el elegido (Hodler, 1903)

16 Juny 2024

El elegido muestra una especie de ritual pagano, un misterioso rito de iniciación en la naturaleza en el que aparecen seis figuras angelicales que flotan en el aire y portan flores. Los ángeles rodean a un niño desnudo y de cuclillas que mira hacia arriba y se sitúa ante un arbusto también desnudo. Un paisaje de fondo apenas abocetado da el toque onírico a esa extraña danza.

Podríamos interpretar la pintura de miles de maneras. Si algo caracteriza al movimiento simbolista es su subjetividad. Quizás Hodler quiso que estas seis mujeres aladas representaran a las portadoras de la vida (simbolizada por las flores) y se disponen a pasar esa vida al niño, a esa planta del centro. Él es el elegido por las fuerzas de la naturaleza.

Hodler presenta esta escena simbolista haciendo uso de una marcada simetría que crea un ritmo casi arquitectónico con el monumentalismo que el artista mostró en muchas de sus obras, pero sin perder una pizca de organicidad.

Mezclando lo cristiano y lo pagano el pintor consigue ese misticismo tan del gusto del movimiento que revolucionó la Europa de finales del siglo XIX y que prepararía el terreno para el nacimiento de las vanguardias artísticas.

Ferdinand Hodler (1853-1918) fue un pintor suizo que se destacó en el simbolismo, sus retratos y pinturas de paisajes se caracterizan por un sentido de unidad con la naturaleza y el misterio de la vida humana. 

Holder también estuvo muy influenciado por las ideas simbolistas francesas y el Art Nouveau. 

A partir de la década de 1890, desarrolló un estilo propio llamado “paralelismo”, marcado por formas planas y repetitivas, trazo preciso y diseños rítmicos, caracterizado por agrupar figuras de forma simétrica y la búsqueda de la frontalidad en poses que sugerían rituales o danzas.

Las figuras humanas aparecen a menudo al margen de cualquier signo de temporalidad, envueltas en túnicas o ropajes. Para Holder, el paralelismo más que un principio formal es un pensamiento moral y filosófico, basado en la idea de que la naturaleza tiene un orden, fundado en la repetición, y de que los seres humanos son, en el fondo, semejantes unos a otros, lo que aporta un sentido espiritual a su teoría porque a Holder no le interesa la representación de la belleza sino la búsqueda de lo espiritual que se oculta tras las formas.

La decepción de las almas (1892), otra de esta serie, muestra a cinco hombres mayores, esta vez vestidos con túnicas negras y sentados en un banco en campos áridos similares a los que se ven en La noche.

El desilusionado es, muy probablemente, un estudio realizado para el cuadro mencionado anteriormente, que se centra en el hombre de la izquierda. Prefiero con mucho este estudio a la pintura final, ya que muestra y destaca un estado del ser que las palabras nunca podrían transmitir por completo: las profundidades de la agitación emocional de uno. El hombre representado, sentado ligeramente encorvado en un banco, con la cabeza inclinada y las manos en el regazo como si rezara, parece haber perdido todo lo que alguna vez tuvo. La espiritualidad parece ser el último hilo que le queda, como lo indican las gastadas ropas del sacerdote y sus pies descalzos, una especie de monje errante, quizás en busca de redención. A juzgar por su rostro profundamente expresivo, con la mirada vacía y las arrugas cubriendo su frente como ondas, diría que ni siquiera la religión es suficiente para este hombre. Ha perdido toda esperanza.