La pintura “Ruptura” (1955) de Remedios Varo es la representación de un tránsito, el momento de un cambio, una liberación que se reconoce en alcanzar un nuevo estado de armonía y equilibrio.
Remedios empieza su viaje. Su identificación con el personaje que deja el hogar nos remite a su infancia en España. Huye de toda convención, se aleja de lo establecido y de las normas que impiden actuar a su libre pensamiento. Estudia en la Escuela de Artes y Oficios y después en la Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid; luego participa activamente en el grupo surrealista y conoce a artistas que más tarde encontrará en Paris.
Huye de toda convención, se aleja de lo establecido y de las normas que impiden actuar a su libre pensamiento. Estudia en la Escuela de Artes y Oficios y después en la Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid; luego participa activamente en el grupo surrealista y conoce a artistas que más tarde encontrará en Paris. Inicia así el camino para encontrar el equilibrio que todo ser necesita para armonizar con su entorno.
Bajando las escaleras encapuchada y con las manos asegurándose una a la otra, ella huye de todo lo establecido, se aleja de esas convenciones que le impiden liberar su pensamiento. La mirada de Remedios se dirige hacia los papeles que escapan por la puerta entreabierta. Nadie más se aventura a salir, sólo Remedios y los papeles son capaces de abandonar el escenario. Sus observadores la despiden con la mirada.
La postura del personaje principal es un tanto etérea; como en la mayoría de sus pinturas, el misterio hace su aparición envuelto en una capa, debajo de un disfraz que espera con ansias ser revelado. Los colores en la obra de Remedios siempre han sido los protagonistas de su interpretación; en este caso, el rojizo y el sepia sugieren un atardecer, un día casi concluso. Así que podemos suponer que ella se prepara para cerrar un ciclo e iniciar otro.
El cuerpo de Remedios lo recibimos frágil y etéreo al presentarse envuelto en una capa, nos recuerda a un ave que solo tiene que abrir sus alas para emprender el vuelo. Es su disfraz de huida con el que conseguirá escapar al exterior, hacia los árboles situados al otro lado del muro, donde empezará su viaje y se enriquecerá con nuevas experiencias. México actuará como tierra de adopción, tanto para ella como para sus ideas.
En “Visita al pasado” (1957) evoca el poder de la memoria. El personaje, que es su autorretrato, está de pie a la entrada de una habitación sencilla, en la que seguramente habrían vivido muchas otras personas. Sin embargo al volver a visitarla la encuentra hechizada por su propia presencia: acechando detrás de las paredes, mirando por debajo del mantel, saliendo de la tapicerías, hay fantasmas suyos. Como sugiere este cuadro Remedios en su exilio debió conservar el peso de sus recuerdos durante muchos años, y el resultado es este inquietante retrato, en el que el pasado, como una sombra propia, viene a dominar el presente.
El peso del pasado y la necesidad de independencia fueron cuestiones que nunca quedaron del todo resuelto por Remedios.
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