“Hay
una mesa con dos vasos
y una sola silla,
en el exterior del bar,
la vida no se detiene;
el hombre llora y bebe,
la chismosa vieja
permanece intranquila.
Una mujer, libre de ambos,
espera en el andén el tren”
(Javier Solé, poema “En el interior del bar”)
Una mujer vestida llamativamente aparece sentada en una pequeña mesa, fumando un cigarrillo y mirando al vacío. La mujer representada es Agostina Segatori, la propietaria de este café. Agostina tiene la mirada perdida, destacando la nostalgia de sus grandes ojos.
Agostina Segatori era de origen italiano y emigró a Paris muy joven para ganarse la vida como modelo. Entre 1872 y 1884, Agostina Segatori mantuvo una relación un tanto conflictiva con el pintor Edouard Joseph Dantan y tuvo un hijo que el artista no quiso reconocer, Jean-Pierre Segatori. Unos años más tarde, consciente de las dificultades para seguir ejerciendo de modelo y con la finalidad de independizarse, Agostina monta su propio negocio, el Café au Tambourin (Café de la pandereta).
El restaurante de Agostina era bastante pintoresco. Tanto la jefa como las camareras iban vestidas con el traje regional de la Ciociaria. En las paredes colgaban cuadros de pintores conocidos, como Dantan o Gerôme. Lo más característico eran las panderetas: mesas en forma de pandereta, taburetes en forma de pandereta, platos en forma de pandereta. Pronto el local se convirtió en lugar de cita de la bohemia artística del barrio y de gentes de los bajos fondos.
Durante la primavera de 1887, Agostina tuvo una relación sentimental con uno de los habituales del Tambourin, Vicent Van Gogh, que por entonces vivía en el apartamento de su hermano Theo, en la cercana rue Lapic.
En julio de 1887 la relación de Van Gogh y Segatori llegó a su fin, parece que de mutuo acuerdo, según consta en la correspondencia mantenida con su hermano Theo. El local fue clausurado.
En la pintura, con los contornos muy difuminados -con un efecto atmosférico similar al que la nula profundidad de campo en la fotografía- Agostina tiene la mirada perdida, destacando la nostalgia de sus grandes ojos.
Tal vez, dada la proximidad entre el retrato y la ruptura, ya presagiaba el final del romance con el pintor.
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