en la puerta del jardín, la esposa del artista (Laurits Andersen Ring, 18897)

30 Abril 2018

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En la puerta del jardín. La esposa del artista es una pintura realizada por Laurits Andersen Ring en 1897. Se trata de un retrato de su esposa Sigrid Kähler (1874-1923), con quien se había casado en 1896.

Este cuadro de Ring sugiere la fragilidad humana al mostrar el talle embarazado de Sigrid en contraste con la vegetación y estructura de las ramas del árbol casi muerto que centra la composición al fondo. Todo ello se ha interpretado como una llamada del pintor en «recuerdo de la fragilidad que también incluye la vida emergente percibida por el hombre y la naturaleza». Los contrastes entre colores fríos y cálidos contribuyen a la sensación de espacio. En el primer plano, a la izquierda, se encuentran los colores calientes, el naranja y el amarillo, de la cortina y el vestido de la esposa, mientras que los colores más fríos, verdes y azules, se muestran en el fondo de la imagen.

El pintor tenía 42 años cuando pintó el retrato, y su esposa tan solo 22. Todo parece indicar que se trata de un lienzo que contiene una declaración de amor a la mujer embarazada.


diez años ya

29 Abril 2018


Diez años ya, y ahora me pregunto
qué fue de ti a lo largo de este tiempo.
¿Conociste a algún hombre comprensivo?
¿Volvió la paz? ¡Nació ya la hija que querías?
¿Encontraste una casa con un huerto?
¿Viste salir el sol tras las montañas
que rodean un valle de avellanos?
¿Fuiste feliz alguna vez? ¿Y quién
te hizo sentir como si fueses
la mañana más bella de la tierra?
Pero sé que es inútil preguntármelo.
Ningún muerto nos dice a dónde ha ido.

Autor: Eduardo Jordá

Ilustración: Rudolf Schlichter, “Karola Neher Portrait” (1929)


Sodoma y Gomorra (John Martin, 1852)

28 Abril 2018

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La pintura de John Martin, muestra la historia bíblica de la destrucción de las dos ciudades de Sodoma y Gomorra, que fue un castigo de Dios por el comportamiento amoral de sus habitantes. Se salvaron únicamente Lot y sus hijas. La mujer de Lot ignoró el mandato de Dios de no mirar hacia atrás, y se convirtió en una estatua de sal. El color rojo fuego es característico del autor en las dramáticas escenas de destrucción. La tormenta en forma de remolino que presenta el cielo era también una característica frecuente de sus pinturas.

Las pinturas de catástrofes bíblicas y destrucción elevaron a la popularidad a John Martin (1789–1854) en el panorama artístico del siglo XIX.

Pintor romántico y grabador inglés, célebre por sus melodramáticas escenas de acontecimientos catastróficos, repletas de figuras diminutas situadas en vastos escenarios arquitectónicos. Cautivó la imaginación del público con pinturas espectaculares como Josué ordenando al sol que se detenga, la obra que le hizo famoso, y en 1821 Lawrence se refería a él como “el pintor más popular del momento”.

Aunque sus inicios fueron difíciles, acabó consiguiendo una extraordinaria fama: la arquitectura ecléctica y grandilocuente que solía utilizar -una especie de mezcla egipcia, babilónica y griega-, fascinaba a sus contemporáneos. También sus efectos de luz, la vastedad de sus composiciones y la angustiante atmósfera producían en el público una sensación opresiva y abrumadora. Todo ello no hacía más que responder al clima social y cultural de la época: el ambiente revolucionario que se vivía en Europa, el nacimiento de la industria y el estricto orden social establecido, la explotación colonial y la esclavitud; la insalubridad de las ciudades y las diversas epidemias de cólera que tuvieron lugar en Inglaterra; todo ello unido a la superstición, al sentido de lo apocalíptico, al desastre, al gusto por la profecía y lo sobrenatural -eran muy famosos los espectáculos de fantasmagorías, donde los juegos de luces provocaban la aparición de espectros-. No es de extrañar, entonces, que las obras de John Martin tuvieran tanto éxito, porque respondían a las inquietudes de su tiempo.

No obstante, sus paisajes eran demasiado románticos para la élite victoriana; los paisajes grandiosos y extremos eran demasiado románticos para el esnobismo victoriano. Pero esa misma atmósfera teatral cautivó al público de su época, con admiradores notables como Charles Dickens y el Príncipe Alberto de Inglaterra, consorte de la reina Victoria. Fue un referente para los pioneros del cine, Cecil B. DeMille y D.W.Griffith. En “Calvary” (1840) reproduce en un tono fantasmagórico y desgarrador un paisaje bíblico crucial.

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neguit

27 Abril 2018

Sovint,
escollim
la mediocritat.

Una tauleta nua
amb un petit rellotge
assenyalant sense pietat
el temps dels vençuts.

El mar,
sense ulls que descobreixin els blaus.
El llibre i el llit
sense mans i sense somnis.

En aquesta finestra
no trobo la noia de Dalí.

Pot ser
ja és morta
o té fills
i no pot perdre el temps
amb poemes d’infants enamorats.

Autor: Javier Solé

DESAZÓN

A menudo,
escogemos
la mediocridad.

Una mesita desnuda
con un reloj pequeño
señalando inmisericorde
el tiempo de los vencidos.

El mar,
sin ojos que descubran los azules.
El libro y el lecho,
sin manos ni sueños.

En esta ventana
no está la muchacha de Dalí.

Tal vez
esté ya muerta
o tiene hijos
y no puede perder el tiempo
con poemas de niños enamorados.

Autor: Javier Solé

Del libro de poemas “En el Umbral del eclipse” (ISBN 978-84-1398-333-2)


unos viejos

26 Abril 2018


Tendrías
que haberlos visto,
ahí,
en el parque,
en el único banco
al sol,
quietos,
como efigies,
observándolo todo,
hasta el más mínimo detalle,
como si fuese irrepetible.

Autor: Karmelo C. Iribarren

Ilustración: Jan Toorop, “Fatalism”


coratge

25 Abril 2018


La guerra s’ha acabat. La pau no arriba.
Rude i silenciosa cau la tarda.
Tinc quatre anys, miro l’àvia com pixa
Dreta vora un camí,
Obrint les cames sota les faldilles.
Cada vegada que ho recordo, sento
El raig caient amb força contra terra.
Aquella dona és qui va ensenyar-me
Que l’amor és duresa i claredat,
I que sense coratge no és possible estimar.
No era literatura: no sabia llegar.

Autor: Joan Margarit

Ilustración: Albert Anker, “Hohes Alter II” (1885)


pequeñez

24 Abril 2018


Es cosa tan pequeña nuestro llanto;
son tan pequeña cosa los suspiros…
Sin embargo, por cosas tan pequeñas
vosotros y nosotras nos morimos.

Autor: Emily Dickinson

Ilustración: Istvan Sandorfi, “eve ou amour en blanc”


delirio

23 Abril 2018


Hace mucho frío aquí en la tierra.
Estaba durmiendo bajo un puente.
Es invierno.
Un invierno muy duro…
Entonces fue cuando me dije:
¿Por qué no te vas al cielo,
a hablar con tus amigos los ángeles?
Y me metí por la gatera que conocéis
de la puerta trasera del cielo.
Vino un ángel a ayudarme a entrar…
¡y entré! (claro que de mosca como siempre)
Y me dijo el ángel cariñoso:
─Pero León Felipe, ¿cómo te atreves con esta noche?
─Vine a confortarme.
Ahí abajo hace mucho frío.
─Pero aquí no tenemos estufa
y el sol no sale hasta mañana.
Nosotros somos invulnerables al frío y al calor…
pero tú…
¡y con esos harapos!
no sé cómo puedes tocar el violín.
─Pues mira, ahora lo toco mejor que nunca.
Me voy a morir dentro de unos días…
y un poeta moribundo
es cuando toca mejor el violín.
Me voy a morir y tengo mucha prisa.
Tengo mucha prisa
y quiero tocar algo nuevo antes
de marcharme definitivamente de la tierra.
-¿Nuevo?… ¡mira que eso es muy difícil!
─Sí, nuevo;
es un truco de circo que se me ha ocurrido anoche:
Voy a tocar mi última canción…
y la voy a tocar caminando
no por la cuerda floja como hacen algunos payasos y poetas…
la voy a tocar caminando por el círculo fino de un aro de madera.
─¿De un aro como esos de los niños?
─Un poco más grande:
es un gran cero.
Dentro del cero está la Nada,
fuera estáis vosotros los ángeles.
Voy a tocar y a tocar
dando vueltas y vueltas
hasta que se me vayan acabando las fuerzas.
Se me verá tocando tocando ya como un sonámbulo…
Como un moribundo
expirando, casi
expirando…
expirando…
hasta caer.
¡Ya!
¿Y hacia dónde caeré?
¿Hacia dentro?
¿en el cero…
dentro de la Nada?
¿o hacia fuera…
donde estáis vosotros para recogerme?
─Estás delirando, León Felipe,
pero… ¿por qué lloras?

Autor: León Felipe


circo (August Macke, 1913)

22 Abril 2018

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Tres acróbatas auxilian a una amazona tras sufrir un accidente. Su cuerpo inerte es cargado fuera del escenario al igual que el caballo que ha provocado la tragedia. Más cerca del espectador, una figura encorvada y en penumbra nos da la espalda en señal de dolor. El circo muestra su vertiente agridulce, donde la felicidad puede dar paso en cualquier momento a la tristeza más profunda y el peligro y la muerte están siempre acechantes. La frágil amazona y el circo se relacionan con el pintor que, al igual que los personajes circenses, se considera un ser al margen de la sociedad

La escena que capta Macke, un accidente ecuestre en medio de la pista, es una visión un tanto dramática en la que el dolor y la muerte han quitado todo protagonismo a la función.

Pintado un año antes de su prematura muerte en el frente, supone una excepción en el conjunto de la obra del pintor, siempre marcada por un espíritu alegre y jovial.

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“El pueblo de Alemania, embriagado por las ideas de victoria, no sospecha lo terrible que es la guerra” (A. Macke)

“Lo que más valoro es la observación del movimiento de los colores” (A. Macke)

Húsares al galope  del mismo año que Circo, nos muestra el fuerte impacto del futurismo en la pintura de August Macke.

La imagen de jinetes en acción era un motivo especialmente apreciado por los futuristas, que en su manifiesto se referían al galope de los caballos con las siguientes palabras: “Por culpa de la persistencia de la imagen en la retina, las cosas en movimiento se multiplican, se deforman, sucediéndose, como si de vibraciones se tratara, en el espacio que recorren. Así, un caballo a la carrera no tiene cuatro patas, sino veinte patas, y sus movimientos son triangulares”.

El carácter abocetado de la composición se debe sin duda a que Macke estaba esencialmente preocupando por la captación del movimiento. Y el tema, inusual en el pintor, puede obedezca a su aislamiento como voluntario en el Regimiento de Infantería.

Poco tiempo después de pintar este cuadro, a los dos meses del inicio de la I Guerra Mundial, fallecía Macke con veintisiete años.


tierra prometida (Cristobal Toral, 2014)

21 Abril 2018

“Preguntarse por la libertad es preguntarse
por la longitud de la valla
y sus hendiduras,
por quiénes son los vigilantes,
por quiénes quieren pasar al otro lado.
Avanzan: sepulcros
a merced de la corriente.
Avanzan: como avanza el silencio.
Como se pudre un cadáver”

(David Eloy Rodríguez)

Es un feroz homenaje a la valla de Melilla. La alambrada antitrepa, en la que no caben los dedos. La altura siniestra. Arriba, enroscadas sobre sí mismas, las famosas y afiladísimas concertinas. El suelo con zapatos abandonados, con huellas de zapatos o de pies descalzos. Una maleta desastrada y una mochila de viaje prendidas de los ganchos de metal. Guantes, gorros, prendas diversas. Y camisetas, pañuelos, trapos… todo lleno de sangre.

Esa sangre es, en parte al menos, auténtica. Cristóbal Toral se cortó las manos al manipular las concertinas; decidió limpiarse en los jirones de ropa que forman parte de la obra. No fue el único que se hirió al montar ese símbolo del peor de los viajes posibles: el que no te permiten hacer.

Unas pocas monedas, una camisa ensangentada y una frase de Albert Camus: “Uno no se puede poner de parte de los que hacen la historia, sino de los que la padecen.”