En “Día de los difuntos” hay una sola persona viva y ningún muerto. Una anciana decaída, que entretiene sus pensamientos melancólicos removiendo con el bastón las hojas secas. Los árboles, desnudos, al fondo. Una tapia a media altura, con dentelladas en sus bordes, donde la mujer se apoya. Una tumba, una corona de flores y un farolillo encendido del que se emana una luz mortecina Toda la tenue iluminación proviene de un sol extramuros. La mujer aparece sola, descentrada levemente en la composición, pero no domina la estancia. La verticalidad de su figura, con la cabeza ladeada, su figura vencida, no consigue romper la horizontalidad que impone el muro. Otras figuras verticales están parcialmente escondidas -la tumba y los árboles al fondo sin hojas e inclinados-.
Jakub Schikaneder era un maestro de las emociones y este talento hizo de él uno de los pintores checos más populares de los finales del siglo XIX. Por su sensibilidad, llena de angustia y tristeza, se acerca a la postura de los artistas decadentes.
Melancolía, desesperación y soledad acompañan a muchos de sus personajes, que caminan por calles cubiertas de nieve, por la desierta orilla del mar, o están dentro de la casa donde reina la pobreza y el hambre.
Schikaneder fue un admirador de la cultura francesa, principalmente de la corriente que concebía el arte como testimonio social. Bajo su influencia, hacia 1883 Schikaneder empieza a retratar los dramas y tragedias de la gente sencilla y humilde. Representa en sus óleos, pasteles y dibujos cómo se abaten sobre sus desamparados personajes femeninos las aflicciones, las enfermedades y la muerte. El sentimiento de la compasión encontró en las obras de Jakub Schikaneder una de las plasmaciones más convincentes en la moderna cultura checa.
En “En la morgue” (1895) no hay resquicio para la ventana -por donde podría pentrar la luz-. La mujer llora de espaldas, apoyada en la pared fría y desnuda. Sólo vemos las piernas y medio cuerpo desnudo del difunto. La soledad y desolación es absoluta.
En la obra de Jakub Schikaneder predominan cuadros cuyas protagonistas son mujeres: el pintor retrata a mujeres solitarias, nostálgicas, doblegadas por el dolor, exhaustas por la fatiga, moribundas, asesinadas. Schikaneder se compadece del destino de la mujer y el pincel del artista da a sus dramas dimensión existencial.
En “Immersed in Thought” (1890) la escena se desarrolla a orillas de un desangelado lago. Es el mismo tiempo desapacible y otoñal que en el cuadro del Día de los Difuntos. La mujer es más joven y llora sola, desconsoladamente. Tampoco le vemos el rostro, como en la pintura de la morgue.
Jakub Schikaneder es conocido también como pintor de rincones de la vieja Praga que retrató con magia sugestiva como ciudad de ensueño, iluminada por la trémula luz de las farolas. Schikaneder retrata las vetustas casas praguenses al anochecer o de noche, inmersas en un mágico claroscuro.
Las calles están cubiertas por la nieve, de las ventanas sale una suave luz. Y en medio de este escenario Schikaneder pinta figuras solitarias y silenciosas. Los cuadros de este período posterior a 1900 son considerados como los más bellos de toda la obra de Jakub Schikaneder.
En “Calle al atardecer” (1906) la nieve se acumula en los aleros del edificio situado enfrente. Dos figuras encorvadas caminan por esta calle solitaria, cada una en una dirección distinta. Dos ventanas están iluminadas, con diferentes tonalidades, Una tercera desafía al invierno y permanece misteriosamente abierta. Nuestro único sentido real de cualquier luz poderosa viene a través del pasaje intrigante a la derecha. El brillo iluminaba la palidez de los edificios.
Las dos mujeres, con la luz solitaria y sus pálidos mantones, son como fantasmas en esta tierra baldía, acechando el amargo frío de una calle de Praga.
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