servicio de lavandería (Begoña M. Rueda, 2021)

Hay trabajos duros, a menudo desagradables y mal retribuidos, que son imprescindibles, porque, sin ellos, sencillamente, nuestro mundo se pararía. Como el servicio de lavandería de un hospital.

A la visión épica que quiso darse de la lucha contra la covid en la primavera del año pasado, opone este libro la lírica del trabajo silencioso, imprescindible e invisible de tantos —de tantas, sobre todo— profesionales anónimos, triste y mal pagada retaguardia de estas duras batallas. Trabajos no aplaudidos a las ocho en los balcones; trabajos, en muchos casos, de mujeres explotadas; trabajos durísimos ya antes de que se les añadiera la constante proximidad de la muerte. Trabajos como el del servicio de lavandería de un hospital.

La muerte no comparece directamente —estamos en la retaguardia—, sino a través de signos: olores pertinaces, imágenes desoladoras. Se pone de manifiesto (este libro es también una denuncia) la desprotección de estas trabajadoras, ignoradas por todos. Pero el libro va mucho más allá de lo coyuntural: entrelazando la tragedia colectiva con la historia personal de la poeta, explora tanto la injusticia social como las miserias de la condición humana.

Como en las fases del programa de una lavadora automática, Servicio de lavandería comienza por el prelavado: una nota poética cargada de la vida cotidiana de esas periferias de los hospitales que no vemos, donde la miseria se depura para que sábanas y camisones vuelvan a un blanco inmaculado. Con una estructura de dietario, los poemas de lavado se ajustan a una descripción sobre las primeras semanas de la pandemia y son los más elocuentes. En aclarado, las fechas de los poemas remiten a un año antes, a marzo de 2019. El desamparo es otro: barcos pesqueros hundidos y una historia que se adentra en los vericuetos más íntimos de la autora. Los poemas de Servicio de lavandería son delicados, hablan del desamor y de la muerte, de la amargura de vivir, de los pequeños detalles con sentido que nos ayudan a sobrellevar la carga, de la invisibilidad de los que limpian la miseria de los enfermos y preparan a los muertos. En cetrifugado, epílogo sin fecha, sentencia: «escribo estos poemas igual que plancho el pijama de un niño enfermo».

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