“He tastat la mort. Amarga, crua.
Potser sí que només ha sigut una mica,
però he tastat mort veritable.
¡Quin regust que me’n queda
d’encara i mai alhora!
¡Quina estranya barreja de contraris!
¡Si sabéssiu que vius els dies
enfront de l’absoluta indiferència!
¡De l’Absoluta i Anorreadora Indiferència!
Per això us dic ara que viure basta,
que sobra l’esperança
–l’ambició, l’afany, el sempre–.
Sí, per això crec que tinc dret a dir-vos
que esperant l’esperança es perd la vida:
la vida en si, la vida viva.”
(Carles Camps Mundó)
Ilustración: Munch, “autorretrato después de la fiebre española” (1919)
Entre los años 1918 y 1919, se produjo la epidemia de gripe más grave que se ha conocido, estimándose en cerca de 40 millones las personas muertas a causa de la pandemia. La enfermedad comenzó en el sudeste asiático propagándose rápidamente por todo el mundo gracias a las movilizaciones militares de la I Guerra Mundial. España fue uno de los países más afectados con 300.000 muertos. El agente causante fue el tipo H1N1 del virus de la Gripe. Esta variedad del virus provoca una liberación incontrolada de citoquinas cuya consecuencia es un descontrol del sistema inmunológico que conduce a una inflamación y daño pulmonar irreversible originando la muerte.
En 1918, con 55 años, Munch cayó enfermo de gripe española, la gran epidemia. Las secuelas físicas las superará, pero la devastación, el dolor y la soledad quedan perfectamente reflejados en este autorretrato donde sentado junto a la cama la boca entera es una mueca de la propia enfermedad.
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