La cabalgada de la discordia (Rousseau, 1894)

 La guerra pasa aterradora, dejando por doquier la desesperación, el llanto y la ruina.”

 (Henri Rousseau)

Esta obra también se conoce con el título de “La guerra”.

Este mensaje apocalíptico es presentado con la utilización de una imaginación refinadamente macabra; las figuras del desabrido paisaje han sido construidos por medio de grandes planos de color que se recortan con la nitidez de las piezas de un rompecabezas.

En el centro, un personaje femenino sujeta una espada y una antorcha. Esta especie de Belona, diosa romana de la guerra, monta un caballo que se parece más a un monstruo híbrido. El suelo oscuro está cubierto por un montón de cuerpos, de cuervos deleitándose de esta carroña humana. Los árboles parecen calcinados. Las nubes son rojas. Sin elemento anecdótico o narrativo, Rousseau logra poner en imagen el drama. La abundancia de las formas despedazadas y sobre todo la elección de los colores contribuyen en ello: el verde de la esperanza está totalmente ausente; el negro y el rojo, colores del duelo y de la sangre, dominan.

A pesar de las intenciones “realistas”, en la obra de Rousseau destacan el tono poético, la búsqueda de lo exótico y, sobre todo, su estilo naif, reflejo de una aparente sensibilidad infantil; a pesar de desconocer las técnicas compositivas, logró dotar a sus obras de un sugerente y complejo colorido, muy elogiado entre sus seguidores.

A menudo se incluye a Rousseau dentro del postimpresionismo francés. En cualquier caso, se le reconoce un estilo naíf original y muy intuitivo que le otorga un lugar destacado en la pintura francesa de finales del XIX y principios del XX, junto a sus coetáneos impresionistas, fauvistas y cubistas. Hay tgambién una impronta surrealista.

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