Mujer con crisantemos (Degas, 1865)

9 Setembre 2013

Degas - Mujer con crisantemos (1865)
En “Mujer con crisantemos” no se sabe con exactitud si primero fueron las flores, la enigmática mujer o ambas cosas al mismo tiempo. Todo parece indicar que primero pintó el florero y después añadió a la mujer, básicamente por la forzada asimetría que supone situarla en una esquina de la composición.

Ahora bien, no cabe ninguna duda del protagonismo otorgado al jarrón de flores. Está en el centro y es majestuoso, con una delicia de tonalidades. Nada que ver con las lánguidas naturalezas muertas del barroco.

La iluminación empleada acentúa aun más esos coloridos vivos, diferenciándose claramente de los que le rodean: sienas, negros o verdes. La agobiante pared del fondo nos trae el jarrón a primer plano, situándose la mesa a la altura del espectador para integrarlo en la escena. Incluso la jarra de agua y el paño sobre la mesa otorgan mayor realismo al conjunto.

La mirada de la dama, perdida, ausente. Honda soledad junto a crisantemos que, irremediablemente, caerán lacios al anochecer…

Esta honda soledad con olor a crisantemos lacios, a sueños neonatos, a miradas rocosas en el malecón del tiempo, a agujeros negros sin principios ni finales conocidos.

Esta soledad que profana el sinsentido cotidiano donde habito, es decir, donde mi yo es más mío, más auténtico, más nítido, más íntimo, más sombrío…

Esta soledad donde gritan los violines heridos de ruido y se mueren de silencio las lágrimas azules de los pétalos marchitos.

Esta soledad donde nacen balas con el verbo y me disparan piel adentro entre las venas y me matan y me subyugan y me sublevan y me suicidan y me reaniman y me consuelan y me dejan en pelota picada, sin armaduras, sin conciencia, sin estigmas, sin violencia… y me muere y me vive y me respira y yo la muero, la vivo y la respiro…

Esta honda soledad es lo que soy. Lo demás, son disfraces pasajeros, trajes de piel, trazos de carne que se visten con mi carne, que gimen con mi sexo, que lloran con mis ojos, hablan con mi voz, andan con mis pies…un reflejo inexacto de mí, tambaleándose en medio del camino.

Esta honda soledad es lo que soy… no vengas si no esa para morir de mí, en mí…para morir de soledad conmigo”.

(Angela C. Aranda C)