Elevadores a pleno sol (Quinquela Martin, 1945)

En esta obra de Quinquela Martin, “Día de sol en la Boca” (1945) las figuras humanas, aparecen en ordenada procesión acarreando pesados sacos. Parecen un ejército de hormigas en su particular y tórrido infierno laboral.

Un cielo celeste alegre con algunas nubes blancas casi todas de igual tamaño. A la misma altura asoman chimeneas largas y oscuras. Emanan mucho humo gris y están ubicadas entre edificios, casi una chimenea por edificio. Algunas no se ven, pero sí está presente el humo subiendo por entre las nubes.

Se pueden adivinar algunas grúas de carga de un color óxido-marrón. Una sola se ve en forma completa y tiene una cuerda con un contenedor colgando.

Delante de los edificios y parados sobre una dársena amplia de color rosa están los obreros trabajando. Todos ellos son formas humanas pintadas en marrón oscuro o negro, siluetas reforzadas por la intensidad de la pincelada. Cada uno parece trabajar ya sea más cerca de los galpones o más cerca de los barcos de madera.

Los barcos son nueve y están sobre el riachuelo bordeando la dársena. Tienen un tamaño mediano y están pintados con llamativos pigmentos. El color de los barcos se refleja en el riachuelo gris de aguas quietas. En un primer plano, al pie del cuadro, dos de los barcos están unidos por un puente de madera. De barco a barco, hay tres obreros que transportan una caja grande y pesada cada uno; caminan totalmente encorvados.

Benito Quinquela Martín (1890 – 1977), pintor y muralista argentino, principal miembro del grupo de pintores de La Boca, el barrio portuario de Buenos Aires en que nació y al que siempre permanecería vinculado. Con un estilo naturalista, la temática de su obra giró, sobre todo, en torno a los barcos y las labores del puerto, plasmando por igual la belleza de sus estampas y la dureza de las condiciones de trabajo.

El barrio de La Boca significó un especial deslumbramiento para Benito. La Boca era una babel, no solamente por la mezcla de lenguas, sino por la multiplicidad de culturas. Había italianos, japoneses, chinos, griegos, turcos, uruguayos, yugoslavos, negros.

En “Entrando a La Boca” (1965), la cegadora intensidad de la luz del día se difunde por el agua, interrumpida por un rico empaste de color —malva, azul cerúleo, verde oliva, viridiano— reflejado en las olas de las barcazas que avanzan hacia la orilla. Este claroscuro cromático pinta la llegada rutinaria de personas y mercancías a la desembocadura del río Riachuelo con una tranquila solemnidad, recordando la histórica historia industrial de La Boca a fines del siglo XIX y principios del XX, una época de auge del comercio internacional y el puerto. actividad. Las escenas costeras de Quinquela celebran el comercio argentino y la comunidad de inmigrantes mayoritariamente italianos que se asentaron en La Boca y cuyo trabajo sostuvo su economía marítima.

En “Crepúsculo en el astillero” (1922) presenta en un primer plano principal la proa y el casco de un barco anclado al puerto con innumerables hombres trabajando en la reparación del mismo en el momento del día conocido con el nombre de crepúsculo, en el horizonte se ven otros barcos y edificios portuarios, un carrito para transportar materiales y muchos maderos sobre el lado inferior derecho.

Con respecto al color, de arriba hacia abajo, en la zona del cielo,  el pintor utilizo tonos de amarillos, pasando por el naranja y rojos en el horizonte lejano. Pude observar que aunque a la distancia pareciera que uso negro, solo lo uso en los maderos acumulados en el muelle y en las cadenas. En el buque principal y demás naves utilizo colores tierra (sombra tostada y natural) y en algunas zonas del barco ubicadas en el casco el azul oscuro.

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