalmente por Nomellini a su gran amigo y coleccionista, Piazza Caricamento señala el momento crucial en la evolución del artista hacia la técnica del color dividido y se encuentra entre los logros más relevantes del período genovés, reconoció por la crítica como lo mejor de su vasta producción.

Mañana en la oficina (1893) sigue la estela de trabajos anteriores, transformando las brumosas visiones diurnas de plazas y patios llenos de trabajadores en un atractivo espectáculo nocturno, probablemente ambientado en las fábricas de Sampierdarena, cerca de Génova. El pequeño y vigoroso óleo va más allá del significado político fundamental gracias a una felicitación de tacto que evita preceptos rígidos, largas meditaciones y reflexiones, en favor de una libertad ejecutiva que fructifica el potencial expresivo de una pincelada monetaria, está instintivamente concebida para crear intensidad y emoción. La estructura del cuadro gira sobre el eje vertical de la alta silueta recortada al fondo, que corresponde, abajo, al resto de un patio vacío iluminado por un rico y vaporoso lienzo de amarillos, ocres y azules, que divide arriba, el inmenso triángulo celeste cubierto de cielo rosa y gris y abierto en breves destellos celestes, abarrotado por los esbeltos perfiles de las chimeneas aún no humeantes y de un único acceso. Del volumen del alto horno parte la rápida perspectiva del almacén largo y bajo, puntuado por los grandes ventanales cargados de materia luminosa, para coronar un grupo oscuro en el que entré en el que se reconoce a los trabajadores inclinados, en una marcha lúgubre.

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