Publicado por Lastura en su colección Alcalima de poesía contemporánea en enero del 2022.
Con una estructura sencilla pero eficaz, el poeta Gabriel Alejo acomete en estas horas inciertas donde el futuro es pasado, una introspección biográfica que, otoñal y nostálgica, cincela la memoria y los recuerdos. El poemario recurre al convencionalismo de las tres edades y, de esta manera, al pueblo -Ramos Mejía- le corresponde la infancia, a la ciudad -Buenos Aires- la adolescencia y primera juventud y a la madurez el exilio -Catalunya- y a todo el poemario la senectud desde la que ha sido escrito a lo largo de los últimos diez años. Cada una de las tres partes del poemario -de extensión variable y lenguaje propio- viene precedido de una pequeña anotación biográfica que el inquieto lector deberá completar con una indagación optativa que a buen seguro proporcionará a la lectura del libro de hondura histórica e íntima belleza.
Fiel a la máxima eternamente atribuida a Leon Tolstoi de que “pinta (o, en su caso, escribe) tu aldea y serás universal” el mayor logro -que no el único- del poemario de Jacovkis es esa capacidad para transitar de lo personal a lo colectivo, de lo pequeño a lo más grande, de lo concreto a lo abstracto. Es desde ese “yo que camina en la última tarde de otoño” (poema “Pedazos”) desde el que Gabriel constituye todo un alegato humano que evoca cuanto tuvo y amó sin silenciar lo mucho que perdió.
Le corresponde a la infancia, esos primeros ocho años en Ramos Mejía, la parte más amable pues para el exiliado “la hoja de un árbol es un bosque de la infancia” (poema “Historias del exilio”). Nutre los crepúsculos en Collserola con imágenes de esa niñez; osadas bicicletadas con Pablo (poema “Escapada”), las nueces robadas al vecino (poema “Mi cuadra”), los juguetes en el hueco de la escalera (poema “El pasado”), las meriendas en la confitería con papá y mamá después de la visita al médico del niño frágil (poema “El Molino”), la admiración -casi devoción- al hermano grande que va a una escuela de la ciudad y despunta ya como matemático locuaz (poema “Mi hermano va al colegio”). Pero crecer es también un ejercicio de crueldad que germina en el gorrión de la alambrada abatido por el tirachinas (poema “El gorrión”) o el osito de peluche que el niño abandona (poema “La vida del osito manco”); crecer será, al final, acumular muerte pues “Es cruel / sobrevivir a la memoria / Allí siguen los que se ha ido / sin decirme adiós” (poema “El olvido”). El abuelo será el primer ser amado cuyo fallecimiento recuerda el poeta (ya en la segunda parte, en el poema “Abuelo”) aunque habrá otras infinitamente más violentas (poema “No estás”, a la memoria de Felipe Caridi) ya como antesala del exilio o las de los progenitores, David Jacovkis y Miriam Polak. “La certeza del adiós” es el vacío, la ausencia, el silencio. O las historias de poetas y milicianos que ya no escuchará de tía Fanny (poema “Tía Fanny”). Muerte que concluye en la soledad “Solo queda el que escribe / y alguien que lee” (poema “Un libro de Idea Vilariño”) y los premonitorios versos del poema “La última mirada”.
Corresponde a la gran ciudad de Buenos Aires la adolescencia y primera juventud, desde los ocho a los veintisiete años. Hay en esta sección numerosos poemas de amor y un homenaje cálido a todas las mujeres que el poeta amó (“Atrapados”, “El final del poema”, “Evocación”, “La visita” y mi favorito “Entonces ¿por qué?”). Aunque este “desbordamiento” de sensualidad no olvida el compromiso político y la lucha que Gabriel finiquita con sólo dos poemas, “Militancia” y el ya citado “No estás”.
Elegir, efectivamente, es crecer y el tránsito de la adolescencia a la madurez será para Gabriel doloroso. Hay pocas referencias a los años convulsos de la argentina posperonista y a la sanguinaria ignominia de los militares sublevados. Diríase que Gabriel recurre al pudor y se le agradece esta elipsis que le permite eludir la denostada poesía panfletaria. Menos es casi siempre mucho más.
Dos poemas desgarradores, especialmente el que rinde tributo a Felipe Caridi Iglesias, médico en el hospital de Salaberry desparecido en noviembre de 1976. Pórtico del exilio que emprende el poeta “con la pena del que queda vivo” (poema “No estás”).
Una ciudad que ya no podrá ser vivida nunca de igual forma (“cuando vuelvo a tus rincones / solo veo las ruinas del recuerdo / en el turbio lugar de la derrota”, poema “Te inventé y te quise”). La tragedia del exiliado es que superada la nostalgia de la patria es extranjero a donde va y cuando regresa de donde huyó. Definitivamente, Gabriel hará en Catalunya de su patria su destierro.
Con veintisiete años y en barco -como los republicanos vencidos embarcados en el buque mercante Stanbrook- Gabriel llega a la incipiente imperfecta democracia española y su primera reflexión es una pregunta que permanece incontestable después de casi cincuenta años (“quienes dejamos de ser / cuando no nos tocó morir”, poema “Esas calles”). Redacta en catalán el inventario del exiliado: pasaporte roto, reloj sin horas, foto caducada y el “carne de identidad de un país que ya no habito”, poema “Calaix”) y nos ofrece las claves de este eterno no regreso en el poema “Cansado de volver” (“Me quedo donde estoy / con lo que tengo / y lanzo una vez más / la semilla en esta arena”) si bien al interrogarse sobre la posible última mirada del poeta regresa inexorable el pasado (“si hubo una última mirada / viste a papá sonriendo en la penumbra / como solo lo hacen algunos moribundos” // si hubo una última mirada / en ella estaba Pablo / con su asombro, su miedo y su tristeza”, poema “La última mirada”) reconfortado con “el latido de lo extraño en tus brazos” (poema “Todavía es posible”) y cerrando significativamente el libro con la promesa de navegar “sin llegar nunca a la costa que soñamos” (poema “Navegante”).
Gabriel es un apátrida cuyos versos anidarán en el corazón de su lector. La travesía junto a él es ya Ítaca.
Recuerdo ahora la cita de Tolstoi relativa a la aldea y lo universal. Y no puedo dejar de pensar que los poemas de Jacovkis guardan un vínculo con la pintura de Marc Chagall. La fantasía del amor, el jolgorio de la aldea, los ancestros, la negritud de la barbarie. Todo esto y más está presente en ambos. Te dejo a ti, lector de estas notas, la apasionante tarea de relacionar cada uno de los cuadros del pintor con cada uno de los poemas del poeta. Sugiero que el encaje de este puzzle delicioso lo hagas escuchando canciones de Atahualpa Yupanqui. A buen seguro será una tarde inolvidable.
Más información en:
https://fragmentsdevida.wordpress.com/2012/02/12/aquellas-pequenas-cosas-iii-el-calaix-gabriel-a-jacovkis-polak/
https://blocdejavier.wordpress.com/2012/05/22/el-patio-de-la-escuela/
https://blocdejavier.wordpress.com/2013/06/06/el-idioma-del-caminante/
https://blocdejavier.wordpress.com/2013/07/15/entonces-por-que/
https://blocdejavier.wordpress.com/2013/11/22/el-lugar-de-las-muertes-lejanas/
https://blocdejavier.wordpress.com/2014/11/25/el-caballo-muerto/
https://blocdejavier.wordpress.com/2017/06/08/la-llanura-y-la-montana/
https://blocdejavier.wordpress.com/2017/11/02/pedazos/
https://blocdejavier.wordpress.com/2018/10/26/evocacion/
https://fragmentsdevida.wordpress.com/2019/09/10/la-infancia-82/
https://blocdejavier.wordpress.com/2019/10/10/el-olvido-3/
https://blocdejavier.wordpress.com/2020/09/09/esas-calles/
https://blocdejavier.wordpress.com/2020/11/23/naufragio-3/
https://blocdejavier.wordpress.com/2021/11/04/el-reves-de-los-espejos/
https://blocdejavier.wordpress.com/2022/02/07/madre-2/
https://blocdejavier.wordpress.com/2022/02/15/la-tia-fanny/
https://blocdejavier.wordpress.com/2022/02/21/la-visita-2/
https://blocdejavier.wordpress.com/2022/03/02/el-gorrion-2/
https://blocdejavier.wordpress.com/2022/03/04/navegante/
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