El coloso (entre 1808 y 1812), también denominado El gigante, El pánico y La tormenta, es un cuadro tradicionalmente atribuido a Goya en el que un gigante de tamaño colosal se yergue tras unos montes, ocupando el centro de la imagen, rodeado de nubes y con los puños en alto. El tercio inferior del lienzo lo ocupa un sombrío valle donde una multitud de gente y ganado se dispersa caóticamente en todas direcciones.
El Coloso presenta un paisaje en el que una figura masculina de proporciones gigantescas camina de espaldas, rodeada de nubes, con sus ojos cerrados y el puño izquierdo levantado. En la parte baja, todo de tamaño muy reducido, hombres y mujeres, carruajes y animales corren o se detienen en su huida.
La “pobreza” de la técnica de ‘El Coloso’, así como de su luz, colorido y su marcada diferencia con obras maestras de atribución documentada de Goya, han llevado, entre otros aspectos, al Museo del Prado a asegurar en un estudio que este cuadro no fue realizado por el maestro aragonés. Posteriormente, en julio de 2009 las universidades españolas y numerosos expertos en Goya firmaron un manifiesto apoyando la autoría de Goya en El coloso.
La técnica de esta obra es similar a la de las pinturas negras de la Quinat del Sordo. Domina el color negro, los toques de color son mínimos y aplicados con espátula y la temática parece afín a algunas obras alemanas inscritas en la corriente Tempestad y arrebato.
La forma de aplicar el color es ya revolucionaria; por ejemplo en las nubes que envuelven la cintura del gigante se distinguen empastes dados con pincel y extendidos luego con espátula, procedimiento entonces insólito.
Las figuras llevan sobre la pasta “pigmento”, lo que les otorga fuerza dinámica; la sensación de movimiento agitado se obtiene precisamente con estos toques que parecen despegarse de formas sólidas. El pintor supo en algún momento obtener efectos intensos simplemente superponiendo cosas o masas cromáticas; así el bosque de la derecha era, primitivamente, una montaña, y algunas manchas adicionales de negro le han dado esa impresión de bosque en tinieblas.
Aparte del acierto de la composición general, el contraste entre el gigante sin piernas visibles y la muchedumbre que huye, es de admirar en la observación cercana el dinamismo de cada grupo, la sensación de miedo, de crispación, de cosas que no llegamos a ver, que solamente intuimos.
La verdadera significación e intención temática de este lienzo es aún imprecisa. Algo colosal y terrorífico se yergue frente a la desamparada humanidad y la pone en fuga. Sólo un asno, estampa de la ignorancia y la inconsciencia, permanece quieto e impávido.
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