El almuerzo de los remeros (Renoir, 1881)

10 febrer 2012


“Siento predilección por la pintura que alegra las paredes” (Renoir)

Para la creación de El almuerzo de los remeros (Le déjeuner des Canotiers) Auguste Renoir pasó todo un verano ambientándose en Chatou. El artista comenzó a trabajar en este cuadro en abril de 1881 y lo concluyó en julio del mismo año. Para llevarlo a cabo, reunió a sus más cercanos amigos y modelos en la terraza de “L’Auberge du Pére Fournaise”, un restaurante famoso por su cocina ubicado en la isla de Chatou, al oeste de París y a orillas del Sena. El establecimiento se encontraba cerca de una zona de baños, La Grenouillére, entonces muy frecuentada por los parisienses que huían de la gran ciudad para pasar un día al aire libre.

La obra está resuelta en un momento de plena madurez pictórica y es de una gran envergadura por la gran cantidad de personajes que aparecen en el cuadro, siendo muchos de ellos auténticos retratos. Su temática, la juventud y la búsqueda del amor, es una versión moderna de “Embarque para Citerea” (Watteau, 1718)

El ambiente es feliz y sereno.

Es una escena cargada de alegría y vitalidad, donde la mayoría de los personajes pueden ser identificados. Entre ellos, el propietario monsieur Fournaise; a su lado, jugando con un pequeño perro, está Aline Charigot, futura esposa de Renoir; el caballero con sombrero de copa es su íntimo amigo, el barón Raoul Barbier, y en primer plano, a la derecha, se puede apreciar al pintor Gustave Caillebotte.

Las figuras presentan en general un gran detalle mientras que el paisaje del fondo está más difuminado. Se sitúan bajo un toldo que crea una luminosidad uniforme y evita la entrada de la luz solar, provocando sombras coloreadas típicas del Impresionismo. Tras el toldo, en la parte superior izquierda, se aprecian los contornos del puente del ferrocarril que, construido tras la revolución industrial, permitía a los parisinos realizar escapadas los fines de semana a tranquilos parajes como el del cuadro.

De puro espontáneo, el cuadro parece una foto. Pero, en realidad, la espontaneidad es sólo aparente, ya que Renoir retocó el cuadro una y otra vez.

Como los remeros y sus compañeras acaban de comer, sobre el mantel se reconocen un magnífico bodegón con los restos de la comida: botellas, frutas, platos, copas…, demostrando el pintor su facilidad para este género.

Gracias a los contrastes y armonías con colores complementarios, se consigue una gran luminosidad. Por ejemplo, se observan contrastes entre violeta y amarillo: vemos vestidos amarillos cuyas sombras son violetas y también vestidos azules que ganan luminosidad gracias a que sus luces son violetas y cerca hay un sombrero o una camisa amarilla.

Hay estudios que aventuran una interpretación relativa a la incomunicación de la naciente burguesía pues la mayoría de los personajes aparecen en una actitud contemplativa. Pero el juego de miradas, complicidades y coqueteos parece desmentir tal conjetura. 

… Y no es extraño que haya quien pinté cada año una nueva versión de la obra, intentando captar la esencia de Angèle, modelo favorita de Renoir, quien ha sido “sorprendida” llevándose un vaso de agua a los labios.

Si eres erudito, chismoso o simplemente chafardero (hay quien dirá curioso o inquieto) pulsa aquí para identificar todos los personajes del cuadro.