“…vimos un viñedo rojo, todo rojo como el vino tinto. En la distancia resultó ser amarillo y, a continuación, un cielo verde con el sol, la tierra después de la lluvia violeta, amarillo brillante aquí y allá, donde captó el reflejo del sol poniente” (Van Gogh)
Vincent van Gogh pintó El viñedo rojo en 1888, tiempo después de que Paul Gauguin llegara a Arles. Gauguin trasladó su caballete a los campos de los alrededores de Arles, y Van Gogh le siguió. El viñedo rojo combina los esfuerzos de Vincent por aprender del ejemplo de Gauguin.
La estampa recoge el momento de la vendimia en un atardecer otoñal que envuelve en tonos rojizos el viñedo.
Van Gogh utilizó colores cálidos, principalmente rojo y amarillo y resulta llamativo el sol, resplandeciente y amarillo, algo muy característico en su pintura. La iluminación de la imagen es muy surrealista, alejado de la realidad, muy poco natural. Sin embargo, la colocación de los objetos y la escena representada es muy realista.
Fue el único cuadro que vendió en vida.
La cosecha o La llanura de Crau, cerca de Arles, con el Mont Majour al fondo forma parte de una serie de cuadros sobre los campos pintados a partir de junio de 1888.
Es un paisaje luminoso y provenzal, similar a los de su admirado Cézanne.
Casi se puede sentir la sequedad y el calor en esta pintura del paisaje plano que rodea Arles, en el sur de Francia. Van Gogh combinó el azul celeste del cielo con tonos amarillos y verdes para que la tierra capturara la atmósfera de un día de verano.
Domina la escena el intenso sol veraniego, que arranca destellos de las espigas, las vallas, el carro y las granjas. Los campos se entremezclan con pequeños edificios de granjas con sus techos de techo rojo, cuyo color contrasta y realza el color de los campos.
Este cuadro tan colorista, conocido también como “Paisaje bajo un cielo agitado”, lo pintó van Gogh durante su estancia en Arlés, en el sur de Francia, apenas dos años antes de morir.
Las voluptuosas nubes que ocupan la mayor parte del cielo de este lienzo son el elemento más llamativo del mismo. Se trata de grandes cúmulos, precursores de tormentas, los típicos nubarrones de los días tormentosos de primavera. El cuadro fue pintado en mayo de 1888, el mes de las flores, una circunstancia que queda bien ilustrada por el campo florido de la parte inferior. El aspecto sombrío y dramático del cielo, un motivo que Van Gogh repitió en algunas otras de sus últimas obras refleja el carácter atormentado, la tristeza y la profunda soledad que marcaron los últimos años de este genio de la pintura.
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