Tres mendigos (Giacomo Ceruti, 1736)

A lo largo de la historia, los mendigos han sido una constante demostración de la incapacidad  de las sociedades humanas para conseguir que la totalidad de sus miembros puedan tener una vida digna.

El pintor italiano Giacomo Ceruti renovó la pintura de género, retratando en gran formato y de forma realista a sujetos humildes. La representación de las clases más desfavorecidas de la sociedad (mendigos, pordioseros, campesinos, enanos, vagabundos)  y de los oficios más humildes (lavanderas, recaderos cargados de cestas), retratados con una gran dignidad y exacerbado realismo, es la aportación más brillante de un pintor al que dieron el apelativo de Il Pitocchetto –el pequeño pordiosero−, por esta tendencia en la elección de los personajes que retrataba.

En “Tres mendigos” este realismo está extraordinariamente conseguido y el pintoresquismo del tema se compensa con una hondura en el retrato de los personajes obteniendo un equilibrio entre la austeridad formal y el estoicismo de fondo. No exagera su patetismo pero tampoco trivializa su penosa y desahuciada situación. Es humanismo en estado puro.

Tres personajes, dos hombres y una mujer de edad avanzada, vestidos con harapos, dispuestos alrededor de una mesa. Las figuras son monumentales, sus miradas ausentes y la habitación permanece completamente vacía. La ambientación es sucinta: mesa, silla y pared.

Todos los esfuerzos pictóricos se concentran en mostrar la miseria de las vestimentas. La luz incide oblicuamente sobre los mendigos, arrojando sombras que dan volumen, profundidad y sobrecogimiento al cuadro. La gama reducida de color, en la que predominan los marrones, ocres y pardos, contribuye a ello.

“La lavandera”  (1728). La descripción de fragmentos de la vida cotidiana de Ceruti aborda un tema que enlaza el campesinado de Nain con  el realismo de la revolución industrial que tan bien supo captar Daumier.

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