En “La France Croisée” (1914) Romaine Brooks expresó su oposición a la Primera Guerra Mundial y recaudó dinero para la Cruz Roja y las organizaciones de socorro francesas.
Brooks pintó una figura femenina barrida por el viento como un cruzado y la personificación de Francia. Ida Rubinstein, de quien la pintora estaba enamorada en ese momento, fue la modelo de esta heroica figura con uniforme de enfermera.
La artista siempre utilizaba estos tonos blancos, negros y grises para pintar sus obras, una gama de colores que en este caso ayuda a reflejar la frialdad y el sinsentido de la guerra. Nos hace sentir el aire gélido que agita las ropas de la enfermera, un viento helado que se nos queda enganchado en los huesos, muy dentro, y que no podremos aliviar sentándonos ante el brasero de casa. La figura, de rostro grave y demacrado, está descentrada y ligeramente inclinada hacia delante, soportando con decisión las embestidas del destino. Al fondo, podemos ver la ciudad belga de Ypres, uno de los escenarios de la guerra, en llamas. Un leve resplandor rojizo que conecta con el mechón pelirrojo de la mujer, con sus mejillas y sobre todo con la gran cruz roja que adorna su capa. Son los únicos tonos cálidos del cuadro. El rojo es el color de la sangre, del fuego y de la destrucción, pero también es el color que identifica a todas aquellas personas que arriesgaron sus vidas para salvar las de los demás.
Por su imaginario político “La France Croisée” ha sido comparado con “La libertad guiando al pueblo” (Delacroix), donde una mujer que personifica la libertad alza una bandera por sobre un fondo de una ciudad en llamas. La Libertad de Delacroix guía un grupo de parisinos que han tomado las armas, mientras que la figura de “La France Croisée” está sola. Brooks planteó la imagen romántica de una figura envuelta en una túnica oscura y aislada ante paisaje marítimo desolado.
Las reproducciones de esta pintura, junto con unos sonetos de Gabrielle D’annunzio se vendieron más tarde para recaudar dinero para la Cruz Roja, y Brooks recibió la Cruz de la Legión de Honor por su servicio a Francia.
Romaine Brooks conoció a Ida Rubinstein -una bailarina icónica de La Belle Époque- en 1911 después de su primera actuación como el personaje principal en la obra de Gabriele D’Annunzio, “El martirio de Sebastián”
Rubinstein era la modelo favorita de Brooks, su “belleza frágil y andrógina” era ideal para las pinturas de Brook. Pintó una serie de desnudos alegóricos que fueron extremadamente controvertidos en su época, especialmente porque fueron producidos por una artista femenina. En “The Crossing” (1911), por ejemplo, (también exhibida como La mujer muerta), Ida se extiende en una cama blanca o ataúd contra un vacío negro interpretado de diversas maneras como la muerte o el descanso en satisfacción sexual agotada en el ala simbólica de Brooks …
La pareja se separa en 1914. Tres años más tarde Brooks vuelve a pintar a Ida. Para “Retrato de Ida Rubinstein” (1917) regresa a los trazos de 1914. Y en “La Venus triste” se aferra a la reproducción de los rasgos faciales en un entorno sexual más sensual y onírico, como si fuera un dulce sueño el amor ya imposible.
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