día de los difuntos (Jakub Schikaneder, 1888)

31 Octubre 2017

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En “Día de los difuntos” hay una sola persona viva y ningún muerto. Una anciana decaída, que entretiene sus pensamientos melancólicos removiendo con el bastón las hojas secas. Los árboles, desnudos, al fondo. Una tapia a media altura, con dentelladas en sus bordes, donde la mujer se apoya. Una tumba, una corona de flores y un farolillo encendido del que se emana una luz mortecina Toda la tenue iluminación proviene de un sol extramuros. La mujer aparece sola, descentrada levemente en la composición, pero no domina la estancia. La verticalidad de su figura, con la cabeza ladeada, su figura vencida, no consigue romper la horizontalidad que impone el muro. Otras figuras verticales están parcialmente escondidas -la tumba y los árboles al fondo sin hojas e inclinados-.

Jakub Schikaneder era un maestro de las emociones y este talento hizo de él uno de los pintores checos más populares de los finales del siglo XIX. Por su sensibilidad, llena de angustia y tristeza, se acerca a la postura de los artistas decadentes.

Melancolía, desesperación y soledad acompañan a muchos de sus personajes, que caminan por calles cubiertas de nieve, por la desierta orilla del mar, o están dentro de la casa donde reina la pobreza y el hambre.

Schikaneder fue un admirador de la cultura francesa, principalmente de la corriente que concebía el arte como testimonio social. Bajo su influencia, hacia 1883 Schikaneder empieza a retratar los dramas y tragedias de la gente sencilla y humilde. Representa en sus óleos, pasteles y dibujos cómo se abaten sobre sus desamparados personajes femeninos las aflicciones, las enfermedades y la muerte. El sentimiento de la compasión encontró en las obras de Jakub Schikaneder una de las plasmaciones más convincentes en la moderna cultura checa.

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En “En la morgue” (1895) no hay resquicio para la ventana -por donde podría pentrar la luz-. La mujer llora de espaldas, apoyada en la pared fría y desnuda. Sólo vemos las piernas y medio cuerpo desnudo del difunto. La soledad y desolación es absoluta.

En la obra de Jakub Schikaneder predominan cuadros cuyas protagonistas son mujeres: el pintor retrata a mujeres solitarias, nostálgicas, doblegadas por el dolor, exhaustas por la fatiga, moribundas, asesinadas. Schikaneder se compadece del destino de la mujer y el pincel del artista da a sus dramas dimensión existencial.

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En “Immersed in Thought” (1890) la escena se desarrolla a orillas de un desangelado lago. Es el mismo tiempo desapacible y otoñal que en el cuadro del Día de los Difuntos. La mujer es más joven y llora sola, desconsoladamente. Tampoco le vemos el rostro, como en la pintura de la morgue.

Jakub Schikaneder es conocido también como pintor de rincones de la vieja Praga que retrató con magia sugestiva como ciudad de ensueño, iluminada por la trémula luz de las farolas. Schikaneder retrata las vetustas casas praguenses al anochecer o de noche, inmersas en un mágico claroscuro.

Las calles están cubiertas por la nieve, de las ventanas sale una suave luz. Y en medio de este escenario Schikaneder pinta figuras solitarias y silenciosas. Los cuadros de este período posterior a 1900 son considerados como los más bellos de toda la obra de Jakub Schikaneder.

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En “Calle al atardecer” (1906) la nieve se acumula en los aleros del edificio situado enfrente. Dos figuras encorvadas caminan por esta calle solitaria, cada una en una dirección distinta. Dos ventanas están iluminadas, con diferentes tonalidades, Una tercera desafía al invierno y permanece misteriosamente abierta. Nuestro único sentido real de cualquier luz poderosa viene a través del pasaje intrigante a la derecha. El brillo iluminaba la palidez de los edificios.

Las dos mujeres, con la luz solitaria y sus pálidos mantones, son como fantasmas en esta tierra baldía, acechando el amargo frío de una calle de Praga.


apología de la quietud

30 Octubre 2017


Nuestro epílogo
la lluvia en la tarde
los domingos de febrero.

El tránsito del tiempo
adagio en movimiento.
Altero esta quietud
preguntando por la cena.
Demoras la respuesta.
Sólo una pieza de fruta,
sin manifestar apetencia
por una en concreto.

La cena, frugal.
El ocaso, inacabable.

Nada nos protege
de la escarcha,
ni siquiera nosotros mismos.

Autor: Javier Solé

Ilustración de Shaun Ferguson

Del libro de poemas “El exilio interior” (ISBN 978-84-1304-853-6)


una pequeña idea de felicidad

29 Octubre 2017


¿Por qué no pensar que al fin seremos árboles,
por qué no desearlo,
por qué no confiar en la misericordia del destino?
Árboles firmes soportando el viento,
despertando a los pájaros al alba,
recogiendo las nubes cada tarde
antes de repartir
el violeta preciso a cada una.

Árboles infinitos confortando en su duda
a la tímida luz de las estrellas,
saludando en su tránsito a los paisajes viajeros
con un gesto común a todos sus idiomas.

Árboles felices sin temer a la vida,
preservando a los tigres del furor de los hombres,
preservando a los hombres del furor de los hombres;
árboles sin conciencia, sin pecado, sin miedo,
regalando su sombra a las hormigas,
dueños de la certeza de lo inútil,
hermosos como amantes en silencio
ardiendo dulcemente en el ocaso.

Autor: Federico Gallego Ripoll


biblioteca del caminante (Julia Otxoa)

28 Octubre 2017


europa

27 Octubre 2017


Esta mañana los niños
ahogados
en la orilla del mar.
Esta tarde
los niños jugando
en la orilla del mar.
Estamos muertos.
Un pájaro se posa
con la brisa
en nuestros cuerpos
para aprender
qué palabra
les arranca la piel y hace al viento
volverse atroz,
humano,
verdadero.
La sombra aquí
permanece
porque hace falta
donde ya no hay
nada a cambio de la muerte.
Vuestra felicidad me espanta
como los niños muertos
en la orilla del mar
como los hombres muertos
en el fondo del mar
como las mujeres muertas
que odian el mar
y allí los yates, la apoteosis del miedo,
qué sabrán del miedo, del miedo,
esa uña rota del hambre que agarra el miedo
qué sabrán del miedo aquellos que tienen
los botes salvavidas: nada,
garras, solo garras,
si no llegan las manos de los muertos
porque nada sube por el casco de sus barcos
ni con garras.
Allá las olas.
Esta mañana los niños.
Ahogados.
En la orilla del mar.
Esta tarde los niños
jugaban en la orilla del mar.
No importa las veces
que abramos la sombrilla
coloquemos la toalla
pensemos qué buen día.
Estamos muertos.
Nuestro corazón se pudre.
La sombra no protege,
la sombra nos devora.
Estamos muertos.
Los niños que juegan
tampoco están a salvo.
La ola los entrega erguidos,
pero huérfanos.

Autor: Tulia Guisado


morir

26 Octubre 2017


Morir es no volver a estar
a la misma hora
en los mismos lugares,
con las mismas personas.
No aparecer, cada mañana,
como esa gran luz nueva
disuelta entre las cosas;
dejar interrumpidos los trabajos,
los viajes en punto muerto.
Ajenos a los mares y a los astros.
Morir es estar quietos, sordos,
ciegos, mudos, desaparecidos,
desconectados de todos y de todo,
de nosotros también;
no regresar a casa nunca más.
No emitir ya señales, recibirlas tampoco.
Morir es no volver.

Autor: Ángel Guinda

Ilustración: Viktor Popkov, “On the way to the cemetery” (1964)


mar de plata

25 Octubre 2017


Que hablen las arrugas de mi frente,
los surcos de mi cara,
los montes de mis ojos,
las calles de mis mapas,
los besos de mi boca,
el sol de mis espaldas,
la luz de mi sonrisa,
el río de mis lágrimas.

Que hablen las canciones que no hice,
las noches sin guitarra,
la aurora en mis pupilas,
la arena en mi garganta,
ceniza en los cabellos,
mar de plata.

Autor: Luis Pastor

Ilustración: Jack Butler Yeats, “An Old Car Driver”


ser joven

24 Octubre 2017


Ser joven
era abrazar la noche en llamas
hasta el amanecer,
tomar las curvas rectas
como quien tiene prisa por llegar a sí mismo.
Ser joven
era atropellar la vida,
un ejercicio de funambulismo.
Estrellarse contra el azul del cielo,
contra el aire, contra la realidad.
A veces, ser joven
era un deseo temerario de envejecer,
como quien echa un pulso al tiempo
y sólo arriesga el instante de una detonación.
Ser joven fue,
y no volverá a serlo nunca más.

Autor: Ángel Guinda

Fotografía de Anka Zhuravleva


estela

23 Octubre 2017


Pudo ser agua.
Quiso ser vaso.
Sólo fue sed.

Autor: Federico Gallego Ripoll

Ilustración: Frederick Barnard, “From Sunlight and Shade” (1883)


espectadores (Francesc Domingo Segura, 1934)

22 Octubre 2017

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Francesc Domingo Segura (1893-1974), pintor catalán que desarrolla una obra de corte realista.

Según parece, el pintor, a su regreso a Barcelona en los años treinta se había convertido en un asiduo visitante de los locales de variedades que poblaban El Paralelo, Teatros, cabarets, cafés-concert, music hall y todo tipo de espectáculos libidinosos. Estos locales no sólo ofrecían entretenimiento y ocio a la burguesía; al contrario, la popularización de estos espectáculos era socialmente transversal y acabaron siendo áreas destinadas a la masa obrera o proletaria y a pequeños comerciantes.

En “Espectadores” (1934) capta las miradas ensimismadas del proletariado que contempla uno de estos espectáculos. Podría parecer una taberna pero los diferentes niveles de espectadores indican que es un local donde todos miran al frente y las conversaciones están aplazadas hasta que finalice la actuación.

francesc-domingo-segura-apolo-palace-1933Probablemente estos obreros miran una vedette de cuerpo perfecto que se contornea desnuda en el escenario. La misma Vera Frey de la que el pintor estaba perdidamente enamorado hasta el punto de acudir invariablemente a verla cada noche. Una fascinación similar a la que Toulouse-Lautrec experimentaba en Moulin Rouge.

En “Apolo Palace” (1933) el misterio queda desvelado definitivamente. El cuerpo desnudo de la cupletista acapara nuestra atención pues el color y las formas de los obreros es una masa oscura y compacta además de la perspectiva horizontal con todos muy formales sentados y la línea del dibujo con rectas en oposición a la verticalidad de la artista y sus línea redondeadas y suaves en un cuerpo voluptuoso.

ricard-canals-i-llambi-cafe-concert-1903El público que asiste al espectáculo en “Café concert” (1903), de Ricard Canals i Llambí, es algo más refinado sin llegar a lo aristocrático. En esta pintura hay tres niveles: el público, el foso de la orquesta y, sobre el escenario, las coristas que evocan a las bailarinas de Toulouse-Laurtec.