la ruptura (Remedios Varo, 1955)

31 Octubre 2020


La pintura “Ruptura” (1955) de Remedios Varo es la representación de un tránsito, el momento de un cambio, una liberación que se reconoce en alcanzar un nuevo estado de armonía y equilibrio.

Remedios empieza su viaje. Su identificación con el personaje que deja el hogar nos remite a su infancia en España. Huye de toda convención, se aleja de lo establecido y de las normas que impiden actuar a su libre pensamiento. Estudia en la Escuela de Artes y Oficios y después en la Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid; luego participa activamente en el grupo surrealista y conoce a artistas que más tarde encontrará en Paris.

Huye de toda convención, se aleja de lo establecido y de las normas que impiden actuar a su libre pensamiento. Estudia en la Escuela de Artes y Oficios y después en la Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid; luego participa activamente en el grupo surrealista y conoce a artistas que más tarde encontrará en Paris. Inicia así el camino para encontrar el equilibrio que todo ser necesita para armonizar con su entorno.

Bajando las escaleras encapuchada y con las manos asegurándose una a la otra, ella huye de todo lo establecido, se aleja de esas convenciones que le impiden liberar su pensamiento. La mirada de Remedios se dirige hacia los papeles que escapan por la puerta entreabierta. Nadie más se aventura a salir, sólo Remedios y los papeles son capaces de abandonar el escenario. Sus observadores la despiden con la mirada.

La postura del personaje principal es un tanto etérea; como en la mayoría de sus pinturas, el misterio hace su aparición envuelto en una capa, debajo de un disfraz que espera con ansias ser revelado. Los colores en la obra de Remedios siempre han sido los protagonistas de su interpretación; en este caso, el rojizo y el sepia sugieren un atardecer, un día casi concluso. Así que podemos suponer que ella se prepara para cerrar un ciclo e iniciar otro.

El cuerpo de Remedios lo recibimos frágil y etéreo al presentarse envuelto en una capa, nos recuerda a un ave que solo tiene que abrir sus alas para emprender el vuelo. Es su disfraz de huida con el que conseguirá escapar al exterior, hacia los árboles situados al otro lado del muro, donde empezará su viaje y se enriquecerá con nuevas experiencias. México actuará como tierra de adopción, tanto para ella como para sus ideas.


En “Visita al pasado”  (1957) evoca el poder de la memoria. El personaje, que es su autorretrato, está de pie a la entrada de una habitación sencilla, en la que seguramente habrían vivido muchas otras personas. Sin embargo al volver a visitarla la encuentra hechizada por su propia presencia: acechando detrás de las paredes, mirando por debajo del mantel, saliendo de la tapicerías, hay fantasmas suyos. Como sugiere este cuadro Remedios en su exilio debió conservar el peso de sus recuerdos durante muchos años, y el resultado es este inquietante retrato, en el que el pasado, como una sombra propia, viene a dominar el presente.

El peso del pasado y la necesidad de independencia fueron cuestiones que nunca quedaron del todo resuelto por Remedios.


cemitério dos prazeres

30 Octubre 2020

A José Ángel Cilleruelo

“Siento una enorme alegría
al pensar que mi muerte no tiene ninguna importancia.”

(Fernando Pessoa)

La silueta de un cuervo
en una cruz de piedra.
Es la lluvia melodía
de un fado taciturno.

Entre el mármol jacaranda.

Siempre mirando el Tajo.
Fluye la vida sombría.
Todo alrededor muda.
Quien vigila es eterno.
Lo observado caduco.

Esbozo de la tristeza.
Pero el río será mar.

Autor: Javier Solé

Del libro de poemas “Latido de cenizas” (ISBN 978-84-1350-949-5)


mujer fatal

29 Octubre 2020


Parecía estar diciendo la verdad,
aunque esto no quiere decir siempre gran cosa
cuando se trata de mujeres,
sobre todo de mujeres con los ojos azules.

(D. Hammett)

Tiene un poco de puta y niña virgen.
Muchos han encontrado consuelo entre sus piernas
y algunos la han seguido frecuentando
como ovejas histéricas de alguna secta apocalíptica.
Ha habido valientes que la han dejado a tiempo
y otros cuyas monedas no han servido a sus ojos.
Puede envolvernos en un mundo hospitalario
a fuerza de palabras y miedos compartidos
—con ella a nuestro lado la vida duele menos—.
Es un alucinógeno inyectado en la sangre,
una viagra contra la tristeza,
no respeta horarios, ni costumbres
y se vuelve celosa con los años.
Hay que tratarla con esmero,
aunque sin falsos artificios de obseso formalista.
Detesta los ropajes muy manidos
y se excita, a menudo, con el riesgo
que nace de la claridad.
Baja la voz entonces para hablar de lo que importa
—esos pequeños accidentes de nuestra geografía—
sin verdades sonoras que dicten un camino
plagado de gurús iluminados.
Yo la prefiero así,
desnuda de perfumes fastuosos,
peligrosa y salvaje como una perra herida,
buscando en la maleza de las calles
un corazón helado que sangre entre sus dientes.

Autor: Alberto Tesán

Fotografía de Jerry Uelsmann


puesta de sol en un puerto (Claudio Lorena, 1639)

28 Octubre 2020


Claudio de Lorena fue un pintor francés establecido en Italia. Perteneciente al período del arte Barroco, se enmarca en la corriente denominada clasicismo, dentro del cual destacó en la pintura de paisaje. En su obra reflejó un nuevo concepto en la elaboración del paisaje basándose en referentes clásicos —el denominado «paisaje ideal»—, que evidencia una concepción ideal de la naturaleza y del propio mundo interior del artista.

La escena representada es la de un puerto al anochecer, uno de los temas favoritos de Claudio. En primer término, en la parte inferior del cuadro, se ven varias figuras de marinos y comerciantes en la playa, ocupados en sus quehaceres o conversando entre ellos; el grupo de la izquierda está sentado sobre unos baúles, esperando para embarcar, uno de ellos tocando el laúd; en el centro algunos de ellos se están peleando, probablemente borrachos. Varias barcas transportan personas hacia los barcos, situados a la derecha. Por detrás de los barcos aparece una torre fortificada, probablemente para la defensa del puerto. En el lado izquierdo hay un palacio de estilo renacentista, tras el que se halla un segundo palacio. Mas al fondo hay un faro y un barco que sale del puerto, dirigiéndose hacia un esplendoroso sol poniente, cuyos rayos iluminan un límpido cielo surcado por algunas nubes.

Uno de los elementos más destacados en esta obra es la presencia del sol: una de las características principales en la obra de Lorena es su utilización de la luz, no una luz difusa o artificial como en el naturalismo italiano (Caravaggio) o el realismo francés (La Tour), sino una luz directa y natural, proveniente del sol, que sitúa en medio de la escena, en amaneceres o atardeceres que iluminan con suavidad todas las partes del cuadro, en ocasiones situando en determinadas zonas intensos contrastes de luces y sombras, o contraluces que inciden sobre determinado elemento para enfatizarlo.


cambiar el paisaje

27 Octubre 2020


Para Ana Pérez Cañamares

Después de la guerra
todos queríamos cambiar de paisaje.
Yo le pedí a los dioses de lo imposible
que el norte se transformara en sur.
Mis hermanas pidieron ser bosque
en lugar de ser madres.
El cementerio le pidió a la muerte
convertirse en una humilde cafetería de barrio,
en un libro de aventuras
o en el sonido de la lluvia
golpeando el cristal
en una mañana de domingo.
Pero a veces la vida se burla de nosotros
e intercambia nuestros deseos
y, mientras yo me transformo
en un libro de aventuras,
mis hermanas se convierten
en una cafetería de barrio
y la muerte, en la lluvia que nos mira
a través de la ventana.
Y allí convivimos todos.

Autor: Marta Navarro

Fotografía de Maria Tudela


luna de noche

26 Octubre 2020


¿Seguirá estando
la mirada del niño
bajo la luna?
¿Habrá quedado
detenida en el tiempo
junto a la orilla?
¿Habrá una piedra
que conserve la brisa
de su caricia?
Viene conmigo
su reflejo en el agua
cuando me alejo.

Autor: Alfredo Buxán

Fotografía: Peter Henry Emerson, “Gathering Water-Lilies” (1886)


el asesino amenazado (Rene Magritte, 1927)

25 Octubre 2020


En una estancia de tonos claros, una mujer yace muerta sobre un canapé rojo. Tiene sangre en la boca y un pañuelo blanco tapándole parte del cuello. La posición de la cabeza y el cuello no concuerda con la del resto del cuerpo, por lo que podemos deducir que ha sido decapitada y el hecho de que esté desnuda nos indica que en el crimen ha habido algún componente de tipo sexual. El asesino debe ser ese chico de ojos claros que está frente al gramófono, Ya lo tiene todo preparado para irse pero su frialdad es aterradora y se ha detenido primero a escuchar un disco. Lo que no sospecha es que le están esperando dos hombres escondidos, armados con una red y una cachiporra, dispuestos a darle una lección.

¿Son policías o unos vulgares malhechores en busca de venganza? No nos queda claro.

Al fondo, en el centro del cuadro, los rostros de tres hombres contemplando la escena.

La perspectiva lineal que utiliza Magritte, marcada por los tablones blancos del suelo, lleva nuestra mirada hacia el fondo de la escena, a esa ventana abierta hacia las montañas, por la que asoman tres extraños mirones. ¿Quiénes son estos hombres? Están colocados en el punto de fuga del cuadro, así que deben ser importantes.


lejanía

24 Octubre 2020


“però una ferida també és un lloc on viure”

(Joan Margarit, fragmento del poema “El nostre temps”)

Conocer el dolor.
Pensar la Muerte.
Meditar la palabra.
Fecundar la herida.

Autor: Javier Solé

Fotografía de Alexander Kan


autorretrato

23 Octubre 2020


Me miro en el espejo.

Una mujer avanza
desnuda
sin heridas aparentes.
Es una hembra espléndida
en épocas de celo
tal vez.
Pero ya muerta.

En carne y sombra altiva
despoja sus silencios.
En silencio
un idioma de albatros
la sustenta.

Se yergue luego
intacta
con dignidad de hiedra.
Y asomada
a sus muros
de lumbre y soledades
espera.

Autor: Ana Emilia Lahitte

Ilustración: Christoffer Wilhelm Eckersberg, “Desnudo del espejo” (1841)


las tejedoras de otoño

22 Octubre 2020


a mi madre.

FRENTE a grandes ventanas antiguas, y en otoño,
cuando el sol aproxima las formas polvorientas,
rodeadas por un grave perfume de heliotropos
tejen eternamente veloces y serenas.

Los amplios terciopelos con silencioso modo
protegen el cansancio celeste de sus piernas,
en tanto se adivinan en los pálidos ojos
lejanísimas tardes de piano y madreselva.

Una dulce penumbra desciende de los cuadros
y toca levemente sus helados perfiles
donde la vida apenas conserva su comienzo.

Y tejiendo en la tarde, los párpados muy bajos,
dialogan con la muerte ligeras y felices
envueltas en un hondo paisaje de cabellos.

Autor: Roberto Themis Speroni

Ilustración: Liebermann, “Las trabajadoras del lino” (1898)

The Flax Barn at Laren es una de las principales obras de Liebermann entre sus pinturas a gran escala de grupos de personas y trabajadores de la década de 1880. En ese momento, Holanda era un destino importante para Liebermann y sus contemporáneos. Vieron a Rembrandt y Frans Hals como sus modelos artísticos a seguir y, al trabajar directamente a partir de la observación de sus sujetos, aprendieron a salir de sus oscuros estudios y a sacudirse las cadenas de los métodos de trabajo de Munkácsy. Además, en Holanda encontraron el ideal de una sociedad burguesa y una sólida estructura social puesta en práctica. En ese momento, la pintura al aire libre todavía era confusamente moderna, pero The Flax Barn at Laren era aún más ofensivo por la escala de desarrollo de su tema. En un cobertizo brillante, bajo pero amplio, todas las figuras están realizando la misma tarea, hilando lino. Junto a la pared debajo de las ventanas, hay niños que usan volantes para enrollar el lino en husos. Las mujeres y las niñas se paran espaciadas por toda la habitación, cada una con un fardo de lino bajo el brazo, hilando el hilo con las manos. La escena está marcada por su ritmo fuerte y parejo; en su estructura los paralelos de los entarimados y las vigas refuerzan la armonía de la obra. Las mujeres se paran en el espacio como “pilares”.

La obra representa la calma de la vida cotidiana y una sensación de permanencia en la monotonía de los movimientos constantemente repetidos. Los colores también son sin contrastes dramáticos, reservados y fríos. Esa luz gris plateada, pálida y peculiarmente holandesa, que tanto amaba a Liebermann, impregna la escena. Sobre todo, es la luz aquí, en todos sus diversos reflejos, lo que subraya la vida y la belleza de la escena: un poema cotidiano, tranquilo y sereno.