
En paralelo a sus cuadros de temática social, Sorolla desarrolla un costumbrismo centrado en la vida de los pescadores valencianos. En estos cuadros de temática regionalista comienza la anécdota para, progresivamente, crecer el interés por captar, cada vez de forma audaz, los efectos que la luz mediterránea tiene sobre las figuras, los objetos y el paisaje.
La pintura de Sorolla, como su contenido, carece de artificios. Es un soplo de vitalidad mediterránea que parece dejarnos olor a salitre. Los cuerpos desnudos, las velas al viento, el sol en su cénit… Sorolla dibuja líneas suaves y vigorosas que despiertan un optimismo sereno, una alegría de vivir en su justa medida, sin derroche ni reserva. Su pincelada es sencilla, precisa y expresiva. Bebe del impresionismo, pero no se enreda en su técnica, se limita a tomar de sus maestros el juego de luz y cambia el punteo por una pincelada más generosa.
En esta apacible composición donde unos pescadores regresan del trabajo la presencia de una potente luz junto a una majestuosa quietud son los dos elementos principales de una composición donde el viento hincha la vela que se desparrama por toda la escena. El extraordinario torrente de colores irradia con una luz insultantemente dorada que se deposita hasta en la superficie del agua y en las crestas de las olas y que ofrece sus mejores contrastes en el ocre de los bueyes y en el amarillo de algunos fragmentos de la indumentaria de los hombres.
Hay un contraste entre el plano inferior, donde los animales aparecen ligeramente ladeados y las figuras humanas adoptan un estatismo que evoca cierto aire a estatuas clásicas y el plano superior, donde la vela –de un blanco amarillo reluciente- despliega toda su energía. Es probable que de todas las escenas de pescadores faenando sea ésta donde mejor transmite el pintor una sensualidad que exterioriza una visión gozosa y vitalista de la realidad que se contrapone al pesimismo de la generación del 98.

Durante el largo verano de 1895 la familia Sorolla se instaló entre Valencia y Buñol. Aquel sería uno de los muchos períodos estivales que el pintor pasó a orillas del mar. Durante esa temporada, en la playa valenciana, ejecutó esta composición directamente al aire libre, tomando las imágenes al natural.
En ella aparecen retratados unos pescadores que llevan a cabo sus faenas diarias; personajes vivos curtidos por el sol y el esfuerzo. Los pescadores limpian las nasas mientras aguardan la llegada de los bueyes que han de arrastrar la barca fuera del agua. Y la luz brilla en las mismas nasas en forma de reflejos y palpita en los sombreros de paja y en la camisa blanca; deslumbra en la espuma ondulante,
La sencillez de la composición, con las dos figuras principales formando, con la que está sentada en la barca, una diagonal de izquierda a derecha y el detalle de la vela incompleta, son fruto de la influencia de la fotografía.
Pescadores valencianos es, en resumen, un homenaje al quehacer de los pescadores de su tierra natal, en el que capta con enorme destreza el reflejo del sol en la espuma del mar y el contraste de sombras y luces en torno a los pescadores y la barca.

Sol de la tarde fue el punto culminante de la madurez del arte de Joaquín Sorolla. Todo su interés por captar los efectos de la luz natural, ambientado aquí en el atardecer en la playa de Valencia, mientras los pescadores recogen su barca, tal y como lo había adelantado ya en La vuelta de la pesca, adquiere en este cuadro su máximo desarrollo artístico. La absoluta libertad pictórica con que se enfrenta a esta obra, la rotunda monumentalidad de las figuras que la componen y la imponente presencia de la vela, así como el enérgico frenesí con que refleja el movimiento del mar son los alicientes figurativos de los que extrae las máximas posibilidades plásticas.
T'agrada:
M'agrada S'està carregant...
You must be logged in to post a comment.